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Tal vez pueda parecer contradictorio, pero a veces lo más productivo para obtener los mejores resultados es tomar el camino más lento y penoso. O, al menos, es lo que piensan muchos de los grandes autores, que en los tiempos tecnológicos que corren prefieren seguir recurriendo a las viejas herramientas de escritura de toda la vida. Ahora bien, ¿existe alguna base real en esta creencia o es solo uno más de los muchos fetiches creativos que tienen muchos autores?

La idea la expresó, por ejemplo, el biógrafo Robert Caro en Wall Street Journal: prefiere escribir el primer borrador a mano, para después terminando sus libros con máquina de escribir. Es cierto que Caro no es precisamente conocido por su velocidad publicando libros, porque al fin y al cabo tiene un ritmo de una biografía por década, pero se apresuró a aclarar que no es una cuestión de escritura en sí, que es un proceso que hace bastante rápido, con pluma y máquina de escribir, que lo que le lleva más tiempo es investigar. Y no es el único que tiene esta forma de pensar. Autores poco amigos de los ordenadores y amantes de la escritura a mano son J.K. Rowling, Neil Gaiman, Joyce Carol Oates, Stephen King o Danielle Steel, solo por mencionar algunos. Otros, como Don DeLillo, siguen usando su máquina de escribir, a pesar de que, como él mismo comentaba, estaba vieja y tenía que repararla constantemente.

¿Por qué esta manía de tantos escritores de la vieja escuela? ¿Acaso es por dificultad para adaptarse a los nuevos tiempos? Lo cierto es que una idea muy generalizada entre ellos es que los ordenadores son demasiado eficientes y hacen que cambiar algo sea demasiado fácil, lo que al final ralentiza el proceso de escritura. Al escribir los borradores a mano, en cambio, se trabaja de forma lineal, lo que evita la constante tentación de volver atrás o de modificar lo que se ha hecho.

Gaiman compara la escritura de una novela con la construcción de una pared de ladrillos sin cemento. Son como piedras entrelazadas que forman un todo, sobre el que el escritor va trabajando constantemente, poniendo una palabra detrás de otra. DeLillo, por su parte, cree que usar una máquina de escribir le permite trabajar a un ritmo más reflexivo y tener una mayor sensación de logro. Le gusta ver las palabras en la página. En The New Yorker explicaba que en el ordenador se usan las mismas habilidades de escritura que en una máquina de escribir, pero el contacto no es el mismo. Mientras que en el ordenador se pasan los dedos ligeramente sobre las teclas, haciendo un sonido suave de golpeteo, en la máquina de escribir prácticamente hay que apuñalar las teclas, provocando un ruido ensordecedor. Detalles como ese, o la necesidad de cambiar la página, son una señal de que el trabajo se ha hecho. Aunque teniendo en cuenta que DeLillo escribe un párrafo por página, no es demasiado difícil de tener esa sensación.

Sí, seguramente evitar escribir borradores a ordenador no hagas que te conviertas en un grandísimo autor, pero tal vez notes que el proceso se vuelve más fluido y creativo. Al fin y al cabo, ya hemos hablado en alguna ocasión de los beneficios de escribir a mano. Hay estudios que sugieren que mejora el pensamiento. Por ejemplo, escáneres cerebrales realizados durante ambas actividades muestran que cuando se escribe una palabra a mano en lugar de hacerlo en un teclado se produce una mayor actividad cognitiva. Otros estudios, llevados a cabo tanto en niños como en adultos, demuestran que usar un bolígrafo para tomar notas en lugar de hacerlo con un teclado permite una mayor retención de información a largo plazo, así como una mejora en la organización del pensamiento y una mayor capacidad para generar nuevas ideas.

Es por eso que no conviene pasar por alto las recomendaciones de estos grandes autores e intentar darle una oportunidad al menos a las viejas herramientas de escritura de toda la vida. Quién sabe, tal vez te ayude a mejorar lo que escribes.

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