
Jan Potocki (Fuente).
Aunque con el tiempo se ha hecho justicia y se ha recuperado la figura del conde Jan Potocki, en Polonia siempre se le tuvo bastante presente, con una celebridad lograda tanto por su extraño y sobrenatural novela Manuscrito encontrado en Zaragoza como por el misterio que rodeó a su vida y las insólitas circunstancias en las que se produjo su muerte.
Jan Potocki tuvo la suerte de nacer en una de las familias aristocráticas más ricas de Polonia. Su tío abuelo, Franciskek Salezy Potocki, era conocido como el «Rey de Rutenia», debido a los cientos de pueblos y aldeas que poseía, en más de un millón de hectáreas, lo que le convertía en el polaco más rico de la historia hasta ese momento. La riqueza fue un privilegio del que Potocki gozó a lo largo de su vida, una vida compuesta sobre todo de exóticas hazañas de trotamundos en la búsqueda del conocimiento secreto. Nacido en lo que hoy es Ucrania Occidental, el joven Conde se educó en Ginebra y Lausana, donde recibió una sólida base en lo que se conocía del mundo en ese momento y desarrolló una asombrosa capacidad para los idiomas (llegó a hablar ocho con fluidez). De Suiza se fue a la Academia de Ingeniería Militar de Viena y más tarde pasó a formar parte del ejército polaco.

Jan Potocki (Fuente).
Potocki recorrió toda Europa, desarrollando un gran interés por otras culturas. Al registrar sus aventuras llegó a convertirse en uno de los primeros escritores de viajes modernos. Además, recopiló investigaciones históricas, culturales y lingüísticas a lo largo de su camino por el norte de África y Asia. Se podría decir que es uno de los fundadores de la etnología, una pasión que aplicó también a su tierra natal y que tomó forma a través del estudio de las lenguas y civilizaciones eslavas.
En Marruecos, lideró una búsqueda infructuosa del tesoro de un manuscrito original de Las mil y una noches. Fue a Constantinopla, donde conoció a Osman, el ayuda de cámara turco que sería su compañero durante el resto de su vida. En la década de 1780 merodeaba por los salones y cafés del París prerrevolucionario, retozando con luminarias de la Ilustración, masones e incluso Iluminati bávaros, quienes, se rumoreaba, estaban planeando en secreto la Revolución Francesa. Hay incluso quien piensa que estuvo involucrado en varios complots secretos y que se convirtió en masón en esa época (en ese momento el misterioso Cagliostro, con quien Potocki se codeó, fundó una logia de masonería de rito egipcio en Varsovia).

Manuscrito encontrado en Zaragoza (Fuente).
De vuelta a Varsovia en 1788, Potocki creó una editorial y abrió la primera sala de lectura gratuita de la capital. A pesar de cruzar el desierto del Gobi y digirir una expedición a Mongoli y Pekín al servicio del zar ruso Alejandro, la hazaña más famosa de Potocki fue una de las menos interesantes: un vuelo en globo aerostático sobre Varsovia en 1790 con el aviador francés Jean-Pierre Blanchard, su fiel Osman y su perrita Lulu.
En algún momento mientras exploraba el Cáucaso y aprendía el idioma secreto de los nobles circasianos, Potocki tuvo cinco hijos con dos esposas, la segunda de las cuales fue la princesa Julia Lubomirska. Ambos matrimonios terminaron con escandalosos divorcios y acusaciones de incesto. Tras estos acontecimientos, en 1815, Potocki se retiró a su castillo de Uladówka, en Ucrania. Allí, desilusionado y melancólico, su salud fue empeorando rápidamente y su mente perturbada se llenó de extrañas fantasías que no logró exorcizar con la escritura de Manuscrito encontrado en Zaragoza.
Poco a poco fue desarrollando la creencia de que se había convertido en hombre lobo. Hasta tal punto llegó a creerlo, que incluso se encerraba por las noches para no hacerle daño a nadie. Su siguiente pasó fue pulir la tapa de plata en forma de fresa de una azucarera que le había regalado su madre hasta darle forma de bala. Un año después de completar su obra maestra, Potocki logró tener lista la bala y una buena mañana acudió al capellán del castillo para pedirle que bendijere el proyectil. Por último, se voló la cabeza a la caída del sol. Así terminó la vida de este genio loco, que bien podría ser recordado no solo como el escritor que se creyó un hombre lobo sino como el hombre que se suicidó disparándose una fresa.
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