Como tantos niños, Dillon Helbig, de ocho años, dio rienda a su imaginación escribiendo un relato sobre una aventura navideña en un cuaderno de tapas rojas que después ilustró con lápices de colores. Pero Dillon hizo algo más con esa historia que tituló, de forma autobiográfica, Las aventuras de Navidad de Dillon Helbig. Cuando lo terminó, a mediados del diciembre pasado, decidió que quería compartirlo con otras personas y tramó un plan para conseguirlo.
Durante una visita con su abuela a la sucursal de una biblioteca de Boise, en Idaho, el pequeño dejó, sin que nadie lo supiera, su cuaderno de 81 páginas en una de las estanterías de la sección de libros ilustrados para niños. Cuando volvieron, días después, fue derecho al lugar donde había dejado su cuaderno y al ver que no estaba preguntó a la bibliotecaria si lo habían encontrado para pedir que no lo tiraran. Sin embargo, el cuaderno era algo demasiado especial como para considerar deshacerse de él. Varios bibliotecarios lo habían leído y habían quedado encandilados con las aventuras de ese niño que comienza colocando una estrella explosiva al árbol de Navidad y acaba siendo catapultado al Polo Norte. Y no dudaron en compartirlo con sus hijos.
Entonces el personal de la biblioteca tomó una decisión muy poco ortodoxa. Estaban de acuerdo con que el cuaderno con la historia, que era divertida y tenía calidad, cumplía con los requisitos de selección para ser incorporado a los fondos de la biblioteca. Le pidieron permiso a Dillon para colocarle un código de barras al libro y después de darles el visto bueno el libro quedó formalmente agregado a la colección de la biblioteca, concretamente a la sección de novelas gráficas para niños. Además, se le otorgó un premio a Dillon en calidad de mejor novelista juvenil, una categoría creada especialmente para él.
La televisión local no tardó en hacerse eco de la curiosa noticia y a partir de ese momento el número de usuarios que se han acercado a la biblioteca para ver con sus propios ojos el libro de Dillon no ha hecho sino aumentar. Al final, se ha acabado produciendo una extraña situación, aunque el libro se lee rápido, como cada usuario puede tener cada ejemplar en préstamo hasta cuatro semanas, se ha formado una larga lista de espera para hacerse con el libro de Dillon, tan larga que la biblioteca ha decidido no permitir renovaciones. Además, la biblioteca ha confirmado que en este caso no pondrá en marcha el préstamo interbibliotecario, ya que no es posible conseguir nuevas copias y se trata de un libro único en su clase. Una posible solución que se le ha planteado al niño es hacer una versión digital del libro.
Dillon, de mayor tal vez acabe convirtiéndose en escritor, o quizá en bibliotecario, quién sabe. De momento, está trabajando en una segunda parte de su historia, en la que el personaje visita la casa del Grinch y que cuenta con la aparición estelar de su perro Rusty. También está escribiendo una historia sobre un armario que come chaquetas. Su historia, en cualquier caso, es un buen ejemplo de lo que un niño puede conseguir escribiendo sus historias y compartiéndolas con otras personas.
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