El cine de serie B es un tipo de cine que cuenta con un bajo presupuesto pero que, a diferencia del cine de autor, trata de tener presencia en los circuitos comerciales. Su estética más conocida, con tendencia hacia lo inverosímil, a través personajes, situaciones y escenarios cuanto menos caricaturescos, cuando no bizarros, o directamente de mal gusto, explica su predilección por las historias de fantasía, de terror o de ciencia ficción. Paradójicamente, esa misma falta de presupuesto obligó a agudizar el ingenio en el diseño, lo que hizo que gran parte de estas producciones pasaran a ser consideradas cine de culto ‒eso unido a que figuras de la talla de Tim Burton, Quentin Tarantino o Stanley Kubrick expresaran su afición a este tipo de cine‒.
La literatura tampoco ha sido un arte ajeno a la serie B. Este tipo de literatura, más conocida con el nombre de pulp, nació casi al mismo tiempo que el cine B, y también se caracterizó por su bajo presupuesto, editadas en una encuadernación rústica y barata, a menudo a través de revistas especializadas, y dirigidas a un tipo de lector que únicamente buscaba entretenimiento, sin más pretensiones. Al igual que ocurría con el cine, los géneros que más solían tocarse eran el de terror, fantasía y ciencia ficción, aunque también suspense y aventuras. Fruto de ello surgen decenas de revistas, como Amazing Stories o Weird Tales.
Si bien este tipo de historias alcanzó su apogeo en la década de los cincuenta y de los sesenta, sobrevive en los márgenes de la literatura oficial, en lo underground, los fanzines y los creepypastas, estos últimos tan de moda en las redes sociales. ¿En qué punto se sitúa entonces Novela B de Mónica Bustos, escrita en 2013? Pues bien, la novela de esta joven escritora paraguaya no es simplemente un hito más en la historia de este género marginal. Antes bien, es un curioso experimento: se trata de un intento consciente y deliberado por trasladar toda la esencia de la serie B a la literatura.
Es por eso que en su novela Mónica Bustos retoma algunas de las criaturas más conocidas de la serie B, como los vampiros, los hombres lobo, los asesinos en serie, los caníbales o los extraterrestres ‒sí, aunque sobre todo se centra en el género de terror, también hay guiños importantes a la ciencia ficción‒. Un punto de partida original es que sitúa todos estos mitos en Latinoamérica, por lo que también incorpora algunos personajes más regionales, como es el caso del chupacabras. Para que el efecto de serie B fuera lo más completo posible, lo más importante era transmitir al lector esa sensación de caricatura bizarra, por lo que el humor se utiliza de una forma muy particular, como ocurre con la acumulación hiperbólica de mitos de esta clase de historias.
Pero no solo se busca reproducir la serie B en los personajes, los escenarios o el argumento, sino que también la estructura. La novela está concebida para que el trabajo de edición también parezca que sea de serie B. Entre los capítulos de Novela B hay una aparente falta de continuidad, como si el bajo presupuesto no hubiera llegado para contratar a un editor profesional, que diera una forma coherente a todo el conjunto.
El resultado es una novela que, sobre todo al comienzo, cuando el lector todavía no se ha hecho a su particular forma de narrar, a modo de rompecabezas, se hace un tanto difícil. A través de cada capítulo se van entrelazando las historias de los diferentes personajes, pero sin ningún tipo de orden ni concierto, de una forma que parece más bien aleatoria, con saltos constantes en el espacio y el tiempo. Poco a poco, todo va convergiendo. Por ejemplo, un personaje que se presentó hace muchos capítulos vuelve a aparecer como telón de fondo en la historia de otro personaje. Y en el centro de ese puzzle se encuentra el personaje de Dila Dubi, una misteriosa y fascinante mujer que atrae al resto de personajes como polillas hacia la luz.
Siguiendo también la estética de la serie B, la novela de Mónica Bustos chorrea sangre ‒¿o será salsa de tomate?‒ casi en cada capítulo. De alguna forma, los personajes parecen haberse insensibilizado ante tanta violencia. No solo la sangre, todo, en Novela B, tiene un halo de impostura, de sobreactuado, desde las historias de amor hasta un final que recoge la tradición de las tragedias shakesperianas.
La única incongruencia que puede señalarse en este proyecto es que generalmente la serie B, tanto en el cine como en la literatura, ha dado como resultado historias fáciles de digerir, sin grandes pretensiones, algo muy alejado de la complejidad que requiere no perder el hilo en la experimentación narrativa de Mónica Bustos. Sin embargo, teniendo en cuenta que la serie B tiene una legión de fanáticos seguidores, estoy seguro de que Novela B hará las delicias en más de un lector.
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