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En La piedra de Sísifo hemos hablado en muchas ocasiones de los ladrones de libros. Sin embargo, una categoría que nunca hemos mencionado hasta ahora es la de aquellos que roban manuscritos de libros inéditos, algo tan insólito como singular. El crimen tuvo lugar, sobre todo, a través de correos electrónicos, y fue perpetrado por un estafador que se hizo pasar por diferentes profesionales del mundo editorial para abordar a autores, editores y agentes, en busca de borradores de novelas.

El hecho fue recientemente desvelado, cuando el FBI arrestó a Filippo Bernardini, que trabajaba para Simon & Schuster. Según parecido, Bernardini suplantó distintas identidades para defraudar a cientos de personas, durante como mínimo cinco años, obteniendo así cientos de manuscritos inéditos. Un responsable de Simon & Schuster, en un comunicado, afirmó que la editorial se encontraba conmocionada y horrorizada por las acusaciones a las que se enfrenta su trabajador, que por supuesto ya ha sido suspendido de empleo y sueldo hasta que se tenga más información sobre el caso. «La protección de la propiedad intelectual de nuestros autores es de primordial importancia para Simon & Schuster y para todos en la industria editorial, por lo que estamos agradecidos con el FBI por investigar este incidente», se afirma en el comunicado.

Según la acusación, para conseguir los manuscritos, Bernardini enviaba correos electrónicos haciéndose pasar por personas reales que trabajaban en la industria editorial, por ejemplo, un editor concreto, utilizando direcciones de correo electrónico falsas. Empleaba nombres de dominio ligeramente modificados como penguinrandornhouse.com en lugar de penguinrandomhouse.com, poniendo una «rn» en lugar de una «m».

La acusación decía que había registrado más de ciento sesenta dominios de Internet fraudulentos, que simulaban representar a profesionales y a empresas editoriales. Configuró páginas de inicio de sesión falsas, para que sus víctimas ingresaran sus nombres de usuario y sus contraseñas, lo que le dio acceso a una gran base de datos.

Muchos de los que recibieron los correos electrónicos falsos señalaron que quien los escribiera estaba familiarizado con la industria editorial. A veces usaba abreviaturas comunes, como «ms» para manuscrito, y demostraba conocer las diferentes fases por las que pasa un libro hasta ser publicado. Los ataques han tenido tanto alcance que se han visto afectados profesionales editoriales de puntos tan distantes como Estados Unidos, Suecia o Taiwán, entre otros países.

El esquema seguido por Bernardini a lo largo de los años ha desconcertado al sector porque no parece haberse beneficiado de sus robos. Las obras inéditas de grandes autores como Margaret Atwood, Stieg Larsson o Ethan Hawke formaban parte de su objetivo, pero también libros e autores noveles. Cuando conseguía robar un manuscrito, en ningún caso aparecían en el mercado negro ni se hicieron chantajes. La acusación detalla cómo Bernardini materializó su plan, pero no se sabe por qué. Esa información anticipada, en las manos adecuadas, podían suponer una gran ventaja en el sector, sobre todo en lo que a ofertas por derechos de autor se refiere. Sin embargo, que se sepa, Bernardini nunca hizo uso de esa información privilegiada en beneficio propio.

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