Ya hemos hablado de los claroscuros de la difusión de literatura a través de boletines de correo electrónico. Tal vez pueda parecer algo relativamente nuevo, pero ya hubo experimentos que apuntaban en esa dirección mucho antes de que el modelo fuera desarrollado y perfeccionado. Uno de los más interesantes es nada más y nada menos que de Stephen King. Casi dos décadas antes de que se fundara Substack, King intentó la autopublicación digital con una novela titulada The Plant, aunque no hay consenso sobre si fue un éxito o un fracaso.
The Plant fue una novela por entregas sobre una editorial con una planta que exige sacrificios humanos a cambio del éxito financiero. En primer lugar fue difundida como una serie de tres entregas en edición limitada que el autor regaló a familiares y amigos en las navidades de 1982, 1983 y 1985. Finalmente, King decidió suspender la serie debido a su excesivo parecido con La pequeña tienda de los horrores, que se estrenó en 1986.
En el año 2000 King sacudió los cimientos de la industria editorial publicando la novela corta Montando la bala directamente a través de Internet, en la página de Simon & Schuster, la editorial que siempre había publicado a King. El triunfo fue total: en menos de veinticuatro horas se distribuyeron 400.000 ejemplares, una cantidad tan elevada de demandas que la página se saturó y el acceso quedó bloqueado.
A pesar del aparente éxito, hubo grandes problemas con la piratería y King acabó tan molesto con la editorial que decidió volver a intentar la autoedición digital. Lo que hizo en julio de 2000 fue rescatar su antigua novela The Plant y relanzarla por entregas a través de su página web. Con una tarifa de uno a dos dólares por capítulo, King se comprometió a seguir escribiendo si al menos el 75 por ciento de sus lectores pagaban de forma voluntaria. En total, King lanzó seis capítulos antes de anunciar que paraba el proyecto, cinco meses después de haberlo comenzado. The Plant sigue inacabado a día de hoy, aunque se puede leer de forma gratuita en su página.
Según el escritor, el proyecto se suspendió no por cuestiones económicas sino por falta de inspiración. Sin embargo, hubo muchos medios que se mostraron escépticos con la versión del autor y no faltó quien lo calificara de desastre. De hecho, la ayudante de King, Marsha DeFilippo, reconoció en WIRED que ya en el cuarto capítulo de la novela solo estaban pagando el 46 por ciento de los lectores. De cualquier forma, King siempre dejó claro que The Plant no estaba muerta sino simplemente hibernando, como ya habría ocurrido en 1985.
Independientemente de que The Plant vuelva o no, la lección que este experimento da a los escritores es la importancia del marketing, algo que suelen asumir las editoriales tradicionales y que es difícil de llevar adelante por los autores, incluso cuando el escritor que trata de vender su obra es Stephen King. Aunque las redes sociales puedan convertirse en una poderosa herramienta de autopromoción, la tarea de construir e interactuar con una base de suscriptores es ardua. Además, las expectativas de que el 75 por ciento de los lectores de una lista paguen por una obra no parece lo suficientemente realista, teniendo en cuenta que incluso los Substack más populares no llegan al 20 por ciento.
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