Hace un par de días nuestro amado líder Alex nos contaba cómo había pasado media hora para rescatar varios libros de un contenedor de reciclaje de papel. No es el primer ni último lector y coleccionista de libros a quien veréis sumido hasta la cintura en un contenedor de basura en busca de todo tipo de páginas. Yo mismo he protagonizado la escena más de una vez. Y volveré a hacerlo.

No acabo de entender por qué la gente tira libros a la basura, aunque me posiciono con Alex y confieso que algunas enciclopedias o volúmenes ‘de poco valor’ por mí podrían quedarse en el fondo del cubo. Pero el caso es que las veces que me he metido de lleno he encontrado auténticos tesoros, como un Quijote viejo, una Odisea de tapa dura o un diccionario ilustrado.

En una ocasión encontré un libro particularmente viejo impreso algo más de un siglo atrás. Trata de economía y es una traducción un poco burda de un libro alemán descatalogado mucho antes. El libro carecía de tapas, por lo que pasé varias semanas buscando el título y año de impresión para llevarme la sorpresa de que allí donde iba a preguntar me hacían una oferta económica abultada.

Al parecer aquel volumen, que aún conservo en mi estantería —y ahí se va a quedar— tuvo menos copias que el original, que también era algo complicado de encontrar. ¿Por qué alguien querría tirar un libro antiguo de valor moderadamente alto?

Imagino que por desconocimiento, pero recuerdo que no había más libros en las inmediaciones. Aquel día solo encontré ese, lo que me lleva a pensar que no fue fruto de una mudanza o el deshacerse de toda una estantería. Simplemente alguien lo encontró en un mueble y decidió que, como no tenía tapas y como la preposición “a” llevaba tilde, no había espacio para él. Una lástima.

Es probable que algún lector se sorprenda al ver a un profesor o un ingeniero hurgar en un contenedor de basura usando palos o cuerdas (no quiero hablar de ello) para rescatar libros cuyo valor en muchos casos rara vez superará el euro. A nivel particular, me duele ver libros acaban en un contenedor de basura, pudiendo estar en cualquier estantería.

Existen multitud de lugares donde se recogen libros que ya no se leen, desde librerías a bibliotecas, pasando por ONGs o colegios. Pero la basura no es uno de ellos. Sí, desde luego que su celulosa podría usarse para fabricar un objeto intrascendente como una bolsa de papel o un vaso reciclable pero, ¿de verdad queremos pagar el precio de destruir un libro?

Imágenes | Hello I’m Nik

Comentarios

comentarios