El futuro lo escribimos a diario. Es la suma de las acciones colectivas que realizamos de forma individual. Si las hacemos sabedores de las consecuencias de nuestros actos, o de nuestra inacción, estaremos mejor preparados para diseñar (quizá de forma no precisamente consciente) un mejor futuro. En el horizonte existen dos grandes retos: cómo hacer frente a la escasez de recursos esquilmados por nuestro sistema económico, que ha dado lugar a un cambio climático global; y el futuro de las condiciones socioeconómicas derivadas de un trabajo en visos de automatización.
En ‘Cuatro futuros‘ (2020, original de 2016), Peter Frase establece cuatro líneas diferentes pero relacionadas de prospectiva. En uno de los ejes analiza nuestras relaciones de sostenibilidad ambiental, mientras que en el otro se enfoca a las relaciones entre quienes poseen los medios para generar riqueza y los que la explotan. Según estos dos ejes establece cuatro escenarios posibles (de los que no conviene quedarse con el nombre):
- Comunismo, definido como un sistema en el que la riqueza llega a todos pero no nos cargamos la naturaleza en el proceso. El autor lo describe como «el modo que damos sentido a la vida cuando esta no está centrada en ganar un salario». Es el escenario más integrador y justo para todos los pobladores del mundo. Un escenario de abundancia.
- Rentismo, un futuro en el que no nos hemos cargado el planeta pero la riqueza se acumula en manos de unos pocos: los rentistas, básicamente señores feudales. Habla sobre la propiedad intelectual y recuerda ‘el juego de los cubos’ por el que muchos se ven incapaces de jugar de forma igualitaria. La injusticia es elevada y palpable.
- Socialismo, una línea en la que aceptamos el cambio climático y nos adaptamos a él. Plantea la pregunta de si es posible un mundo ecológicamente sostenible desde la perspectiva del postcapitalismo, un sistema económico no basado en el crecimiento. Algo para lo que «tendríamos que reconstruir […] nuestras ciudades» si queremos que nuestro impacto quede cubierto con la capacidad de regeneración del planeta.
- Exterminismo, el peor de los escenarios posibles. La acumulación de la riqueza en manos de unos pocos ricos hace que se escindan de una sociedad a la que no necesitan y a la que, por qué no, podrían considerar en exterminar para solucionar algunos problemas. Lejos de ser nuevo, este escenario se ha repetido varias veces en la historia. «Los seres humanos se vuelven superfluos como elementos de producción».
De nuevo, es importante no centrarse en los nombres de estos escenarios, que pueden recordar a conceptos con los que estar a favor o en contra de forma casi inmediata. ‘Comunismo’ podría llevarnos a pensar en los fracasos de la URSS y ‘socialismo’ en las políticas características de los países de la Unión Europea, cuando el libro no va de eso sino de determinar cuánto queremos alejarnos de escenarios injustos.
Haciendo uso de una herramienta mental con las características del ‘replicador’ de Star Trek (un dispositivo capaz de imprimir cualquier objeto en pocos segundos, comida incluida), el autor se planta preguntas como si nos organizaremos para que todos tengan suficiente (comunismo), lo haremos a costa del planeta (socialismo), lo haremos a costa de la gente a la que cobrar (rentismo) o unos pocos lo harán contra la gente (exterminismo).
Peter Frase saca a colación temas de economía como la relación con el trabajo (¿A qué nos dedicaríamos si no tuviésemos que trabajar para vivir?) o entre personas (¿Cómo repartimos un mundo que es de todos, cuando ese ‘todos’ sigue creciendo?). Una de las soluciones, ni la única ni la mejor, que plantea el libro, es un ingreso básico «como la tarjeta de racionamiento que permite a cada uno acceder a la parte que le corresonde de todo lo que es escaso en el mundo». Lo que te ‘toca’ no está determinado por quién seas, sino por cuántos seamos.
El libro, que pone el foco en la lucha de clases, a menudo ignorada en los debates sobre automatización y cambio climático, resulta altamente recomendable incluso cuando no se está de acuerdo en la forma en que el autor plantea soluciones (algo frecuente, por cierto). Y es que no es eso lo que busca, sino que el lector medite sobre las implicaciones negativas de nuestra forma de vida, y los escenarios en los que no querría vivir.
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