Ken Liu, el autor del genial El zoo de papel y otras historias, así como de las novelas La gracia de los reyes y El muro de las tormentas nos presenta esta antología de ciencia ficción china, Planetas invisibles, que nos llega traducida al castellano por la editorial Alianza, bajo su sello Runas. Un compendio de algunos cuentos de ciencia ficción que llegan desde el telón que separa la narrativa occidental a la que estamos acostumbrados, y la misteriosa y secreta República Popular China. Lo hace en una doble publicación (de la que Planetas invisibles es su primer tomo) y con una selección cuidada, traducida con esmero al inglés por el propio Liu y al castellano por Manuel de los Reyes y David Tejera Expósito. Un pizca de lo que se hace en el mundo de la ficción más especulativa en uno de los países que, para los lectores occidentales, es a sí mismo un gran misterio.
“China tiene una cultura muy dinámica y variada en lo que a ciencia-ficción se refiere, pero apenas se traducen unas pocas historias, lo que impide que los lectores que no conocen el idioma puedan apreciarlas.”
La labor de traductor y editor de Ken Liu en este primer tomo titulado Planetas invisibles resulta más que encomiable. También el traducir una traducción, trabajo que recae por parte de Alianza sobre Manuel de los Reyes y Daniel Tejera Expósito. Al fin el lector en castellano puede acceder a una porción de la ciencia-ficción china que se edita hoy día y cuyo ejemplo más laureado es Cixin Liu y su Trilogía de los tres cuerpos. Una ola que se inició con El problema de los tres cuerpos (primera parte de la trilogía) ganando por primera vez el premio Hugo a mejor novela siendo originalmente no escrita en inglés. La veda que se abrió desde entonces es bien conocida por los aficionados al género.
En esta selección nos encontramos a una mayoría de autores nunca publicados en castellano (con las excepciones de algunos nombres como el propio Cixin Liu o Chen Qiufan) y su forma de aproximarse a la ficción más especulativa de todas es variopinto. Como el propio editor señala en el prólogo, no existe una forma homogénea de escribir ciencia-ficción en China, del mismo modo que no existe en occidente. Los autores son dispares, los cuentos son únicos y su nexo de unión es el de servir como muestrario o almanaque de una cultura literaria particular. Hay cuentos exóticos que miran hacia el folclore, como sería el caso de los que firma la autora Xia Jia; y los has que se miran más en la ciencia-ficción occidental, como podría ser el caso del autor Ma Boyong. De esta forma se cumple lo que se esperaba: que un muestrario no es más que eso, una muestra. China parece rica en ciencia-ficción, y ya es hora de acercarse un poco a ella.
De una primera lectura podría sacar algunos cuentos favoritos. Los tres que aporta Qiufan (especialmente el titulado El pez de Lijiáng) me han parecido hermosos. Cercano al imaginario popular que podemos tener de China, pero mostrando un conexión insólita entre tradición y tecnología. Futuro y pasado. El que cede su título al tomo, Planetas invisibles, de la autora Hao Jingfang resulta uno de los más bellos ejercicios descriptivos que he tenido el placer de leer. Se recorren aquí una serie de mundos peculiares, llenos de misterio, habitados por distintos seres que se colocan en diversos espectros de lo que suele ser nuestro entendimiento humano. También se pueden leer dos cuentos de Cixin Liu que, lamentablemente, los lectores españoles ya conocemos: el primero, El círculo, por tratarse de una adaptación a formato cuento de uno de los capítulos de El problema de los tres cuerpos. El segundo, Cuidando de Dios, por encontrarse recogido en La tierra errante, antología propia del autor que ha sido traducida directamente del chino, por lo que al comparar ambas se acusan notables diferencias (aunque la presentada aquí por Alianza es la primera en castellano).
Mi cuento favorito no ha sido el laureado Entre los pliegues de Pekín, premio Hugo 2016, que me temo me ha dejado bastante indiferente. Curiosamente mi preferido ha sido el más occidental de todos: La ciudad del silencio. Ma Boyong brinda un homenaje al 1984 de Orwell con este extenso cuento (unas cincuenta páginas en el meridiano del libro) que nos habla de una sociedad futura que suprime palabras para controlar a su población. Se prescinde del escenario chino, así como de sus personajes, pero se destila una sensibilidad poética, un gusto por la palabra, por recrearse en el detalle, por describir una soledad indescriptible. Da un giro de tuerca al neolenguaje de su citado homenajeado y coloca el silencio como arma más poderosa de un gobierno totalitario. Una lectura que resulta encantadora, hermosa y visceral. Aquí un extracto:
“Año 2046 en la Capital de la Nación.
La Nación no necesita nombre porque no hay más naciones. Así es como lo anuncia el Ministerio de Propaganda: no hay más Nación que la Nación. La Nación es la que es. Siempre ha sido así y siempre lo será.”
Otras menciones de textos que destacan en un conjunto que es muy bueno, dinámico, variado y de una calidad excelente, serían los cuentos La tumba de las luciérnagas (Cheng Jingbo) y Chica de compañía (Tang Fei). Sin embargo algunos textos (los menos) no me han impactado demasiado e incluso me he preguntado si realmente me encontraba leyendo ciencia-ficción. La selección de Ken Liu tiene el lastre de circunscribirse a un género al que cada vez se le colocan más etiquetas, y algunos de estos cuentos (como el citado Chica de compañía sin ir más lejos) no cumplen o cumplen cogidos con pinzas los requerimiento necesarios para ser considerados ciencia-ficción. Aquí cada lector juzgue por sí mismo.
El libro se cierra con tres interesantes ensayos sobre la ciencia-ficción que se edita en China, aunque no resultan ni tan estimulantes ni tan completos como el prólogo a la edición firmado por Liu. Con la excepción, quizás, del texto ¿Qué hace que la ciencia-ficción china sea china?, firmado por Xia Jia, que resulta en un buen broche a una lectura verdaderamente apasionante. Estoy deseando leer el segundo tomo, editado recientemente, y del que pronto hablaremos.
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