Rick, un anciano cínico y drogadicto manipula a su nieto Morty para usarle como camuflaje frente a una Federación Intergaláctica burócrata y a una Ciudadela construida por versiones de sí mismo de realidades paralelas. Las ondas cerebrales de Morty son ‘opuestas’ a las de Rick (ser más inteligente del universo, puedes imaginar lo que eso significa para Morty), y tener cerca a su nieto le ayuda a esconderse. Y esto tiene un horrible coste para el traumatizado Morty.
Visto bajo esta perspectiva, resulta complicado entender por qué Rick y Morty se ha convertido en una de las series de animación con más tirón del momento. La violencia gratuita, los diálogos con referencias a la cultura pop, el uso inteligente de la ciencia ficción y las salpicaduras de… bueno… de todo tipo de líquidos, son los pilares de una serie en la que los eructos o la baba goteando son una constante cómica. Serie en la que resulta complicado adivinar cualquier final.
Quizá sea ese el componente característico de Rick y Morty: saber lo que va a ocurrir a continuación es absolutamente imposible. En un universo gráfico controlado por el deus ex machina en la que todo puede ser cualquier otra cosa —(Is everything a camera?)— y la muerte es un recurso tan frecuente que satura cada capítulo con cadáveres —la recopilación de muertos de la primera dura ocho minutos seguidos—, la única constante es un viraje sin sentido hacia y desde cualquier situación absurda. A menudo completamente inútil y sin repercusión, como viene a ser común en las ficciones.
Rick es un anciano caracterizado por una mente tan brillante que el universo es mi patio de juegos. Aburrido de una existencia casi omnipotente (¿Quién no se cansaría de jugar a los Sims con trucos?), lleva una vida triste en la que ni tirarse a un planeta ni arriesgar la vida de su nieto para obtener droga usándole como mulero le sabe a algo. La consecuencia de este aburrimiento ad infinitum es un comportamiento agresivo, caótico, suicida y con frecuencia fatal.
Hablamos de un tipo que construye un parque de atracciones miniaturizado en el interior de una persona sin hogar o que cambia de realidad cuando destroza tanto la realidad que vivir en ella resulta insostenible. Alguien que acude, dentro de un recuerdo y en mitad de una sesión de interrogatorio que le está derritiendo el cerebro, a un restaurante McDonalds para conseguir salsa Szechuan.
Un evento de la tercera temporada que, por cierto, consiguió tal movilización de fans cabreados con McDonalds por no tener la salsa que McDonalds había creado para la presentación de Mulán en 1998, que esta compañía multimillonaria se vio obligada a ofrecerla de nuevo. Qué podemos decir: Rick y Morty tiene tirón, y es tan ofensiva y violenta como uno pueda imaginar o desear. Puede que incluso más.
[Gritando al presidente de los Estados Unidos de América] “¡No sabes lo que soy! ¡No sabes lo que puedo hacer! Soy el Doctor Who, ¡hijo de puta! Podría ser un clon. Podría ser un holograma. ¡Podríamos ser todos clones, controlados por robots controlados por cascos especiales que Rick y Morty lleven puestos mientras se follan a tu madre!”
La violencia y el lenguaje malsonante caracterizan la serie. Es más, la caracterizan tanto que a finales de 2019, con el lanzamiento de la cuarta temporada, los creadores en Adult Swim se vieron obligados a introducir un molesto pitido para cubrir algunas de las groserías más salvajes, por normativa. Pitido que los fans asociaron erróneamente a Netflix y que volvió a encender la furia de la muchedumbre, que descargó su ira contra la plataforma… usando el arma más eficaz del momento: los tuits.
Por qué resulta divertida la violencia cuando es de corchopán no queda claro. Lo que sí es evidente que Rick y Morty no son reales ni están basados en personajes vivos. Que vivan o mueran, o se encuentren a medio camino de lo uno o lo otro, no importa en demasía. Tampoco importa la muerte de Abrodolph Lincoler, un clon que fusiona el ADN de Abraham Lincoln y Hitler en un confuso amalgama de indecisiones que lo convierten en el político más equilibrado que ha existido jamás. Rick y Morty tiene un humor… especial.
Esta serie irreverente y absurda, en la que la manipulación mental, la rotura de la cuarta pared y los mundos paralelos son una constante junto al maltrato de los personajes o el alcoholismo, se ha convertido en una de las mejores expresiones para el público adulto. Por lo visto, tenemos mucha cultura a nuestras espaldas, del Zeus griego a Terminator pasando por Parque Jurásico y Dragones y Mazmorras, y queremos ver cómo estos universos implosionan.
Queremos ver qué habría pasado si Freddy Krueger tuviese un hijo con Inception, o cómo es el combate entre Rick y el dios de dioses usando mecánicas de Dragon Ball. Nos apasionan los giros absurdos, y que una civilización caiga cuando su moneda pasa de valer 1 a valer 0. Malditos burócratas. They’re just robots Morty, it’s ok to shoot them if they’re robots!
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