Franco junto a otros militares durante unas maniobras. Extraído de Wikimedia.

Viendo la emocionante serie ‘La Valla’, resulta sencillo trazar varios paralelismos con la realidad. Y no solo por la dichosa pandemia que nos asola –en la ficción hay un virus que pone en jaque al país–, sino también porque nos trae ciertos ecos del pasado. En ‘Nueva España’, así se llama nuestra renacida nación en la serie, gobierna un presidente con mano de hierro al que pronto le van a crecer los enanos. De estos enanos es de los que vengo a hablaros, solo que de los que existieron en la realidad. Del mismo modo que ocurre en ‘La Valla’, cuando Franco gobernó en España también encontró opositores (en mayor o menor medida) entre los que contaba como afines.

Uno de los más famosos fue Alfredo Kindelán (1879-1962), responsable de la fuera aérea del bando sublevado durante la Guerra Civil. Ya durante el conflicto tuvo desavenencias con el Caudillo, pues Kindelán defendía la necesidad de terminar cuanto antes con la guerra. Sin embargo, Franco –quien era muy astuto en contra de lo que algunos creen– supo alargar la guerra a propósito para favorecer sus intereses, lo que le permite, en un futuro, perpetuarse en el poder. Terminada la guerra, Kindelán, quien era un monárquico conservador, fue desplazado por Franco en favor de Juan Yagüe, que se convirtió en el nuevo ministro del Aire, a pesar de ser un militar perteneciente al cuerpo terrestre. Comenzó el acercamiento entonces de Kindelán hacia el gobierno del Reino Unido, que presionaba para que Franco restaurara la monarquía y se evitara así que España formara parte de la II Guerra Mundial. Precisamente, Kindelán advierte al Caudillo de que si finalmente participaba junto a las potencias del Eje en la guerra, esto terminaría provocando un golpe para restaurar la monarquía. Franco no reparó en las críticas de Kindelán hasta el manifiesto de Lausana, donde se pide la restauración de Juan de Borbón. Identificado como uno de los líderes de la conspiración monárquica, es encarcelado y, posteriormente, exiliado a las islas Canarias debido a su edad.

Otro de los militares enfrentados a Franco era Antonio Aranda (1888-1979), general al mando de las tropas sublevadas en Galicia durante la Guerra Civil. Desde el inicio del régimen franquista, se mostró enfrentado a los falangistas, a quienes acusaba de corruptos y excesivamente violentos. Muy indiscreto, fue calificado por el célebre historiador británico Paul Preston como ‘el más enérgico y vocinglero de los conspiradores’. Franco sabía que tenía contactos en el Reino Unido y Alemania e, incluso, con la oposición antifranquista en España. Fue arrestado en 1943 acusado de conspiración, aunque fue liberado rápido debido a su importante papel durante la guerra civil española. A pesar de que siguió formando parte en reuniones de conspiradores, terminó perdiendo la confianza de los británicos y pasando a la reserva.

Sin duda, uno de los militares más poderosos de los que se enfrentaron a Francisco Franco era Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951). Creía que Franco no merecía el puesto que ostentaba pues era egoísta y mezquino, además de un cobarde por su excesiva prudencia a juicio del famoso general durante la guerra de Marruecos. De hecho, se refería al Caudillo como ‘Paca la Culona’. Uno de los momentos cúlmenes de la frustración de Queipo de Llano llegó con el tercer aniversario del golpe en Sevilla, donde atacó verbalmente en público a Franco después de que este otorgara la Cruz Laureada de San Fernando a la ciudad de Valladolid por su apoyo durante la guerra y no a la de Sevilla, sede del poder de Queipo y que él defendía como clave en la sublevación de 1936. Esto fue demasiado para el Caudillo, muy molesto con la actitud de Queipo. Le acusó de conspirar contra él y le mandó al ostracismo, proponiéndole irse a Argentina o a Italia. Queipo marchó a Italia como enviado militar y, a pesar de solicitarlo en diversas ocasiones, no puedo regresar a España hasta 1942.

A pesar de todo esto, Preston considera notablemente más peligrosa la discreta oposición del general Juan Yagüe (1891-1952). Conocido por la crueldad de sus tropas y su popularidad entre los miembros de Falange, tras acabar la guerra ejercía el mando del Ejército en Marruecos. Franco, como decíamos, lo nombró imprevisiblemente ministro del Aire haciendo gala nuevamente de su astucia, pues con este ascenso pretendía alejarlo del potente mando marroquí y garantizarse en cierta medida su apoyo. Yagüe trabajó de forma incansable como ministro en reconstruir las Fuerzas Aéreas españolas para tratar de participar junto a las potencias fascistas en la II Guerra Mundial. Sin embargo, no lo consiguió y comenzó a criticar a Serrano Suñer y Franco. Se sabe, además, que estuvo atento a varias conspiraciones para derrocar al dictador e, incluso, mantuvo correspondencia con Juan de Borbón en la que demostraba su malestar con Franco. Fue cesado como ministro del Aire en 1940 aunque, tras dos años de discreción, fue rehabilitado y nombrado comandante militar de Melilla.

No podemos finalizar sin mencionar el caso del general Heliodoro Rolando de Tella y Campos (1888-1967). Participó en su día en La Sanjurjada y, durante la guerra civil española, estuvo bajo el liderazgo del coronel Juan Yagüe en la Campaña de Extremadura. En 1941 fue nombrado gobernador militar de Burgos, cargo del que fue cesado apenas un año después. En 1943 fue privado de los honores militares debido a, en teoría, haber hecho uso de vehículos y personal militar para la reconstrucción de su pazo. Lo cierto es que, como bien apunta Preston, posiblemente fuese defenestrado debido a su condición pro-monárquica y su cercanía a Juan de Borbón ya que, como sabemos, la corrupción no era algo fuertemente perseguido por Franco, y más si el corrupto era un ilustre militar. De hecho, Tella apareció en una lista solicitada por el dirigente nazi Hermann Göring sobre posibles militares contrarios a Franco que pudieran participar en un complot.

Hubo muchos otros militares que se mostraron, de una forma u otra, contrarios a Francisco Franco, especialmente entre los que se consideraban monárquicos. Varela, Galarza, Solchaga, Bautista, Orgaz… o aristócratas como el duque de Alba o Alfonso de Orleans. Todos ellos terminaron siendo relegados a un segundo plano por Franco, quien hábilmente supo descabezar las oposiciones con una demostrada paciencia, lo que le sirvió para mantenerse en el poder durante casi 40 años. El 21 de septiembre de 1936, en Salamanca, Franco fue designado por la Junta de Defensa Nacional como líder del bando sublevado. Presidía la reunión el general de división más antiguo entre los asistentes, Miguel Cabanellas, cuyas palabras tras la elección de Franco resultan cuanto menos interesantes: ‘Ustedes no saben lo que han hecho porque no le conocen como yo, que lo tuve a mi órdenes en el ejército de África […] Si, como quieren va a dársele en estos momentos España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie le sustituya en la guerra, ni después de ella, hasta la muerte’. Así fue.

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