Si bien la primera impresión de la película puede parecer una sátira sobre los nazis, lo cierto es que es un retrato social, incisivo e íntimo del aislamiento y las formas en la que los traumas personales se mezclan con la violencia y la ideología. Jojo Rabbit es una película sobre la consciencia y la madurez repleta de referencias políticas, sociales y culturales en la que Taika Waititi se las arregla para unir los elementos y relatarlos a través de la mirada de un niño de diez años.

Jojo es un niño de un pequeño pueblo ambientado en los últimos años del nazismo que pretende encajar y formar parte de un grupo social con el cual sentirse identificado. Por ello, se emociona al unirse a las Juventudes Hitlerianas y asistir al campo de entrenamiento en el cual aparecen en escena diversos personajes como el Capitán Klenzendorf (Sam Rockwell), un héroe de guerra cansado y tuerto, su compatriota Finkel (Alfie Allen) y Fräulein Rahm (Rebel Wilson) quienes reproducen la transmisión cultural y los estereotipos judíos que prevalecen en la sociedad actual. A Jojo le acompaña la excelente interpretación de Adolf Hitler de la mano del mismísimo director, Taika Waititi, quien ejerce de conciencia del niño en la toma de decisiones y en su desarrollo personal. Aunque parezca un simple amigo imaginario que solo Jojo puede ver, la relación es más compleja de lo que aparenta, pues representa la constante lucha de los valores sociales inducidos (externos) frente a los valores sociales inherentes (internos) a los que se ve sometido en las diferentes problemáticas durante toda la película convirtiéndose así en una extensión del propio Jojo y sus inseguridades, simboliza el deseo de poder y dominio propio de un niño pequeño, Hitler mismo es un símbolo a la vez que una figura real, un elemento sobre el que Jojo puede proyectar su propio deseo de poder y control a pesar de sentirse ineficaz y débil. La película no tiene realmente un personaje malo visible aparte del espectro del nazismo, lo más parecido que tiene a un antagonista es al Capitán Deertz (Stephen Merchant) como un agente investigador de la Gestapo, quien sospecha que la madre de Jojo realiza actividades antinacionales.

Las escenas del campamento juvenil se parecen mucho a las obras recientes de Wes Anderson; la sensación de diorama y los niños uniformados y retozando no pueden evitar evocar a Moonrise Kingdom: Un reino bajo la luna, mientras que la rigidez del movimiento y la emoción parecen arrancados directamente de The Grand Budapest Hotel. La principal diferencia es el encanto por la estética de Anderson y su manera de endulzar situaciones comprometidas, algo que Waititi prefiere reflejar con un sentido más irónico sin rehuir de las implicaciones del nazismo en el mundo real haciendo recordar al espectador los grandes clásicos que trataron este tema como El Gran Dictador de Charles Chaplin o La Vida es Bella de Roberto Begnini. Si bien la película de Chaplin es bastante diferente a la de Waititi, utiliza una táctica política similar al atacar el mal del fascismo burlándose de él y convirtiéndolo en algo más digno de burla que de temor. El personaje de Benigni usa la ficción dentro de la ficción de la película para dominar la realidad de la guerra. Waititi, por otro lado, crea una narrativa de ficción para resaltar la ideología absurda que creó la guerra. Debido a esta dinámica, el público experimenta las realidades duales, las sensibilidades inocentes del niño que intenta dar sentido a la horrible verdad del Holocausto frente a la realidad de la que es consciente el público.

Mientras los niños queman libros con entusiasmo en una hoguera, Waititi rompe el caos infantil cortando a un primer plano de un Jojo asustado e inseguro que parece retroceder ante el feroz ritual. Después de que los adolescentes nazis se burlaran de él por negarse a matar un conejo, le pusieron el apodo burlón de «Jojo Rabbit». Para demostrar su valía, Jojo se anima durante un ejercicio de lanzamiento de granadas y termina con una lesión en la pierna y graves cicatrices faciales, que como alguien aparentemente discapacitado, se convierte ahora en objeto del desprecio nazi. En lo que podría ser el giro más difícil de la película, Jojo comienza a odiar su propia existencia. Tras una serie de acontecimientos, Jojo descubre que su madre Rosie ha estado ocultando a una judía en casa. Encuentra a la joven Elsa (Thomasin McKenzie) encorvada en un sórdido espacio de acceso detrás de la pared de un dormitorio. Waititi filma este descubrimiento como una película de terror consciente de sí misma, pero las duras condiciones en las que se encuentra Elsa, por mera supervivencia, son un marcado contraste con el resto de la cálida y cómoda casa de dos pisos de la familia y un guiño a la conmovedora vida de Anna Frank. La escena también sirve para presentar los estereotipos sociales y la mitología construida entorno a la comunidad judía a la que Jojo ha estado expuesto y en la cual el antisemitismo intenta encontrar su manera de justificar el odio racial. Fräulein Rahm en el campamento juvenil fue la encargada de persuadir a Jojo y convencerle que su tío había sido hipnotizado por un judío que le convirtió en un borracho apostador que engañó a su esposa y tuvo una relación inapropiada con su hermana y quien finalmente acabó ahogado en un accidente no relacionado. El amor que siente por su madre, el hecho de no delatarla por las consecuencias que podría acarrear y la curiosidad de un niño de diez años obliga a Jojo a comenzar una relación de amistad con Elsa.

Jojo Rabbit - 2019 - Crítica | Reparto | Sinopsis | Premios - Decine21

En las diferentes escenas de interacción entre ambos personajes, Jojo justifica esta relación como parte de su deber como nazi: investigar, escribir e informar acerca de todo lo relacionado con los judíos. Sin embargo, ejerce un rol de pequeño antropólogo interesado en estudiar y entender una comunidad que estaba siendo exterminada por las teorías supremacistas en las que le habían adoctrinado. La antropóloga Margaret Mead escribió un estudio etnográfico fundamental en 1928 titulado Coming of Age in Samoa (Adolescencia, sexo y cultura en Samoa). En él, describió la adolescencia en la isla de Ta’ū y esencialmente abrazó muchas de las ideas de su mentor Franz Boas sobre la cuestión de la naturaleza frente a la crianza. Boas fue un profundo oponente de la noción de principios del siglo XX en la que el racismo podía racionalizarse científicamente, y de manera similar, rechazó la defensa contemporánea de la práctica de la eugenesia. La investigación de Mead fue una reprimenda a la pseudociencia racial y, en consecuencia, a la eugenesia. Jojo Rabbit se acerca a Coming of Age in Samoa, ya que se basa en algo real y observado que se ha filtrado, como todas las cosas, a través de un punto de vista específico que sostiene una opinión identificable y comparten el mismo objetivo, derrotar las perniciosas creencias supremacistas y en el que teoriza que la cultura tiene una influencia principal en el desarrollo psicosexual. Es un texto clave en el debate naturaleza versus crianza, así como en discusiones sobre asuntos relacionados con la familia, la adolescencia, el género, las normas sociales y las actitudes.

La joven Elsa se siente igualmente sola, ha vivido varias vidas de dolor y, sin embargo, en realidad no ha vivido nada. Una escena tranquila entre Rosie y Elsa en el sótano, en la que Rosie le cuenta a la joven todas las cosas que podrá hacer como mujer es otro punto culminante de la película. La cuestión de si vivirán para ver ese día se cierne sobre ambos personajes, pero se niegan a expresarlo con palabras. Es una de las pocas escenas en las que Waititi hace una pausa en el impulso y presta su atención a un par de personajes que participan en una conversación íntima y tierna en la que tiene especial importancia el papel de la mujer libre no sólo del nazismo sino de la propia sociedad. Con el tiempo, la relación tensa que Jojo mantenía en un principio con Elsa se relaja hasta entablar una amistad libre de prejuicios sin olvidar que Jojo debe lidiar con la presencia potencialmente peligrosa de Elsa. Waititi logra visibilizar la dinámica social que comparten los dos niños: a Jojo se le ha enseñado a odiarla de la misma manera que a él se le ha enseñado a odiar sus propias cicatrices, pero Elsa también es la única persona que parece aceptarlo de verdad y es quien ejerce como consciencia antagonista al Hitler de Jojo acercándose a la teoría del psicoanálisis de Freud en relación a los conceptos fundamentales de Ello, Yo y Superyó representados en Hitler, Jojo y Elsa. Cuando Elsa se ve obligada a salir de su escondite ante la presencia de Deertz, el saludo con la mano alzada al que Elsa está obligada a realizar le conlleva un inmenso dolor a la joven judía. Un gesto que durante toda la película ha sido tratado con un exquisito y bien trabajado tono jocoso regresa con ferocidad acercando al espectador a la carga social que implica el gesto y su representación. La cámara permanece en el rostro de Elsa, y la película se centra en lo que está en juego en la vida de una niña, el alma de un niño y, potencialmente, el alma de otro personaje nazi, el Capitán Klenzendorf, que intenta enmendar las cosas en el último momento. La película no perdona la brutalidad, pero sin duda empatiza con el arrepentimiento.

Si bien en la mayoría de la película se observa la ideología más conocida del Reich, Waititi expone un momento muy sutil de Hitler con un penacho indígena de las llanuras del Lejano Oeste que destaca en el escenario de la Alemania nazi y que quizá desconcierte a algún espectador sin saber por qué Hitler usaría un artículo tan sagrado. Aunque esta escena en particular solo dura un total de 30 segundos, su intención es hacer referencia a una larga historia del romanticismo alemán de Estados Unidos, específicamente a una visión romántica sobre las tribus nativas que aún existe, por ejemplo, a través de las populares novelas de aventuras de Karl May. La reputación de May de escribir sobre el idealizado oeste americano dejó una huella permanente en la cultura alemana. Algunos de estos libros incluían el personaje héroe de Old Shatterhand, quien tiene dos pistolas y monta a caballo por las tierras abiertas del oeste de Estados Unidos. A su lado está Winnetou, el hermano de sangre nativo de Old Shatterhand y jefe de los Apaches Mescaleros, quien está destinado a representar la bondad humana, así como una vida más simple y cercana a la naturaleza. Ahora, no sorprende que el verdadero Adolf Hitler fuera un gran admirador de los cuentos de Old Shatterhand y Winnetou. Un romanticismo falso y racista de otro país encaja perfectamente en la ideología fascista que marcó la época del dictador en el poder. Las intenciones de estos participantes aficionados o incluso de Karl May podrían no estar basadas en un comportamiento malicioso, pero eso no excusa el daño que esta tergiversación causa a las comunidades nativas. Cada tribu tiene su propia historia de genocidio y métodos de extinción intencionados que a su vez se ha convertido en una romantización monolítica de la verdad a través del término Destino Manifiesto o el Mito de la Frontera. La práctica de los primeros estadounidenses de conquistar tierras que no eran de ellos para extenderse por el continente también se mencionó en las propias inspiraciones de Hitler, esta vez en su escrito conocido como Mein Kampf. W. R. Wood escribió un artículo para el Journal of the Plains Anthropological Society titulado “El papel del Occidente romántico en la configuración del Tercer Reich” en el que argumenta que no se puede culpar a las novelas de May por el dolor y la destrucción que causó Hitler porque «probablemente habría desarrollado una personalidad psicótica sin ellas».

Por otro lado, mientras que Rosie obsequia a Jojo con historias de su padre, un supuesto héroe de guerra, comparten una camaradería juguetona, baila siempre que puede y anima a Jojo a hacer lo mismo. Lleva el peso del mundo sobre sus hombros, equilibrando silenciosos actos de resistencia con mantener las apariencias, un trabajo que incluye no solo mantener al solitario Jojo en el camino correcto sin revelar su verdadera lealtad, sino también mantener viva la esperanza para Elsa. Sin embargo, la película anuda la garganta de cualquier espectador cuando Jojo y su madre descubren los cuerpos de cuatro disidentes ahorcados en una plaza pública. Waititi presenta este descubrimiento en un extraño momento de quietud contemplativa, el silencio solo se rompe con un breve intercambio de diálogos que ilumina a ambos personajes en el que Jojo le pregunta a su madre qué habían hecho, a lo que su madre responde: «Lo que pudieron». La idea de la muerte comienza a imponerse en el proceso de madurez de Jojo así como a entender la realidad y el mundo que le rodea. Lo primero que ve de uno de los disidentes ejecutados son sus zapatos, colgando justo por encima de su cabeza. A partir de ese momento, los pies son elementos recurrentes en la película; cada vez que la madre de Jojo entra en escena, ella está de pie sobre él, en una plataforma o en algún descansillo elevado, y todo lo que él ve y todo lo que el espectador puede ver son sus zapatos enmarcados de manera similar, utilizando la técnica de la simetría que manipula las emociones del espectador, como lo hacen Kubrick o Anderson; así como la alusión al hecho de bailar, la referencia de unos pies inmóviles, muertos, frente a unos pies que bailan, que están vivos. En otro momento de la película, Elsa le dice a Jojo que cuando termine la guerra, ella quiere bailar. Cuando finalmente salen de la casa al final de la película, se paran en la calle y bailan, aliviados de que la guerra haya terminado. Bailar representa placer ante la adversidad, alivio cuando se acaba y esperanza en el futuro.

Cuando la guerra finalmente llega a la ciudad de Jojo, es brutal y desoladora, Waititi se niega a alejarse de las imágenes frías y violentas de la Segunda Guerra Mundial. Aparece la angustia de ver a la gente del pueblo sufrir en una guerra tan infame; la tragedia central de Jojo Rabbit es que las personas están siendo absorbidas por la atrocidad de la supremacía blanca en ambos bandos, sus víctimas son aquellos cuyos cuerpos destruye y aquellos cuyas almas corroe. Al principio del campamento nazi, a Jojo se le obsequia con una daga y se le aconseja que se la guarde en todo momento. Más tarde, cuando encuentra a Elsa en su casa, ella le roba la daga. A partir de este momento, la daga se convierte en un símbolo de las formas en que Elsa, una niña judía, gana ventaja sobre Jojo quitándole el principal instrumento de su lealtad a Hitler. Posteriormente, cuando la Gestapo registra la casa de Jojo, estos observan que está sin su daga, lo que representa su fallida lealtad al Führer. Elsa acude en su rescate fingiendo que es su hermana y se la había robado en una pelea entre hermanos, aunque su poder simbólico más profundo emerge cuando Jojo encuentra a su madre ahorcada en la plaza, se vuelve inconsolable, trata de apuñalar a Elsa con la daga, pero no se atreve a hacerlo. La daga es un símbolo de la violencia que, en última instancia, Jojo es incapaz de cometer a pesar de haber perdido a su madre.

Jojo Rabbit nos muestra un niño asustado obligado a crecer muy rápido en un mundo mucho más grande que él dividido entre el odio y el amor y que ni si quiera comprende del todo. El idealismo de Waititi nos recuerda que las únicas risas que se pueden tener son las amargas en un mundo que banaliza el Holocausto y olvida pronto los pavorosos crímenes de lesa humanidad acaecidos en la Segunda Guerra Mundial resurgiendo peligrosamente en portavoces que mantienen una actitud ecuánime ante la magnitud de los horrores del nazismo. A pesar de la dureza de las últimas imágenes de la guerra, Waititi nos recuerda que el amor es el elemento más poderoso del mundo, que la vida es un regalo y hay que celebrarla. We Must Dance.

Ich, Ich glaub’ das zu träumen
Die Mauer
Im Rücken war kalt
Schüsse reissen die luft
Doch wir küssen
Als ob nichts geschieht
Und die Scham fiel auf ihre Seite
Oh, wir können sie schlagen
Für alle Zeiten
Dann sind wir Helden
Nur diesen Tag

Helden

David Bowie

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