El 1 de enero de 2021 coincidió con que empecé el libro ‘Una selva de sinapsis’ y, aprovechando que era el primer día del año, me propuse leer al menos un libro cada semana. Aunque no ha sido fácil, hoy es 3 de enero de 2022 y puedo deciros que lo logré. He leído 52 libros en un año, y reseñado 49 de ellos. Además, he dejado cuatro a medias por diferentes motivos. Así ha sido la experiencia.

un ano de libros 52 libros

Así han sido mis estadísticas este 2022

A lo largo de 2022 he leído 52 libros y un total de 15 709 páginas (unas 302 páginas por libro) por las que he abonado un total de 632 euros. Habrían sido 931 euros de comprar todos los volúmenes en papel, pero con el objetivo de ahorrar y evitar impactos ambientales he pasado buena parte de la lectura al eBook de tinta electrónica.

El libro con más páginas leídas ha sido ‘White Trash’, de Nancy Isenberg, un volumen excelente sobre la historia de la escoria blanca en Estados Unidos; y el libro con menos páginas ha sido ‘7 relatos de ficción y ciencia’, de Cortés del Monte, imprescindible si te apasiona la ciencia ficción y los relatos. Ambos me gustaron muchísimo.

También he empezado, pero no terminado, ‘Los no lugares’, de Marc Auge, ‘Freakonomics’, de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner, y ‘Seis mil años de pan’, de H. E. Jacob. En los tres casos el motivo del abandono ha sido el mismo: me han aburrido hasta el sopor. Por otro lado, he releído ‘Capital e ideología’, de Thomas Piketty, de forma parcial.

Aunque a fecha del 1 de enero de 2021 puse a cero mi lista de lectura pendiente, cierro el año con más de 37 libros en la lista ‘Quiero leer’, 13 de los cuales ya tengo en casa y ocho que probablemente vengan en Reyes Magos.

¿De dónde saco tiempo (y ganas) para leer?

La parte más complicada de ponerse un reto como este está en cómo dar espacio al hábito de leer. De dónde sacar el tiempo y, a menudo, las ganas. Personalmente, tengo la suerte de que tener los fines de semana parcialmente liberados, lo que aporta cinco o seis horas de lectura. Sin embargo, dado que muchos de los libros son de divulgación y muchos de ellos son gruesos y complejos, era evidente que no iba a darme tiempo si solo leía estos días.

Es por ello que un par de veces a la semana, al volver del gimnasio por la tarde, me ‘obligaba’ a leer media hora o cuarenta minutos, y otras tantas veces a la semana hacía lo propio después de la cena. Veinte minutos, media hora, cuarenta minutos. Arañar tiempo es difícil, pero se logra si tratas de reducir las distracciones a cero. He sacado tiempo, por ejemplo, al no ver tantas horas de series en la televisión, y al cocinar muchos platos en paralelo.

Las ganas son más difíciles de gestionar, aunque a mí me ayuda tener un calendario en el que me reservo huecos para leer. Una vez está escrito en el calendario es más fácil centrarse en la actividad en cuestión, ya sea ir al gimnasio, preparar cenas o ponerse a leer. Dicho esto, no solo tenía que gestionar el tiempo para la lectura. Al hacer reseñas largas sobre los libros, también necesitaba dejarlos reposar y buscar huecos para escribir. No ha sido fácil, y a menudo se ha hecho cuesta arriba.

Una montaña de notas

A esto hay que sumar la enorme cantidad de notas que he ido tomando y digitalizando, clasificando, ordenando y procesando, durante este año. Además del tiempo de lectura, cada libro de divulgación leído tiene además un par de horas o tres de trabajo posterior. Este trabajo me ayuda muchísimo en mi profesión, y supone una inversión importante. Aunque no siempre ha sido fácil, he logrado mantener cierta coherencia y hábito.

Uno de los puntos más complejos para mí ha sido la gestión documental y el ‘tener’ que usar distintos métodos de lectura, algo que me causaba mucha frustración al no guardar homogeneidad. Por ejemplo, Google Books es una plataforma diferente a Kindle (app) por lo que no podía tener todos mis subrayados en un único lugar.

Además, resultaba dificilísimo digitalizar el subrayado de los libros en papel. Estos hay que fotografiarlos con aplicaciones como Google Lens, que capturan el texto y lo digitalizan. Hay que hacer una foto a cada página subrayada, seleccionar el texto, pasarlo a la computadora, etc. Es complejo y laborioso y es, en parte, uno de los motivos por los que trato de evitar el papel.

De cara a 2022 el reto cultural consistirá en seguir redactando un artículo para este blog, como venía haciendo desde hace años. Espero que os sea de utilidad, entretenimiento o distracción.

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