La portada que acompaña a este pequeño ensayo contiene una proposición («esto no es una pipa») y una referencia (representada por una flecha) hacia algo que no se encuentra y esto lo podemos deducir porque es una indicación a un espacio vacío o en blanco (según como se quiera ver). Además, encontramos otro elemento de interés para nuestro análisis: la persona que está viendo ahora mismo la portada en cuestión. La proposición que se presenta es una proposición negativa («esto [NO] es una pipa»). Recordemos que una proposición enuncia algo acerca del mundo: ¿Qué nos está anunciando entonces la imagen de la portada? De entrada, lo que nos anuncia y nos queda claro es que ese algo que nos anuncia es algo que no es. Dicho esto, no se nos puede olvidar que nos encontramos ante una imagen. Es una imagen que representa una proposición que se ha hecho acerca de lo que acontece en el mundo, en este caso, y volvemos a resaltarlo, que algo no es una pipa. Por tanto, otro elemento importante de nuestro análisis es la propia imagen de esa proposición que se ha anunciado. En la imagen podemos ver como tanto la proposición que se enuncia como la indicación se encuentran en un recuadro, lo que nos va a limitar el universo de posibilidades. Dicho esto, en este breve ensayo vamos a adentrarnos en la teoría semántica desde el punto de vista de la filosofía del lenguaje; y más concretamente, de la teoría de la representación. Tanto desde un punto de vista realista (correspondencia entre lenguaje y mundo) como desde un punto de vista surrealista (creatividad del lenguaje mediante la ironía).
Lo primero que podemos apreciar dentro de la imagen es la proposición y luego la indicación, lo que nos muestra que la imagen dispone de cierto orden. En primer lugar, la proposición; en segundo lugar, la indicación; y en tercer lugar, el vacío o el espacio en blanco. La proposición es de tipo ontológico ya que enuncia sobre el ser de una cosa, la pipa. Según la tipología de discursos de Aristóteles se trata de un discurso apofántico, es decir, que es susceptible de ser verdadero o falso. Intuitivamente, nosotros, ante la emisión de una proposición, establecemos un juicio . En este caso, intuitivamente vamos a relacionar la proposición con el vacío o el espacio en blanco porque así lo indica la flecha. Por tanto, siguiendo el orden de la sucesión de las cosas, lo primero que viene es la proposición y lo segundo es la comprobación de la verdad en el mundo, en este caso, el recuadro y lo que hay en su interior, ya que este constituye nuestro universo de posibilidades. Lo que nos encontramos es que efectivamente, eso no es ninguna pipa (si es que hay eso). Esto no nos choca nada porque para nosotros se trata de un proceso intuitivo.
Una vez vista la imagen que se nos presenta y la proposición que hay escrita en ella, en primera instancia, nos preguntaremos por la correspondencia de esta última (la proposición) con la realidad y de esta manera podremos comprobar que la proposición es verdadera puesto que no hay ninguna pipa que salga en la imagen. La verdad está íntimamente relacionada con las posibilidades de la existencia. Algo es verdadero cuando es un hecho que configura el mundo. La teoría de la representación de Wittgenstein nos señala cómo, a través del lenguaje, podemos acceder a la verdad que hay en el mundo. Si lo verdadero es la configuración de los hechos que hacen del mundo la realidad, nuestro lenguaje puede reproducir dicha estructura o configuración a través de la representación. Los elementos de la teoría de la representación son: pensamiento, lenguaje y mundo. Una cosa que no debemos perder de vista es que el mundo acontece al sujeto: «El sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo» (Wittgenstein, 1999, p.145), y por ello, el sujeto es condición para que pueda existir el mundo (es trascendental). A lo que hace referencia el lenguaje es a la estructura fundamental de lo que acontece.
Pero esto no quiere decir que el hecho de que el lenguaje haga referencia a la estructura fundamental de lo que acontece implique que el lenguaje tenga que ser positivo en el sentido de representar materialmente la existencia. El lenguaje no tiene que estar directamente relacionado con la posibilidad del mundo, es decir, no tiene que cumplir criterios epistémicos, sino lógicos; y por tanto, de esta manera, el lenguaje va a disponer no solo de posibilidades del mundo sino de posibilidades lógicas. Por ello, podemos decir que la proposición «esto no es una pipa» es verdadera. Si no fuera así, el lenguaje tendría correspondencia ontológica-existencial y deberíamos decir que «esto no es una pipa» sería falso. El primero que introdujo el interés por la posibilidad de los hechos negativos en el lenguaje fue Bertrand Russell. Junto a los objetos físicos encontramos particulares que son hechos mentales y otros que son hechos negativos. Para Wittgenstein, a diferencia de Russell, los hechos negativos no son mundo sino posibilidades del mundo. Podría haber sido «esto es una pipa», pero ha acabado siendo «esto no es una pipa». Las posibilidades del mundo están relacionadas justamente con «lo que no ha sido» y es «lo que podría haber sido» el que juega un papel diádico con lo que de facto es. El dominio de las posibilidades del mundo como hemos dicho en el anterior párrafo está atado al propio sujeto, el cual constituye el límite del mundo. Por eso, el sujeto marca las líneas del horizonte de las posibilidades que nos ofrece el mundo. El sujeto no se piensa, no está en el mundo, es el propio límite del mundo, es trascendental. El sujeto se sobreentiende, pero nos encontramos con que hay otros sujetos, otros yoes con sus respectivos papeles de horizontes del mundo.
Para Wittgenstein, esto no supone un problema porque el yo es una disposición o capacidad virtual. Una cosa es la existencia (o no) del yo y otra cosa es la materialización efectiva de la actuación del yo y de los otros yoes en el mundo. El yo como disposición conlleva en sí el pensamiento. El pensamiento como límite es la posibilidad máxima de todas las configuraciones posibles con los materiales que le den. El lenguaje es el director del pensamiento. El lenguaje científico epistémico es aquel que sí que busca la correspondencia con el mundo, y en ese sentido estaría cargado ontológicamente y, por tanto, en tanto que tendría carácter ontológico y en palabras de Kant, nos mostraría el camino seguro de la ciencia. Todo tipo de lenguaje que vaya más allá del lenguaje científico implica valores, y con ello nos adentraríamos en el campo de la ética, de la estética y de la religión. Es decir, que contendría un componente místico. Wittgenstein también se suma a las preguntas trascendentales kantianas y enuncia la pregunta de «¿qué puedo decir?». El Tractatus logico-philosophicus (1921) para Wittgenstein es un mapa de coordenadas sobre aquello que se puede decir. Estas coordenadas o puntos cardinales son los referentes (objetos), la sustancia (particulares) y las posibilidades (pensamiento). El pensamiento como tal no existe en el mundo, lo que hay son sujetos que manifiestan una forma de lenguaje. Cada punto cardinal es un acceso al campo ontológico-existencial. Pero como hemos dicho antes, no solo disponemos, desde un punto de vista del lenguaje, de una correspondencia ontológica-existencial, sino que también debemos contemplar, además de aquello que es, lo que no es. En este caso: «esto no es una pipa».
Posibilidades del mundo y posibilidades lógicas corresponden a puntos de vista diferentes, el del ratio essendi y el del ratio cognoscendi. No obstante, hay esencias a las que no podemos acceder a través del lenguaje ontológico-existencial: tenemos experiencias de ellas pero no empíricamente. Nos referimos a la ética, la estética y la religión: aquellas esencias del hombre que son inexpresables aunque fundamentales en él para poder realizar su vida en el sentido aristotélico de la vida y que conforman la cosmovisión de cada hombre. Trabajar en el análisis de este tipo de lenguaje desde la filosofía nos lleva a pseudoproposiciones. Tenemos dos tipos de pseudoproposiciones, las que carecen de sentido y las que van en contra del sentido. En el caso de la imagen que aquí estamos tratando y la oración «esto no es una pipa», disponemos de una proposición. A través de los juegos del lenguaje del segundo Wittgenstein, el de Investigaciones filosóficas (1953), podemos establecer un parecido de familia con el cuadro de René Magritte, Ceci n’est pas une pipe (1928), cuya traducción en español es «esto no es una pipa». Este cuadro, sin embargo, dispone de una pseudoproposición.
Imagen 1. «Ceci n’est pas une pipe» de René Magritte. Museo: Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, Estados Unidos. Fuente: https://historia-arte.com/obras/la-traicion-de-las-imagenes.
El autor del mencionado cuadro pertenece al movimiento surrealista. A diferencia de la imagen propuesta para este ensayo, el cuadro de Magritte presenta primero el objeto y después la oración: «ceci n’est pas une pipe». Esta es una pseudoproposición que va en contra del sentido, ya que intuitivamente, frente a un objeto que se presenta en el mundo, encontramos una contradicción pues lo primero que vemos es la pipa pues hay una pipa en el cuadro (nuestro mundo) y lo segundo que vemos es que el propio autor nos dice que «esto no es una pipa» (cuando realmente en el cuadro estamos viendo una pipa). Nos encontramos, por tanto, con la siguiente situación: como se trata de un cuadro y por ello de arte (el autor es un pintor) y no de ciencia, no podemos hablar de falsedad sino de ironía porque lo que se está haciendo es poner en juego un recurso artístico. La ironía es un juego de planos. La novedad del cuadro se halla en la contradicción que nos muestra. De esta manera, claramente, el cuadro nos pone sobre la mesa la cuestión del puritanismo del lenguaje.
Hay quien dice que debemos hacernos cargo de aquello que decimos, es decir, que somos responsables de nuestras palabras y que se nos va a juzgar por las palabras que decimos y no tanto por el acto de habla. No obstante, ¿quién tiene derecho a atribuir responsabilidades por las palabras que se han dicho? El puritanismo del lenguaje instala en la sociedad una censura del lenguaje, una censura del mundo. De esta manera, lo que termina produciéndose es una representación del mismo mundo una y otra vez, en una suerte de reproducción de la cultura que acaba por convertirse en un espectáculo al que las personas asisten conformando una sociedad donde se genera un espectáculo «absolutamente dogmático y [que] al mismo tiempo no puede desembocar realmente en ningún dogma sólido» (Debord, 2018, p.65).
Bibliografía utilizada
Debord, G. (2018): La société du spectacle, Gallimard, Barcelona.
Wittgenstein, L. (1999): Tractatus logico-philosophicus, Alianza Editorial, Madrid.
Bibliografía complementaria
Hierro Pescador, J. (1989): Principios de filosofía del lenguaje, Alianza Editorial, Madrid.
Wittgenstein, L. (2017): Investigaciones filosóficas, Trotta, Madrid.
Foto de portada
Elaboración propia.
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