«Io sono» es una escultura del artista italiano Salvatore Garau que recientemente ha sido subastada por 15.000 euros. Hasta aquí todo puede parecer normal, pero lo singular es que la escultura en sí no existe, o más bien habría que decir que solo es real en la imaginación de su creador. Puede sonar a estafa pero recordemos que, por ejemplo, en la historia del arte la idea de presentar lienzos vacíos como obras de arte terminadas no es algo precisamente nuevo.
«El vacío no es más que un espacio lleno de energía, e incluso si lo vaciamos y no queda nada, no tiene peso, según el principio de incertidumbre de Heisenberg. De ahí que tenga una energía que se condensa y se transforma. En partículas, es decir, en nosotros», respondió Salvatore Garau a los críticas que aseguran que la obra no existe.
Esta no es, ni mucho menos, la primera obra inexistente de Garau. El artista inició este tipo de obras después de presentar en Milán «Buda en contemplación», con un cuadrado dibujado en el suelo con una cinta blanca, y más tarde lo volvió a repetir con la obra, también invisible, «Afrodita llorando».
«Io sono» salió a subasta en el catálogo de Art-Rite con un precio de salida de 6.000 euros, aunque al final se vendió por más del doble. Lo único que recibió el comprador fue un documento en el que se acredita que es el propietario de esta escultura invisible. En el papel se indica, además, que la escultura ocupa un espacio libre de metro y medio por metro y medio. Ese espacio es, por tanto, la única prueba de que la obra existe.
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