La voz agitada que despertó a Mechi era el eco lejano de una existencia paralela. Eliodoro había llegado borracho una vez más, y esa noche estaba más enojado que de costumbre. Le preguntó a Mechi si había estado con alguien. Yo sé que vos te cogés a cualquiera, le dijo, y la golpeó varias veces en la cara a mano abierta. Las imágenes a Mechi le llegaban nítidas, aunque todo eso aún no había pasado, y de hecho ya no iba a pasar, no en esa realidad en la que Mechi se vistió pronto y salió a dar una vuelta. Con un poco de suerte Eliodoro se quedaría dormido y al otro día estaría más calmado. El Eliodoro no es malo, pasa que cuando toma se pone así, pensaba Mechi por los pasillos de la villa.
La lluvia había desbordado los piletones y la inmunda agua cloacal se mezclaba con el barro, lo que generaba un hedor muy particular capaz de producir arcadas a cualquiera, aunque Mechi ya ni lo notaba. Caminaba tranquila rumbo a los monoblocks, y al llegar escuchó que Miriam la llamaba desde el restaurante. Mechi se acercó, la saludó con un beso seco y ocupó una de las sillas de plástico. El zumbido de las moscas ya era parte habitual del paisaje. Mechi no tenía muchas ganas de hablar, aunque debía romper el silencio:
-¿Cómo está el Walter? ¿Sigue enfermo?
Miriam frunció el ceño.
-Ese no está enfermo, no quiere trabajar. Se la pasa con el celular todo el día…
Miriam se puso a distribuir los servilleteros sobre las mesas. Lo hacía para sentirse útil porque, con la lluvia, de todos modos no vendría mucha gente.
-¿Y al final la encontraste a la vieja?
Mechi suspiró. Ya todos sabían que le había prestado plata a la Jenny.
-No. Está desaparecida esa.
Mechi se sentía una tonta. Nadie le había avisado que la Jenny era ladrona. Parecía buena piba pero así son los malvivientes. Recordó el momento en que la Jenny le pidió la plata y sin dudarlo hizo que esa Mechi repasara todo lo que había sucedido hasta ese momento: los días de buscar a la vieja para recuperar la plata, la risa de la Miriam cuando le contó que le había prestado a la Jenny, y hasta cuando vio que la evitaba cuando se cruzaron en la parroquia. Al ver esas imágenes, esa Mechi se metió la plata al bolsillo y le dijo a la otra Jenny:
-No, disculpá, no te puedo prestar, estamos muy justos esta semana, ¿viste?
Con eso Jenny puso mala cara y se fue murmurando por lo bajo.
Mechi sonrió al pensar que la otra Mechi todavía conservaba el dinero con el que podría pagar los gastos de la semana. Se sintió bien por ella, aunque no pudo evitar pensar en la pobre Mechi que le había advertido sobre la borrachera de Eliodoro, que se había quedado en la casa, aunque seguro que ella estaba feliz porque le había evitado la golpiza.
No hay comentarios