Sam subiendo la moral a sus compañeros.

La relación entre los gatos y el agua nunca ha sido demasiado buena. Tal vez justo por eso, Sam fue capaz de sobrevivir a tres naufragios con tal de no remojarse. Sin duda, el dicho de que los gatos tienen siete vidas se encarna en este pequeño marinero. Veamos su historia.

El ser humano siempre ha mostrado un vil afán en involucrar al reino animal en sus conflictos, hecho del que no parecen librarse ni los gatos. Su presencia a bordo de las travesías marítimas es una práctica común desde hace siglos. Aunque su principal misión es cazar roedores, nunca está de más para la moral de la tripulación tener un amigo peludo. Nuestro pequeño héroe, más conocido como Oskar en un primer momento, comenzó su carrera militar del lado de las fuerzas del Eje a bordo del emblemático Bismarck, el impresionante acorazado destinado a convertirse en el rey de la Kriegsmarine. Malogradamente para el Reich, este terror de los mares acabó con sus 42.000 toneladas reposando en el lecho marino antes de completar su primera misión.

Mientras el océano se tragaba al Bismarck, el destructor HMS Cossack, junto con otros barcos ganadores de la encarnizada batalla naval, permaneció allí para rescatar a los escasos supervivientes hasta que recibieron la orden de retirarse por riesgo a sufrir un contraataque submarino. En ese breve lapso, hallaron a Oskar flotando encima de una tabla. Sus compañeros humanos terminaron como prisioneros de guerra, pero a Oskar lo rebautizaron como Sam y lo enrolaron en la Armada Real Británica.

Sam y los tres barcos en los que sirvió.

Sirvió unos meses en la nave de sus rescatadores, hasta que durante en una misión de escolta, un submarino alemán torpedeó al Cossack. Con el casco hecho añicos en la proa, resultó imposible remolcarlo hasta ningún puerto; los británicos hubieron de resignarse a abandonar el barco. Pudieron evacuar a parte de la tripulación, incluyendo también a Sam, que ya se había ganado el apodo de «Insumergible».

Continuó sus andaduras en el portaaviones HMS Ark Royal. Por desgracia, su nuevo destino también fue víctima de una manada de lobos submarinos cerca de Gibraltar. Sus rescatadores lo hallaron flotando sobre una tabla con sensible enfado, pero de una pieza. Su última misión ya discurrió por tierra firme. Allí, en casa de Lord John V. Gort, gobernador del peñón por aquel entonces, siguió con su tarea de evitar la proliferación de roedores.

Licenciado tras la guerra, pasó su jubilación en casa de un marinero de Belfast, donde el año 1955 gastó su última vida.

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