Deja de lado las encuestas. Intenta no hacer demasiado caso a los índices de opinión o los debates públicos. Pasa olímpicamente de los sondeos de intención de voto. Duda cuando te vendan un relato lineal coherente. No te creas todo lo que la gente dice porque, tal y como demuestra Seth Stephens-Davidowitz en Todo el mundo miente (2017, Everybody lies), pocos decimos la verdad.

todo el mundo miente resena

Imagina un relato social, no importa cual sea. Un relato del estilo ‘los religiosos no consumen porno’, ‘los progenitores no se arrepienten de haber tenido hijos’, ‘las mujeres no están preocupadas por el tamaño de su vagina’ o ‘la gente dice la verdad en las encuestas’. Ya sea por temor a ciertos tabúes o porque nuestra mente nos engaña para mentir, los humanos tendemos a no decir la verdad.

Sabemos esto porque “el big data nos permite ver lo que la gente realmente quiere y lo que realmente hace, y no lo que dicen que quieren y dicen que hacen”. Por ejemplo, si uno pregunta a los conservadores estadounidenses sobre sus hábitos de masturbación, probablemente uno reciba como respuesta que no hacen tales cosas. Algo que desmienten con holgura las búsquedas de Google.

La realidad es que las búsquedas por portales de porno explícito aumentan con factores como el conservadurismo de la zona, aunque no se sepa del todo por qué. Este es un ejemplo chocante (y divertido) que Stephens-Davidowitz pone sobre la mesa junto a muchos otros. Otro sería que “es 3,6 veces más probable que adultos con hijos le digan a Google que se arrepienten de sus decisiones, con respecto a quienes no las tuvieron”.

Es muy probable que todo esto signifique algo. Quizá tendemos a emitir opiniones públicas en una línea determinada con el objetivo de no ser señalados socialmente y, una vez en la intimidad de nuestro hogar, buscamos “‘painful anal crying’, ‘publig disgrace’ and ‘extreme brutal gangbang’” como, de hecho hace el 25% de mujeres en PornHub. ¿Vivimos rodeados de tabúes y mentiras?

Lo que resulta interesante de estos y otros datos curiosos es que “la gente está más dispuesta a admitir algo si se encuentran solos frente a estar con más gente en una misma habitación”. Y aquí no hablamos solo de sexo: progresismo social, intención de voto, opiniones sobre LGTBI+, etc. Si hay alguien mirando, tendemos a cambiar lo que decimos. Quizá para hacerlo más aceptable.

Al respecto, el autor destaca la cita de Petel Thiel en De cero a uno (2014, Zero to one) cuando define “los ‘secretos sobre la gente’ como ‘cosas que la gente no sabe sobre sí mismas o cosas que escondemos porque no queremos que los otros sepan”. Un poco como aquella frase de The Village (2004) de “a veces no hacemos cosas que queremos hacer para que los demás no sepan que queremos hacerlas”.

Pero lo que Stephens-Davidowitz pone sobre la mesa va más allá de encuestas y mentiras. Parece ser que somos tan malos interpretando la realidad como diciendo la verdad. Destaca un experimento de Stefano DellaVigna en el que analizó el visionado de películas violentas y los índices de criminalidad: “los fines de semana en los que se emitía una película violenta […] el crimen bajaba”.

Este tipo de correlaciones causales están por todas partes, aunque no lleguemos a entenderlas del todo. Ocurren, pero ni las imaginamos ni sabemos por qué y, cuando surgen, tendemos a negarlas como si fuesen mentira. Parece ser que ver violencia es para el cerebro similar a ejercer violencia, pudiendo descargar esta en una película frente, por ejemplo, a hacerlo quemando un contenedor. La lista de curiosidades que aporta el libro es larga:

  • Ser pobre en una ciudad de ricos te hace vivir cinco años más que serlo en una ciudad sin ellos.
  • Si aterrizas en un barrio donde se suele engañar a Hacienda, es muy probable que empieces a hacerlo.
  • El aumento de consumo de porno duro se correlaciona con un descenso de la violencia doméstica.
  • La probabilidad de que una persona salga en Wikipedia depende de la ciudad en la que se crió.
  • Crecer cerca de grandes ideas da más oportunidades en la vida que hacerlo “con un gran patio” (expresión americana).
  • Cuantos más hijos de migrantes hay en un área determinada, más éxito tendrán los hijos de no migrantes nacidos allí.
  • Una de las mayores causas de éxito personal es aterrizar en la ciudad correcta.

Hoy en día sabemos todo esto gracias a los datos digitalizados y agrupados en enormes clusters de información. Y porque un tipo curioso llamado Seth Stephens-Davidowitz se puso a investigar qué podrían decirnos los datos sobre nosotros mismos, en particular buscando diferencias entre lo que decimos y lo que hacemos.

Todo el mundo miente es un libro divertido y muy asequible, disponible para todos los públicos y con cero dificultad para seguir razonamientos. Es cierto que en ocasiones explica a fondo conceptos avanzados sobre análisis de datos, pero se trata de pequeñas notas completamente obviables. La miga se encuentra en el análisis de la sociedad, que despeja incógnitas y nos deja expuestos a la realidad.

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