La novela Conversación en la catedral (1969), cumplió poco más de cincuenta años de publicada. De largo desarrollo, ambiciosa y totalizante, congruente con el deseo de abarcar diversos niveles de la realidad, con más de seiscientas páginas, enmarcada dentro del talante narrativo balzaciano-flaubertiano (Entrevista a El País de España. 2019), es reconocida por la crítica como una de sus obras capitales, objeto de muchos comentarios y análisis. Catalogada como un clásico de la novela política, por su argumentación; su trabajo estilístico; su gran eficiencia en la técnica narrativa, metódica, y heterogénea; sus diálogos simultáneos con saltos temporales, y extensas descripciones,que muchos han calificado de difícil lectura.
Para efectos de un resumen argumental de la novela, presentamos el realizado por el portal web «leer es vivir dos veces» (2020) : «El libro está ambientado en la dictadura que sufrió Perú a manos del General Odría de 1948 a 1956. A través de la conversación que mantienen dos de los protagonistas ‒Zavalita y Ambrosio‒, años después en un bar de Lima, La Catedral, se va tejiendo una historia apasionante y atroz sobre los mecanismos de una dictadura y el sufrimiento de los peruanos. Sus personajes, las historias que éstos cuentan, los fragmentos que van encajando, conforman la descripción minuciosa de un envilecimiento colectivo, el repaso de todos los caminos que hacen desembocar a un pueblo entero en la frustración. La novela arranca con su archiconocida pregunta: Zavalita, ¿cuándo se jodió el Perú? Y la pregunta sirve como punto de partida a una reflexión profunda sobre el poder, la mentira, los engaños, los intereses o la corrupción».
De acuerdo con el núcleo argumental de la novela es necesario detenerse en el punto del «envilecimiento moral colectivo», el cual ha sido objeto de estudio y tratamiento literario. Es decir, cómo es posible que el comportamiento degenerado y corrupto de un sistema de gobierno sea capaz de crear una casi total degeneración moral en el colectivo de una nación, al punto de descubrir todas las miserias humanas más conocidas. Todos los personajes principales de la novela son expresión de esas miserias: inmundicia moral, traiciones, hipocresía, miedos, inseguridades, arribismo, prostitución, engaño. Entre uno de estos personajes se destaca «Cayo Bermúdez» ‒muy frecuente en los estratos del poder en América latina‒ por su adulación servil defendiendo los intereses del Presidente de la República, ejerciendo el tráfico de influencias, la ambición de poder, así como la persecución y tortura de los opositores. En fin, una sociedad que se había envilecido irremediable y totalmente.
Este cuadro de envilecimiento colectivo, expresado a través de la exposición de las miserias y debilidades humanas, en detrimento de los atributos espirituales, fue tratado por escritores y pensadores, como Pío Baroja (1872-1956), y Alberto Moravia (1907-1990), en diferentes circunstancias de espacio y tiempo y con diversidad de enfoques.
Baroja refleja en su novela, El árbol de la ciencia (1911) la situación de envilecimiento colectivo. Su posición es pesimista y agnóstica. Encontraba inmoralidad y falsedad por todas partes. A su entender en la sociedad española imperaba la mentira, la inutilidad, el cinismo y el egoísmo. Baroja insinúa, por medio de sus personajes, la existencia de una correlación directa de esta situación con la decadencia del sistema político, dentro de una sociedad en descomposición, encarnada en la demagogia e irresponsabilidad de los políticos que engañan al pueblo, unido al bajo nivel del sistema educativo.
Igualmente el destacado escritor italiano, Alberto Moravia, en su novela 1934, publicada en 1982, describe la situación de dos personajes, Lucio y una joven alemana, deteriorados moralmente y proclives al suicidio, por la desesperación y la angustia existencial, ante el ascenso al poder del fascismo hitleriano en 1933 y sus terribles consecuencias en la sociedad europea.
Como indican algunos autores, hemos asumido el reto, que para un lector promedio, significa la lectura de Conversación en la catedral, como una labor exigente. Lo hemos hecho impresionados por la gran actualidad que muestra esta novela, después de más de cincuenta años de su publicación, en el panorama actual de América latina.
La pregunta «¿Cuándo se jodió el Perú?», muy comentada y difundida, considerada de las frases más célebres de la literatura en español, es una de las expresiones de mayor impacto en la novela. Ciertamente esta frase sirve como punto de partida para analizar el desenvolvimiento histórico de América latina, ya que dicha expresión mantiene vigencia en cualquier país de esta América. Creo que cualquier latinoamericano al leer dicha expresión la asocia con su país, ya que la mayoría de los países de América latina, por no decir todos, se mantienen hoy día sumidos en una situación de estancamiento, crisis y subdesarrollo económico y social, perceptible desde los días de su constitución como repúblicas o como nación-estado, producto, fundamentalmente, de la ineptitud, incapacidad y corrupción de su dirigencia política y su élite económica. Esta última muy débil; comercialista; desvinculada del sector industrial; poderosa en el comercio importador y los negocios financieros; anudada al sector latifundista y a los capitales extranjeros del sector primario exportador y mediatizada por el poder político. Con esta situación es imposible el surgimiento de una burguesía nacional dinámica, ni la aparición de un proletariado exigente de transformaciones y cambios. Es decir, existe un capitalismo deformado. No se logró que los fondos creados por el sector primario-exportador fuesen trasladados eficiente y lucrativamente al sector industrial. Ni siquiera se puede esperar un desarrollo capitalista clásico, enmarcado en lo que se conoce como «revolución democrático-burguesa».
Ante este tema, cobra vigencia los planteamientos del ensayista e intelectual venezolano, Carlos Rangel en su libro, Del buen salvaje al buen revolucionario (1982). Allí se describe la situación de América latina, en sus cinco siglos de historia, como «la historia de un fracaso» (2019: 13). Según Rangel, el panorama del siglo XX prolonga la contradicción original de Latinoamerica, ya que «Sigue rebotando entre las falsas revoluciones, las dictaduras anárquicas, la corrupción, la miseria, la ineficacia y el nacionalismo exacerbado. (Ibid:15) (….) permanecen no resueltos en nuestras naciones problemas políticos perennes de viabilidad, estabilidad e institucionalidad de los sistemas de gobierno» (Ibid: 78).
Así mismo, el tratadista e investigador social, Atilio Borón, en su texto, Tras el Búho de Minerva, mercado contra democracia (2000), realiza un diagnóstico sobre la serie de males y desequilibrios padecidos por America latina y se refiere a un continente donde la mitad de la población vive por debajo de la línea de pobreza, carece de agua potable y servicios cloacales y no dispone de cobertura médica alguna (2000:108); presenta regresiva distribucion del ingreso; crisis de la deuda pública; agotamiento del modelo de sustitución de importaciones; pauperización de los sectores medios; altos niveles de desocupación laboral y exclusión social; sistemas tributarios regresivos que recaudan poco y mal, al permitir la elusión y evasión fiscal (Ibid:145-146).
Esta situación se ha mantenido intacta, en Latinoamérica a pesar de haber presenciado la sucesión de regímenes con diversas tendencias políticas tales como gobiernos representativos, dictaduras, nacionalismos, liberalismo, neoliberalismo, socialdemocracia de inspiración marxista, etc. Por ello concidimos con Borón: «es bien sabido que los grupos políticos y fuerzas sociales que dirigieron los procesos de transformación democrática en América latina y el Caribe, lejos de haber colocado el imperativo de la justicia en el tope de la agenda de las prioridades gubernamentales parecieran haberse esmerado por desentenderse por completo de ella» (2000:129).
Por estas razones consideramos que hasta ahora América latina, a excepción de pequeños grupos sociales con alto poder y privilegio económico, no ha logrado adquirir niveles de vida comparables con el de los países centrales o del llamado primer mundo.
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