Me obligo a ser conciso en esta reseña; no puede ser de otra manera, Ronda de Solos es una experiencia de cien páginas que te abre a dos viajes tan parecidos como diferentes. Ahora me explico.
El protagonista, un saxofonista de jazz que viaja a Avilés por un bolo que tiene contratado, pierde su preciado instrumento nada más aterrizar. Músico sin instrumento, naufrago a la deriva, decide, no muy convencido, recorrer las calles de la ciudad por si se topa con una tienda de música que le solucione el problema en que se ha metido, y es que debe presentarse al bolo en menos de dos días. El periplo del protagonista se metamorfosea en un viaje interior con la ciudad de Avilés —por un lado— y el universo de la música —por el otro— como personajes actantes e importantes de la historia.
El concepto de tiempo es crucial en Ronda de Solos, y para nada como he dado a entender. Tal como lo he explicado, esta historia parece una aventura donde el protagonista corre de un lugar a otro y vive mil aventuras con tal de conseguir un saxofón y alcanzar a tiempo su Ítaca particular; el concierto. Muy al contrario, el ritmo es pausado y el protagonista, lejos de visceral, se toma su tiempo para describirnos lo que ve, por dónde anda, el hostal donde se aloja, los restaurantes que visita, las personas que se encuentra y, mientras tanto, al mismo tiempo, nos habla de sus conclusiones acerca del punto de inflexión que le ha supuesto la pérdida de su saxofón, de sus orígenes como músico y, mejor aún, de su amor y respeto por la música, música en general y jazz en particular, al cual duda si puede seguir honrando como artista.
No tiene por qué gustarte el jazz para disfrutar Ronda de Solos, sólo tienes que dejarte llevar, impregnarte de las palabras de su protagonista. Ahora, si te gusta el jazz, te encantará. Este libro, en sus palabras, en sus silencios, en su cadencia, es todo jazz.
El autor, Jose Luis Carrasco, consigue transmitirnos en todos estos niveles el respirar de la ciudad, el divagar de sus pensamientos y el amor y el respeto que confesa a la música. Me he leído Ronda de Solos un par de veces en lo que llevo de año. Me gusta callejear por Avilés, acompañar al protagonista, pegar un frenazo al correr del mundo. Paso las páginas, devoro el libreto, intuyo el final. Quiero que no acabe, quedarme a este ritmo, por siempre, ser consciente de las nimiedades que me rodean, de la importancia que puede tener, por ejemplo, un descampado que colinda con un edificio moderno, una recepcionista de hostal que reforma con denuedo su negocio, un restaurante de tapas y el diseño de su carta de menú. He disfrutado sobremanera este ritmo pausado, este mirar a alrededor, ese mirar al interior del protagonista.
Mención especial a la portada. Antes de leer el libro, distinguir en primer plano al músico, a color, con el fondo de un plano de las calles de la ciudad en forma de saxofón, ya me atrajo. Los diseños de Boria Ediciones suelen hacerlo. Después de haberme imbuido en la historia que propone Jose Luis Carrasco, la encuentro muy inteligente, perfecta para el libro; condensa el mensaje de la historia. Para mí, esta portada es una pequeña joya digna de enmarcarla y colocarla en una zona de paso de mi casa, para que, cada vez que pase por ahí, recordar al músico sin instrumento que fui, que puedo volver a ser, recordar mi viaje en la ficción a Avilés, recordar que puedo bajar el ritmo, que puedo disfrutar de la cadencia de un buen libro o de una buena ronda de solos siempre que lo necesite.
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