Batalla de Vertiéres (Fuente).

Varias cuestiones hacen de Los jacobinos negros, de Cyril Lionel Robert James, un libro fundamental para la biblioteca de cualquier lector atento de la historia latinoamericana y mundial. Repasarlas, aunque sea someramente, permite constatar cómo se escribe una historia profunda, comprometida, y al mismo tiempo capaz de abrir nuevos horizontes historiográficos.

Publicado en 1938, Los jacobinos negros sigue las alternativas de la revolución protagonizada por los esclavos negros en la colonia francesa de Santo Domingo, entre 1791 y 1804. Considerando la fecha de su publicación, el libro resulta precursor tanto de los estudios poscoloniales y panafricanos, como de la “historia desde abajo” que impulsó la historiografía británica a través de la producción de historiadores como Eric Hobsbawm, Georges Rudé y Edward Thompson, entre otros.

James adelanta una tesis que Eric Williams retomará en 1944 cuando publique su Capitalismo y esclavitud, a saber: que el tráfico de esclavos no fue un accidente en la historia mundial, sino antes bien una de las palancas fundamentales que utilizó el capitalismo para impulsar su desarrollo. Dicho de otro modo: que el comercio esclavista atlántico permitió acumular el capital a partir del cual arrancaría la Revolución Industrial en Europa. El trasplante de once millones de negros africanos a América cambió la historia mundial. De aquí puede desprenderse también la conclusión de que, al menos durante sus comienzos, el capitalismo logró producir plusvalor valiéndose de una mano de obra no libre. A su vez, esto permite constatar que, más que modelos productivos en estado puro, lo que se encuentra en la historia son formas de organización social que no siguen un mismo camino evolutivo.

Con gran talento, James denuncia en Los jacobinos negros los límites de las encandiladoras promesas de los liberales de la Ilustración, claramente visibles cuando los revolucionarios franceses de 1789, que decían querer la igualdad entre todos los seres humanos, se toparon con una inesperada revolución de esclavos negros que luchaban por su libertad. Los burgueses franceses estaban dispuestos a levantarse contra las cargas feudales, e incluso contra la monarquía, pero bastante menos dispuestos a considerar a los esclavos como sujetos con los mismos derechos. Las vacilaciones de la Asamblea Legislativa de la Francia revolucionaria, expuestas por James en su libro, lo dejan en claro. De este modo, el autor deja entrever que la historia no puede ser vista como la marcha de la libertad y el progreso a través de los tiempos, sino que las contradicciones históricas desbordan cualquier marco conceptual unívoco. Lo que James muestra entonces no es otra cosa que la lucha de clases, exenta de dogmatismos y determinismos.

Por otro lado, Los jacobinos negros reconstruye la historia de una revolución protagonizada por negros esclavos que luchan por su libertad, y que se produce en tierras americanas antes que los primeros movimientos juntistas en el Alto Perú ó el Río de la Plata. Con ello, su autor pone en jaque el esquema interpretativo que sitúa la crisis del orden colonial en América a partir de 1808, con la caída de los Borbones españoles.

James también desmonta las numerosas mentiras que la historiografía occidental compuso sobre Toussaint L`Ouverture, líder negro de la revolución anti-esclavista. Muestra que Toussaint era un esclavo que sabía leer y que, una vez convertido en líder de la rebelión, mantuvo su vida sencilla, acrecentó su educación en asuntos militares y económicos, y se mostró perspicaz para evaluar las cambiantes coyunturas políticas.

El libro cuenta además con una robusta sección bibliográfica, que incluye desde cartas y documentos hasta partes militares e informes comerciales, fuentes todas provenientes de archivos de varios países. Esto permite al lector no sólo visualizar el camino seguido por el autor en su investigación, sino también aproximarse a los argumentos de aquellos que denostaron la rebelión negra.

Por si esto fuera poco, Los jacobinos negros es un libro narrado con una prosa vibrante y directa, con un vocabulario rico y prolijo que permite una lectura llevadera.

Con todos estos aportes, no es de extrañar que el libro haya sido recibido con indiferencia por la historiografía occidental.

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Cuando los ecos de la Revolución Francesa llegaron a la rica colonia de Santo Domingo el precario andamiaje político de la isla voló por los aires. Los acaudalados plantadores, los burócratas realistas, los burgueses comerciantes, los blancos pobres y los mulatos ricos se enfrentaron en una lucha sin cuartel, con cambiantes alianzas, en torno al control de la situación en la colonia. A ello vino a sumarse, a partir de agosto de 1791, la rebelión de los esclavos negros.

Después de muchas vacilaciones, la Asamblea Legislativa de Francia envió una misión encabezada por Léger-Felicité Sonthonax con el cometido de pacificar la colonia. Enfrentado a un alzamiento monárquico, Sonthonax echó mano a un recurso extremo: el 29 de agosto de 1793 otorgó la libertad a los esclavos que se unieran a la causa patriota. Toussaint L´Ouverture, que hasta entonces había desconfiado de los franceses, aceptó el acuerdo.

Los horrorizados plantadores blancos convocaron entonces a los ingleses para que invadieran Santo Domingo y les ayudasen a restaurar la esclavitud. Pero enfrente ya había un pueblo en armas, y en 1798 los invasores fueron expulsados de la isla. Tras una guerra civil entre negros y mulatos, Toussaint obtuvo el poder y emprendió la pacificación de Santo Domingo, a través de un conjunto de medidas destinadas a restaurar la actividad económica.

Pero la burguesía francesa no estaba dispuesta a renunciar al control de la rica colonia, por lo que, siempre en nombre de la libertad y la igualdad, envió un poderoso ejército para aplastar a los negros insurrectos. Fue entonces cuando los antiguos esclavos empuñaron una vez más las armas para enfrentar nada menos que a los soldados de Napoleón Bonaparte.

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Cyril James nació en 1901 en Trinidad y Tobago. Gracias a una beca, se formó en el Queens Royal College de ese país. Ejerció la docencia y no tardó en interesarse por la historia colonial y étnica de su país y de América. Su pasión por el cricket le permitió marcharse a Gran Bretaña, en donde comenzó a escribir para el Manchester Guardian sobre ese deporte inglés. También escribió para otros periódicos y se involucró en la militancia política de las luchas anticoloniales. Después de publicar Los jacobinos negros, se instaló en Estados Unidos. Debió abandonar ese país durante el macartismo, pero consiguió regresar para seguir escribiendo sobre asuntos de historia, política, filosofía y literatura. Murió en Brixton, Reino Unido, en 1989.

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