Ilustración del libro hecha por William Strang en 1894 (Fuente).

Existe cierto consenso de que en el siglo XIX asistimos al nacimiento de la ciencia ficción, con hitos del género como Frankenstein de Mary Shelley o las novelas de Julio Verne y de H.G. Wells. Sin embargo, en La piedra de Sísifo ya hemos visto ejemplos más que sobrados de que la ciencia ficción ya existía con anterioridad al siglo XIX. Los más osados se atreven incluso a situar sus inicios con la epopeya de Gilgamesh, en el 2100 a.C. En cambio, para Carl Sagan, que algo sabe sobre el tema, el punto de partida es la novela Somnium de Johannes Kepler, publicada en 1634, donde se describe un viaje a la luna y la vista del planeta Tierra desde el espacio. Sin embargo, resulta que Kepler se inspiró, al menos de forma parcial, en un escritor romano del siglo II d.C. llamado Luciano de Samósata.

Este autor publicó alrededor del año 175, durante el apogeo del Imperio Romano, Historia verdadera, una aventura espacial que presenta a un grupo de viajeros que abandonan la Tierra en una nave que es lanzada al cielo por un feroz torbellino. Después de siete días de navegar por el espacio, llegan a la Luna, solo para descubrir que sus habitantes están en guerra con la gente del Sol. Ambas partes luchan por el control de una colonia en la Estrella de la Mañana, el planeta que hoy conocemos como Venus. Los guerreros de los ejércitos del Sol y de la Luna viajan por el espacio en unas especie de mosquitos gigantes y en caballos tan grandes como barcos, cargados de extravagantes armas como un tirachinas que dispara nabos. Tras el final de la guerra, Luciano y sus amigos continúan viajando por el espacio, aprendiendo más sobre los extraños habitantes de la Luna, una sociedad exclusivamente masculina cuya anatomía tenía un solo dedo en lugar de un pie completo, antes de viajar a la Estrella de la Mañana y a otras ciudades espaciales.

Luciano, que era más satírico que novelista, verdaderamente escribió Historia verdadera como una crítica a los filósofos y a los historiadores, así como a sus formas de pensar sobre los nuevos descubrimientos, advirtiendo que no es lo mismo pensar que creer. Pero ese carácter satírico no impide que la obra pase a formar parte de las filas de la ciencia ficción. Al fin y al cabo, tiene viajes a la luna y batallas intergalácticas. Además, la sátira en realidad es un componente esencial en la ciencia ficción, o al menos en la moderna.

Luciano probablemente estuvo al tanto de las principales investigaciones científicas y filosóficas de su tiempo, incluyendo a Plutarco y las observaciones de los planeta de Ptolomeo, que tuvo lugar catorce años antes de la publicación del libro de Luciano. Aún así, hay que tener en cuenta que el telescopio astronómico no se inventó hasta 1610 y que es evidente que la narrativa de Luciano no presenta viajes espaciales respaldados por la ciencia. Ahora bien, eso no supone que haya que descartar a Historia verdadera como punto de partida del género. Lo importante es que la novela es una forma de comprender y explorar al ser humano a través de una historia que tiene lugar en las estrellas.

Seguramente Luciano nunca creyó que los seres humanos podrían volar hasta la luna, pero aún así lo imaginó. Y el camino que abrió, el de las historias intergalácticas, sigue inspirando a día de hoy a escritores, cineastas e incluso científicos, animándoles a que sueñen con lo que podría haber más fuera de nuestro planeta, más allá de nuestro alcance.

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