Todo movimiento revolucionario es romántico, por definición
Antonio Gramsci

A mis sobrinas Lucía y Alicia,dos pequeñas extremeñas. Con la intención de que algún día reciten, conozcan y se interesen por Espronceda. La pasión del romanticismo y el amor abismado son siempre incomprendidos, pero la tibieza sólo aporta vacío, desazón y la muerte del espíritu humano. Para que cuando seáis mayores lo leáis y lo recordéis. 

 

 

Lunes 4 de mayo

Son las cuatro de la madrugada y las sombras invaden subrepticiamente la totalidad del salón en el que me encuentro. Nos han condenado a una cuarentena estática y grumosa, una cuarentena en la que se pausan la vida, el amor, la muerte y los extraños pareceres de esos hombres que afirman ser tus iguales, buscar tus mismos objetivos, adquirir el elemento soteriológico que a todos nos salve de profundis, en el último momento, de la más arriesgada de las maneras.

Pero yo sigo sin creerles, el alea iacta est ya está confirmado para los que somos pueblo, hace ya algunos años que vivo sumergido en mi propia suerte, en un terreno y una tierra propias, anacrónicas, donde las ideas superan a lo sensitivo y el umbral de los espíritus corrige permanentemente el ocaso de la materia y la pragmática de los tiempos que corren.

A escasos kilómetros del lugar donde me encuentro, yacen los restos óseos de José Zorrilla Moral, el abismado autor del Tenorio y el que otrora fuera contemporáneo y amigo del poeta sobre el que anhelo, ya desde hace tiempo, escribir, indagar y profundizar, José de Espronceda.

El ambiente en el que me encuentro es más que apropiado para inmiscuirme en la mal entendida sed de negror de los poetas románticos en general, y de Espronceda, en particular. A mi entender, ellos nunca osaron emprender búsqueda alguna en las espesuras de la noche, ni ofrecerse como presas fáciles en la red de esa soledad que a veces se nos muestra como demasiado totalitaria.

Por contra, los románticos pululaban en los entresijos y por entre el ramaje de las potencias de muerte y oscuridad porque eran sabedores de que ahí, precisamente ahí, es donde se esconden difusamente los verdaderos orígenes, los secretos de la vida y la inmortalidad, las luces que más potentes resplandores emiten y juegan a la ocultación y tras el velo de maya del mal y de las formas taciturnas, suponen el verdadero telón de fondo de la existencia.

Martes 5 de mayo

Es la una de la madrugada y a esta hora retomo la redacción de este artículo,seguramente que Espronceda pasaría muchas horas como ésta, en vigilia, intentando y proponiendo a las musas el adentramiento en un ritual cuajado de alquimia, aritmosofía, árboles cabalísticos y todo tipo de rasgos gnósticos, como no es otra que la creación literaria. Se consumiría en largas y ondulantes ráfagas de tiempo en un intento de rastreo de las savias esenciales de la vida.

José de Espronceda nació en Extremadura, muy cerca de Almendralejo, en la provincia de Badajoz, en una tierra que he frecuentado demasiado y que siempre me produce las mismas impresiones, sensaciones, parecido abotargamiento de los sentidos ante la visión de esas inmensas dehesas de tierra y cielo pegadizos, campos de verde violento, en lo material, y de gris de densa bruma si uno mira más allá de lo estrictamente tridimensional.

Badajoz es una tierra que se suspira, se inspira y se expira, el viajero intenta poseerla hasta ese punto de intimidad, por ello es el más idóneo de los lugares para albergar la primera luz de un poeta como Espronceda. A mi siempre me gusta volver, sentirla y padecerla, notar la sutil vibración del contacto con su superficie.

José de Espronceda cultivó los principales géneros literarios del momento que le tocó vivir, el poema épico, la novela histórica y el teatro, pero fue especialmente conocido como poeta lírico.

Entre sus obras más importantes se encuentran “El estudiante de Salamanca”, “El diablo mundo” y de sus poemas sueltos, y según mi opinión, “El himno al sol.»

En estas obras, las acabadas de mencionar, es donde centraré mi exposición y el foco de atención de los lectores.

En primer lugar, quiero hablarles de uno de los poemas más conocidos de su obra, y que nos transporta a una exacerbación lírica, a un trascendentalismo, a una metafisicidad comparable a la de cualquier otra composición poética esproncediana, sanjuanista o teresiana; el “Himno al sol”.

Este poema se publicó en el número 3 de “El siglo ( 28-I-1834) y posteriormente, en el Liceo Artístico y literario (tomo I).

En lo que respecta a la métrica, el poema es una silva formada por 106 versos, aunque yo siempre he pensado que medir la calidad y el trasfondo artístico y filosófico de un poema a través del tamiz de la síntaxis, la gramática o la métrica, significa desposeer a la poesía de su espíritu, desalmarla, desbaratarla, darle la puntilla al origen de la vida, a aquello que desde el misterio se encarga de alentar el poema en sí.

“ Para y óyeme ¡ oh sol! Yo te saludo

y extático mortal me atrevo a hablarte;

ardiente como tú mi fantasía,

arrebatada en ansia de admirarte,

intrépidas a ti sus alas guía.

 

¡Ojalá que mi acento poderoso

sublime resonando,

del trueno pavoroso

la temerosa voz sobrepujando,

¡oh sol! a ti llegara,

y en medio de tu curso te parara!

¡Ah! si la llama que mi mente alumbra

diera también su ardor a mis sentidos,

al rayo vencedor que los deslumbra,

los anhelantes ojos alzaría,

y en tu semblante fúlgido atrevidos

mirando sin cesar los fijaría.

¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente!

¡Con qué sencillo anhelo,

siendo niño inocente,

seguirte ansiaba en el tendido cielo,

y extático te vía

y en contemplar tu luz me embebecía!”

Este es solo un extracto del poema, que como decía con anterioridad, se compone de 106 versos. Algunos estudiosos de la obra poética de Espronceda han creído ver algunas correspondencias temáticas con textos de otros autores, entre estos podemos destacar a Horacio, Meléndez Valdés y Jovellanos, pero incluso, me atrevería a señalar ciertas concomitancias con un texto del libro de Isaías, en concreto el que podemos encontrar en el capítulo XIV versículos del 1 al 20; “ y como caíste del cielo, lucero de la mañana…….”

Es posible también, que el lector que se pare a rastrear entre sus versos, acabe encontrándose con algunos tópicos literarios popularmente conocidos, como son la visión penetrante del águila, la analogía entre el caer de las hojas y el sucederse de las diferentes generaciones humanas, la capacidad genesiaca, creadora y ensanchadora del sol, el señalamiento de cualidades que le son propias y que están muy por encima de las del mundo, el ser el límite del Oriente, un augusto soberano sobre todo lo existente, una metáfora de la luz, de la belleza y de la pureza, de todo lo que nos rodea y se muestra como inefable.

Estos mismos estudiosos, nos hacen un guiño, y nos indican que el “Himno al sol” forma parte de la etapa “ossiánica” del poeta. Ossian es algo más que un personaje literario, algo más que un escritor; es un ser de leyenda, es recordado y renombrado como el más grande poeta de Irlanda, como un guerrero de la Fianna en el Ciclo Ossiánico de la mitología irlandesa. Estas sagas o ciclos mitológicos ejercieron una gran influencia en nuestros poetas románticos, sobre todo en cuanto a la inspiración y los estímulos que subyacen en gran número de sus poemas.

A lo largo del “Himno al sol” aparecen así mismo, otros muchos tópicos, alegorías, idealizaciones, temáticas, conceptos y sensaciones impresionistas de todo pelaje y rango, en concreto, destacaría dos que para mi son importantes tanto en la obra esproncediana como en la de otros autores del romanticismo, y no son otras que el “Conptemtu mundi” o menosprecio del mundo y de lo mundano, y el siempre recurrente “ Locus amoenus” o ese paisaje ideal e idealizado donde los hombres pueden refugiarse y encontrar la paz tantas veces perdida y arrebatada por un mundo siempre contrario a la quietud y a la meditación propia de los poetas.

En “El diablo mundo”, Espronceda desató y expresó buena parte de su interioridad poética, de sus preocupaciones metafísicas y existenciales, de sus preferencias o motivos literarios. Es un poema narrativo de índole fantástica y esencias profundamente filosóficas:

“»¿Qué es el hombre? Un misterio. ¿Qué es la vida?

¡Un misterio también…! Corren los años

su rápida carrera, y escondida

la vejez llega envuelta en sus engaños.

Vano es llorar la juventud perdida,

vano buscar remedio a nuestros daños.

Un sueño es lo presente de un momento,

¡muerte es el porvenir, lo que fue, un cuento…!

»Los siglos a los siglos se atropellan,

los hombres a los hombres se suceden,

en la vejez sus cálculos se estrellan,

su pompa y glorias a la muerte ceden.

La luz que sus espíritus destellan

muere en la niebla que vencer no pueden,

¡y es la historia del hombre y su locura

una estrecha y hedionda sepultura!

Tanto el motivo goethiano como el motivo volteriano están muy presentes en el texto, Espronceda crea un poema que se transfigura casi desde el inicio. Fabio, el protagonista, lleva una vida envuelta en el patetismo y la oscuridad de su propio habitáculo, la figura de la muerte le corteja y le tienta hasta que éste, sin nada ya que perder, acepta su propuesta.

Fabio muere, pero otra divinidad, la que representa la propia vida, lo resucita prometiéndole el fruto de la inmortalidad. Dualismos en constante enfrentamiento, Goethe contra Voltaire, idealismo trascendente contra realismo lacerante y sus tremebundas consecuencias. Para los poetas románticos, la vida es un laberinto cuajado de trampas, senderos serpeantes y visiones de ultratumba.

Hemos hecho un repaso por parte de su producción literaria, pero volvamos al personaje propiamente, al autor, al poeta, a José de Espronceda.

Los poetas románticos se caracterizan por ser incapaces de conciliar su experiencia terrestre con la creencia en un mundo justo y armonioso, no pueden concebir que las arbitrariedades sociales y políticas que tan habituales son en la vida de los hombres se amalgamen, se piensen y se acepten con normalidad.

Su impulso vital es el de la rebelión contra todos los ámbitos que se configuran como sostenedores de estas impudicias .

El movimiento, la cultura y el pensamiento románticos son netamente revolucionarios, sienten orgullo y pasión por ajustar su conciencia a lo terrible, a lo oscuro de este mundo, pero no con la intención de sublimarlo o adorarlo, más bien con la voluntad humanista de intentar superarlos por todos los medios, de trascenderlos y vencerlos en su propio territorio. El Romanticismo es una idolatría de la vida, la luz, el apasionamiento trascendental y la búsqueda redentora de un amor puro e incondicional.

En el año 1823, y como consecuencia de la ejecución del general liberal Rafael del Riego, fundó junto con otros amigos, entre los que se encontraba Patricio de la Escosura, una sociedad secreta en pro de la defensa de la libertad y en contra de cualquier tipo de absolutismo que se haría llamar “Los numantinos”. Durante algún tiempo se reunieron en la clandestinidad en una gruta cercana al parque de El Retiro, pero una vez concluido el trienio liberal, la represión y las persecuciones políticas se recrudecieron tanto que éstos fueron descubiertos y formalmente castigados. En el caso de Espronceda, fue desterrado a un convento de Guadalajara donde pasaría algún tiempo antes de recobrar la libertad.

Para los románticos, cualquier revolución, idealista, política, cultural, espiritual, se podía llegar a transmutar en un foco de irradiación gigantesco, capaz de eliminar un sistema de poder injusto, una forma de vida oprimente y represora, inhabilitadora de toda oportunidad de emancipación interior de los hombres, y es que el Romanticismo es un movimiento no solo cultural o artístico, sino plenamente emancipatorio del espíritu humano.

Cuando hablaban de emancipación o de revolución, se referían igualmente a un acto de la voluntad contrario a la mugre paralizante de las instituciones, los prejuicios y las convenciones humanas que nos encadenan a un horizonte de monotonía y de muerte, al amordazamiento de los instintos luminosos del amor, de la vida y la libertad. Los poetas románticos amaban hasta la extenuación, decantaron su fiebre creadora en aras del descubrimiento de otros mundos, de esos espacios inasibles a aquellos que solo entienden de materialidad y pragmatismo:

¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,

¡ah!, dónde estáis que no corréis a mares?

¿Por qué, por qué como en mejores días,

no consoláis vosotras mis pesares?

¡Oh!, los que no sabéis las agonías

de un corazón que penas a millares,

¡ay!, desgarraron y que ya no llora,

¡piedad tened de mi tormento ahora!…

Lunes 11 de mayo

Es de madrugada y doy por concluida la redacción de este texto sobre la vida y obra de uno de nuestros poetas más admirables y cuajado de enigmas aún sin resolver.

El liberalismo político de Espronceda es una mistificación revolucionaria intemporal, es el ansia imperturbable de transfigurarse en un hombre nuevo, de subir al monte Tabor de los poetas, adorar al dios pagano del amor y amplificar un grito universal de libertad.

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