Los humanos damos forma a nuestros asentamientos, y luego estos nos dan forma a nosotros. Somos la consecuencia de vivir donde lo hacemos porque el urbanismo condiciona el modo en que nos relacionamos unos con otros, la forma en la que vivimos, y cómo nos expresamos. No estaría de más prestarle algo más de atención y evitar caer en los errores del pasado.

En ‘Yes is more‘ (2020) el inquieto arquitecto Bjarke Ingels nos demuestra que, como sociedad, podemos y debemos cometer errores nuevos. El libro, escrito en forma de cómic, muestra la compleja realidad tras los proyectos de arquitectura desde el tortuoso diseño inicial hasta que el político de turno da carpetazo o la opinión pública tumba con NIMBYismo un proyecto fascinante.

yes is more

Publicado inicialmente en 2009 y luego convertido en una exposición de éxito más bien escaso, en el libro se tocan temas como la relación entre la arquitectura y el urbanismo, el éxito y fracaso de dejar a la ciudadanía tomar sus propias decisiones, o la forma en la que los políticos dan forma a la ciudad al ser espoleados por cuatro gatos. Gatos poderosos y con megáfono.

Lejos de ser disciplinas solo para técnicos, la arquitectura y el urbanismo condicionan tanto nuestra vida (cómo nos movemos, dónde trabajamos, nuestra esperanza de vida) que más nos vale acertar a la hora de diseñar los espacios urbanos. BIG (Bjarke Ingels Group), estudio de arquitectura de Ingerls, Bahar y Chim, defiende un urbanismo racional.

Apoyados por el funcionalismo del norte, pero alejándose de la idea de Le Corbusier de que los edificios son máquinas en las que vivir, desde BIG impulsan un urbanismo racional que solucione problemas como el cambio climático, la falta de cohesión social, el mal uso de la energía, la dispersión urbana o la cochificación de la sociedad, entre otros errores a resolver.

Aunque son la consecuencia del urbanismo del pasado, estudios de arquitectura frescos e innovadores como este son la semilla de una arquitectura de bajo impacto orientada a las personas. Por descontado, promueven una densidad urbana mínima capaz de conectar a las personas, que estas prescindan de la movilidad contaminante y que resulte (importante) económicamente viable. A los problemas, soluciones.

Pero desde BIG también proponen ‘locuras’ como perimetrar un área verde con una urbanización lineal de tres kilómetros de longitud (que por cierto era brillante porque añadía viviendas mejorando la propia zona de juego) o convertían el clásico suburbio desperdigado en un monte artificial con equipación en su interior (sin duda otro momento eureka); aunque por desgracia a menudo la sociedad no está abierta a estos cambios de perspectiva, incluso cuando resuelven todo tipo de problemas sociales, económicos o ambientales.

En este volumen hay todo tipo de proyectos: desde aquellos capaces de transformar las ciudades a aquellos tan absurdos que suponen imposibles, que también hay unos cuantos. Pero quizá ahí está la clave de este estudio de arquitectura: no se ponen límites más allá de los legales, y son capaces de ‘hackear’ las leyes para alcanzar la ‘belleza burocrática’ al exprimir las normas en favor de la ciudad.

Con foco en la resolución de los retos sociales más importantes o acuciantes (inestabilidad territorial, el problema del empleo, el cambio climático, etc), desde BIG trabajan por un urbanismo denso que fomente la integración urbana y permita a las peronas disfrutar de un entorno vibrante económica y culturalmente.

En ‘Yes is more‘ (2020) una treintena de proyectos tratan de romper las reglas de juego para dar con una solución alternativa. Altamente recomendable para aquellas personas que busquen romper con la inercia del pasado, particularmente la inercia que nos ata las manos a la hora de mejorar nuestro entorno.

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