
Imagen vía Pixabay.
“!Dónde estará él hoy,
cazando libélulas al vuelo.
mi hijito que se marchó!”
¿Qué me faltaría para llegar a ser como la madre?
Me faltarían muchos sentimientos como el de pérdida, de ausencia, falta del sentido de la vida, de la alegría, de la felicidad, de protección, de ser guía y consuelo, de alguien que todo lo podía, que no sentía cansancio, que ya ni tan siquiera sufre por haberlo perdido todo, que incluso calla ocultando el dolor porque no le queda fuerza ni para un suspiro. Que no acepta la pérdida del hijo y por eso mantiene una esperanza ficticia al preguntarse por el lugar dónde pueda encontrarse. Este es el sentido de las creencias en el más allá, o del cielo para los creyentes, como apoyo o mecanismo de defensa de una realidad que no podemos soportar. Es la creación de una falsa realidad ,como en los pragmáticos, porque la vida que nos toca vivir se ha vuelto insoportable. Tenemos que creer en algo, o mejor dicho, crear algo que dé sentido a la vida, algo que nos de una posible explicación a la desilusión. La madre piensa que no existe el bien, ni un Dios justo al permitir el mal. Mira al cielo con gesto desconfiado, ya no cree. Ya no tiene sentido la vida. Es como el sentimiento trágico de la vida en Unamuno.
Y… ¿para llegar a ser como el hijo?
Me faltaría no entender las lágrimas de la madre, ya que siempre pensamos que una madre es la que todo lo puede, como un héroe que nos ayuda a sobrevivir a las tragedias. De niña no entendía sus lágrimas, ahora me preocupan.
Podríamos plantearnos que pensar en lo que me falta para llegar a ser como un hijo que ya no está es algo patético, ya que algo o alguien que está muerto ya no existe. Sin embargo sigue siendo al quedar en el recuerdo de la madre, en sus constantes pensamientos como si aún estuviese en algún lugar. Es algo imborrable y que nos a acompañar siempre.
Por otro lado, si me voy al segundo verso “cazando libélulas al vuelo” es la acción del hijo. Creo que la libélula es un insecto que tiene un sentido muy positivo en otras culturas como la japonesa. Allí existe esta tradición en los niños para cazarlas. Algo paradójico ya que la consideran un animal como protegido ya que caza otros insectos dañinos. La caza de las libélulas representa la liberación, la despreocupación, la ausencia de problemas en los niños o en los hijos que ignoran las preocupaciones de los padres. El vuelo de la libélula podría representar la luz del bien. También podría referirse al camino de ascenso del hijo, desde el mundo terrenal hacia esa otra vida que inventamos. Una realidad inventada para huir de las sinrazones de esta vida. Un hijo, en este caso una hija, que necesita la mano de la madre como consuelo y apoyo, incluso en el más allá.
Y… ¿como el médico? El médico sentiría una sensación de impotencia ya que no ha logrado salvarlo. Representaría lo que nos falta para acercarnos a la ciencia y a la técnica. Esas de las que hablaba Ortega y decía que era lo que le faltaba a España para salir de nuestra crisis. El médico podría haber sido la salvación, la posibilidad de la absoluta imposibilidad (muerte), pero fracasa, como ocurre cuando la naturaleza intenta darnos la mayor lección posible: la que nos recuerda que no somos inmortales.
Y… ¿como el autor del poema? Para llegar a ser como el autor del poema me faltaría completarlo. Es el poema de la muerte, de la ausencia de sentimientos, de posibilidades. Es el Unamuno trágico, el Schopenhauer pesimista y el Nietzsche que se sale con la suya al demostrarnos que los apoyos en las creencias que teníamos, aquellos que les daban sentido a nuestra vida ya no están. Por eso yo no inventaría el superhombre sino los hombres particulares con sus ideas y creencias, con sus puntos de vista y perspectivas como en Ortega.
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