William Shakespeare (Fuente).

Hoy en día las obras de Shakespeare están presentes en cualquier librería. Incluso, aunque no fuera así, están todas en Internet, gratuitas y en diferentes ediciones. Sin embargo, no siempre fue así. Es más, en la época de Shakespeare sus escritos eran bastante difíciles de encontrar. Que las obras del bardo sean a día de hoy de tan fácil acceso se debe, en gran medida, al trabajo de un puñado de editores, que vieron el potencial de ingresos que había en esas obras.

El primer editor que se arriesgó con las obras dramáticas de Shakespeare fue Thomas Millington, a finales del siglo XVI. Milligton trabaja a pequeña escala, siempre especializado en textos sobre asesinatos y monstruos escondidos en Londres. Este editor publicó Tito Andrónico y la segunda y tercera parte de la trilogía que Shakespeare escribió sobre Enrique VI. A pesar de que su librería estaba algo apartada, estas ediciones se vendieron bien y este éxito animó a otros editores a apostar por las obras de Shakespeare.

En 1623, siete años después de la muerte de Shakespeare, las ventas habían sido lo suficientemente buenas como para publicar casi todas sus obras juntas, en una sola edición, un volumen popularmente conocido como el First Folio. Ahora bien, esta edición era muy cara, alrededor de una libra, el equivalente al salario de nueve días de un artesano, por lo que era más bien un artículo de lujo que solo los ricos podían permitirse. A partir de ese momento, las ediciones de Shakespeare a menudo serían limitadas y destinadas a un público reducido, con posibilidades de gastar más dinero en ediciones caras.

La primera persona que trató de romper esta costumbre fue Robert Walker, que además de editor tenía una segunda fuente de ingresos en la que ejercía de curandero. A mediados de la década de 1730, Walker inició una guerra de precios en el panorama editorial de Londres, lo que hizo que se redujeran el costo de las obras. Eso llevó a un aumento de los lectores de Shakespeare y, en consecuencia, a una demanda mucho mayor de representaciones de sus obras.

En el siglo siguiente otro editor, John Dicks, siguió el ejemplo de Walker, bajando todavía más los precios y aumentando el acceso a Shakespeare. Dicks procedía de una familia humilde y estaba decidido a acercar a los más pobres de la sociedad las grandes obras de la literatura inglesa. En la década de 1860 publicó una a una las obras de Shakespeare, costando un centavo dos obras, la mitad del precio que habían costado las de Walker. A continuación, reunió todas las obras en un solo volumen, de bolsillo, que valía 12 centavos, lo que equivalía a cobrar menos de un tercio de centavo por obra. Así consiguió el precio más bajo de la historia por unas obras completas de Shakespeare. Además, Dicks vendió casi un millón de copias del libro, lo que también convierte esta edición en la más exitosa de la historia.

Dicks hizo más por popularizar a Shakespeare que cualquier otro editor, aunque hay que decir que su logro fue superado en nuestro tiempo. En 1993 Grady Ward creó una edición digital de las obras de Shakespeare y las puso, de forma gratuita, a disposición del que quisiera. Esta versión sirvió de base para infinidad de versiones y traducciones posteriores, de forma que si se accede a una edición digital gratuita de Shakespeare probablemente provenga de la versión original de Ward.

Si Dicks consiguió vender casi un millón de copias de su edición de Shakespeare, es imposible calcular cuántas personas han accedido al texto de Ward. Solo la página web en la que estaba la versión libre de Eric Johnson atrajo unos diecinueve millones de usuarios entre 2006 y 2020. En nuestro tiempo Shakespeare se ha convertido en un fenómeno global, disponible de forma gratuita para decenas de millones de personas en todo el mundo, ya sea de forma digital o impresa. Sin embargo, no debemos olvidar a esas personas que a lo largo de los siglos contribuyeron a que haya sido así, personas, muchas de ellas olvidadas, que han puesto su granito de arena para que Shakespeare sea lo que es hoy en día.

Fuente: The Conversation.

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