Barcos del almirante Zheng He.

Durante siglos, los barcos chinos fueron los mejores del mundo. Todavía en la actualidad, el modelo de embarcación que lleva más tiempo navegando en el planeta es el junco chino. Su técnica de fabricación ha sido declarada patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.¹

Los juncos datan del siglo V a. C. Estaban construidos con un revolucionario sistema de mamparos que dividía la nave en compartimientos, de modo tal que si en uno de ellos se abría una vía de agua, el barco podía continuar a flote. El timón consistía en un único plano, que requería escasa fuerza física para su manejo, y que podía retraerse en aguas poco profundas para evitar su destrucción. Este avanzado sistema de dirección le llevaba nada menos que mil años de ventaja a sus similares europeos. El casco plano del junco lo hacía maniobrable en puertos o ríos de escaso calado. El versátil aparejo permitía girar las velas por completo en torno del mástil, para así tomar el viento desde cualquier dirección, mientras que un ingenioso sistema de contrapesos permitía izarlas y arriarlas con gran facilidad.

Entre los siglos IV al III a. C. los chinos desarrollaron la estrategia del combate marítimo a distancia. Para ello, montaron catapultas en sus barcos, con lo que conseguían dispararle a las naves enemigas desde lejos. Aunque las había de gran tamaño, las más usuales eran unas catapultas pequeñas, lo suficientemente livianas como para montarse en un buque que debía conservar su maniobrabilidad y su ligereza. La base era de madera y el brazo de lanzamiento de bambúes unidos, lo cual le proporcionaba flexibilidad al momento del disparo y control del movimiento resultante. Las catapultas estaban adaptadas para lanzar tanto proyectiles de ruptura como incendiarios. Para este último caso, los barcos tenían pequeñas fraguas alimentadas por fuelles, en donde se calentaban las balas metálicas. El contacto de esta munición con materiales combustibles como maderas y telas provocaba peligrosos incendios. Estos sistemas de artillería, simples pero de elevado poder destructor, permanecerían inalterados hasta la introducción de la pólvora, en el siglo XII.

China está surcada de ríos, por lo que los principales combates navales se daban en ellos y no en alta mar. En 285 desarrollaron un barco gigantesco (se calcula que tenía 180 metros de eslora), que se desplazaba por el Yangtsé. De este modo, contaron con una fortaleza móvil que podía transportar soldados y armamento hasta donde estuviese el enemigo.

Con la misma idea, desarrollaron los barcos-torre, extraordinariamente resistentes. En 584 botaron uno de estos barcos dotado de una torre de cinco pisos, un verdadero gigantismo naval para la época. Contaba con un enorme brazo que se dejaba caer sobre la cubierta del barco enemigo, causando grandes destrozos. También tenía unos potentes garfios que facilitaban el abordaje posterior. De este modo, los chinos de la Antigüedad perfeccionaron también el combate naval desde cerca, costado con costado.

A partir de 418 introdujeron otra revolucionaria tecnología naval: los barcos de ruedas de paletas. La novedosa tecnología se inspiró en los molinos hidráulicos rurales: en vez de que el agua fluyera por la rueda, sería la rueda la que empujaría el agua. Fue así como montaron ruedas en los costados de los barcos, y situaron bajo cubierta a los marineros encargados de impulsarlas. Estos barcos poseían una gran maniobrabilidad, puesto que podían cambiar el rumbo con solo detener las paletas de un costado. El conjunto de una embarcación que se movía sin velas y sin seres humanos a la vista debió causar gran asombro. Con el tiempo, los chinos mejoraron el diseño de estas naves, les dieron mayor eslora e incorporaron más ruedas a cada lado.

Durante la dinastía Song (960-1279) las artes de la navegación consiguieron nuevos avances. El principal de ellos, y que habría de revolucionar para siempre las condiciones de los desplazamientos marítimos de la humanidad, fue el empleo de la brújula. Apoyados en ella y en las ancestrales observaciones astronómicas de las que disponían, los chinos se aventuraron en viajes más largos. También en esta época se generalizaron los barcos de rueda con camarotes y botes salvavidas, lujos que los pasajeros de los barcos occidentales tardarían mucho en conocer.

Las minas submarinas, que Occidente introduciría recién con la guerra de Crimea (1853-1856), ya habían sido desarrolladas por los chinos durante la dinastía Song. Consistían en una carga de pólvora contenida en una bolsa, que se colocaba sobre una madera y se sumergía bajo la superficie del agua. La carga se estabilizaba con unos flotadores hechos de vejigas de bueyes. La mecha se envolvía en tripas de cerdo para mantenerla seca. Una barra de incienso encendida trasladaba el fuego hasta la mecha, y ésta lo llevaba hasta la carga de pólvora. Esto puede parecernos primitivo, pero en su época era un ingenioso dispositivo bélico.

Además de las minas, los chinos también diseñaron barcos que antecedieron a los brulotes de las marinas europeas. Consistían en una embarcación ensamblada por partes, cuya proa, cargada de explosivos, se clavaba en el barco enemigo mediante unas filosas púas. Luego el barco se separaba de la explosiva proa y huía rápidamente.

A comienzos del siglo XV los chinos construyeron unas colosales naves llamadas “barcos del tesoro” con los que realizaron extensos viajes que les permitieron ampliar sus contactos con otros pueblos del mundo. Estos descomunales barcos tenían nueve mástiles, cuatro cubiertas y espacio para albergar hasta 500 navegantes. Se cree que la construcción de la base del casco incluía un cemento hecho con polvo volcánico, lo cual los hacía más resistentes a la corrosión. Los historiadores navales han calculado que estos impresionantes navíos tenían una eslora de entre 100 y 140 metros. Las carracas y carabelas europeas de la época no pasaban de los 30 metros, cuanto mucho. Esto permite colegir que los chinos disponían de astilleros mucho más grandes que los que por entonces tenían los europeos.

En 1405 el almirante Zheng He se hizo a la mar en la primera de sus varias expediciones. A su mando estaba una escuadra mucho más grande que cualquiera de las que había en la Europa del siglo XV. En esos viajes, los marinos chinos tocaron distintos puntos de África Oriental, la península arábiga, Persia, el sur de la península india, Sri Lanka, Sumatra y Java. En su controversial libro 1421: el año en que China descubrió el mundo, el escritor inglés Gavin Menzies afirmó que Zheng He podría haber llegado hasta América en 1421, esto es, setenta y un años antes que Cristóbal Colón.² Aunque la hipótesis no ha podido probarse fehacientemente, está claro que aún en el siglo XV los barcos chinos seguían siendo los mejores del mundo.

Desde los primeros juncos hasta las expediciones de Zheng He, los desarrollos que los chinos introdujeron en las artes de la navegación durante la Antigüedad fueron ingeniosos y prácticos, y los barcos que produjeron no tuvieron parangón en su tiempo.

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¹UNESCO: “La técnica de fabricación de compartimientos estancos de los juncos chinos”, disponible en: https://ich.unesco.org/es/USL/la-tecnica-de-fabricacion-de-compartimentos-estancos-de-los-juncos-chinos-00321.
²Cfr. Menzies, Gavin: 1421: el año en que China descubrió al mundo. Barcelona, Grijalbo, 2003.

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