Regina Anderson (Fuente).

Hace unos días hablábamos de Belle da Costa, la mujer negra que consiguió convertirse en una de las bibliotecarias más poderosas de Estados Unidos gracias a estar al frente de la la Pierpont Morgan Library. Pero mientras Belle cerraba tratos millonarios en los que conseguía hacerse con Biblias de Gutenberg, manuscritos medievales iluminados u originales de Leonardo Da Vinci, de Mozart o de Miguel Ángel, entre otros, otra bibliotecaria negra despuntaba en el panorama cultural de Nueva York, convirtiéndose en una pieza clave del Renacimiento de Harlem, que supuso un renacimiento de la cultura y del arte afroamericano sin precedentes. Se trata de Regina Anderson.

Al ver a Regina no sería extraño pensar que por su venas corría sangre afroamericana, y en parte era así, pero también tenía ascendencia judía, india y sueca. De madre artista y padre abogado, Regina se creció en una respetable familia de clase media. Después de que sus padres se separaran fue a vivir con sus abuelos en Illinois, para más tarde volver a Chicago, donde se graduó y comenzó a trabajar en la Biblioteca Pública de Chicago, en 1921.

Al año siguiente se mudaría a Nueva York, al centro de Manhattan, y consiguió trabajo de bibliotecaria en la sucursal de la calle 135 de la Biblioteca Pública de Nueva York. En aquel momento muchas bibliotecas tenían alguna forma de segregación ‒en Atlanta y en Nueva Orleans había sucursales separadas para los usuarios negros y los blancos y en ciudades como Charleston o Dallas directamente se les prohibía usar bibliotecas públicas‒, pero en la Biblioteca Pública de Nueva York todo el mundo era bienvenido. Eso sí, sí existía una cierta segregación en los bibliotecarios, ya que estos se elegían basándose en el color de piel más habitual en el vecindario. Por ejemplo, si alguien de Europa del Este solicitaba un puesto era enviado a la Biblioteca Webster del Upper East Side, para los judíos rusos estaba la sucursal de Seward Park en el Lower East Side, y los negros eran enviados a la sucursal de la calle 135, en Harlem, que es donde fue destinada Regina.

Lectores en la sala Schomburg de la sucursal de la calle 135 de la Biblioteca Pública de Nueva York (Fuente).

La jefa de la sucursal era por aquel entonces Ernestine Rose, una mujer blanca que estaba empeñada en que la biblioteca fuera un espacio lo más útil posible para el vecindario. Cuando Regina comenzó a trabajar en la sucursal en abril de 1923, esta ya era un lugar lleno de vida. ¿Qué aportó Regina como bibliotecaria? No tardó en darse cuenta de que el sistema educativo de Estados Unidos había obviado las aportaciones de la comunidad negra y se propuso ponerle remedio a esos vacíos. Comenzó a organizar, por ejemplo, un ciclo de charlas semanales con Hubert Harrison, un intelectual socialista conocido por sus discursos. Además, se esforzó por dar a conocer el North Harlem Community Forum, que eran una serie de conferencias semanales, y tiró de los contactos que fue haciendo para conseguir que diferentes intelectuales participaran en él. Así conoció a Langston Hughes, a Eric Walrond o a Claude McKay.

La vida laboral y personal de Regina poco a poco fueron confluyendo. Después de comenzar a trabajar en la sucursal de la calle 135, se mudó a un apartamento en el 580 St. de Nicholas Avenue, con otras dos jóvenes, Louella Tucker y Ethel Ray ‒que pronto sería conocida como Ethel Ray Nance‒. Amba trabajaban en Opportunity, una popular revista afroamericana. Era un apartamento elegante, con buenas vistas de la zona, que sus inquilinas bautizaron como Dream Haven. Por Dream Haven pasaron artistas, escritores, poetas, compositores, intelectuales y activistas políticos. Langston Hughes y Arna Bontemps se conocieron allí y entablaron una amistad que duró casi medio siglo. El poeta Countee Cullen pasaba casi todas las noches y a veces escribía allí. En 1924, Zora Neale Hurston terminó durmiendo en el sofá durante una temporada. Otro invitado frecuente fue Carl Van Vechten, escritor y fotógrafo blanco, que después de publicar un libro controvertido con un título racista basado en sus experiencias allí, supuestamente fue expulsado. De hecho, Regina y Ethel Ray ayudaron a organizar la cena del Club Cívico el 21 de marzo de 1924, en la que se reunieron docenas de intelectuales negros y que según algunos supuso el origen del Renacimiento de Harlem.

Una fiesta en la casa de Regina Anderson. De izquierda a derecha, Ethel Ray, Langston Hughes, Helen Lanning, Pearl Fisher, Regina Anderson, Rudolf Fisher, Luella Tucker, Clarissa Scott, Esther Popel, Hubert Delany, Jessie Fauset, Marie Johnson y E. Franklin Frazier (Fuente).

Regina compaginó su labor como bibliotecaria con una faceta más artística: estuvo en dos grupos de teatro diferentes y escribió tres obras bajo el seudónimo de Ursula Trelling. Estaba convencida, y así lo escribió, que los libros eran el « medio más fuerte para promover la comprensión intercultural». Cada día se llevaba varios ejemplares a casa, a veces hasta siete u ocho, los hojeaba y tomaba notas sobre ellos para después poder recomendarlos a sus clientes.

En 1926 se casó con el abogado Bill Andrews, y su dama de honor fue la novelista Jessie Fauset. En aquel entonces estaba en la sucursal de Woodstock, en el Bronx, donde fue la primera bibliotecaria afroamericana. Sin embargo, Regina sentía que su carrera se había estancado: a pesar de que aparentemente no existía una política de segregación en la Biblioteca Pública de Nueva York, a medida que había ido ascendiendo parecía que la institución era menos partidaria a darle cargos relevantes, que sí iban destinados a sus colegas blancos. Finalmente consiguió ascender y se convirtió en la primera jefa afroamericana de una sucursal, concretamente la de la calle 115. Más tarde estuvo al frente también de la sucursal de Washingtong Heights, donde siguió desarrollando su labor como animadora cultural, promoviendo seminarios, charlas o grupos de teatro.

En 1966, a los 65 años, se jubiló, después de haber estado trabajando durante 40 años como bibliotecaria. El resto de su vida la dedicó a viajar, hasta su fallecimiento en 1993. La sucursal de la calle 135, que guarda muchos de los documentos y fotografías de Regina, se expandió y ahora se conoce como el Centro Schomburg para la Investigación de la Cultura Negra. Dream Haven recordado como un sitio histórico de cultura LGBT en Nueva York, así como una pieza fundamental en el Renacimiento de Harlem.

Fuente: Atlas Obscura.

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