Por mucho que pensemos en que somos la leche, a los seres humanos se nos da fatal realizar cálculos mentalmente. Para evitar equivocarnos necesitamos una hoja de papel, tener muy bien organizados los datos iniciales, y aún con ello no las tenemos todas con nosotros. Nos equivocamos a menudo. Incluso creemos que Arthur C. Clarke se equivocó (un poco) cuando en 1968 escribió que había 30 fantasmas por cada persona viva.
Existe un consenso absoluto y generalizado de que hay más humanos muertos que humanos que están vivos, aunque llegar a una cifra fiable sobre cuál es la ratio es extraordinariamente complejo. Para empezar, no tenemos ni idea de por dónde empezar a contar. Hay quien estima que remontarnos 100 000 años es una cifra aceptable, hasta los inicios del Homo sapiens sapiens. Es una medida completamente arbitraria, claro, como cualquier otra.
Otros investigadores prefieren remontarse solo hasta la extinción de los neandertales hace 50 000 años, momento en que los humanos modernos nos quedamos sin otras especies de homínidos rivales. Este es el punto de partida del Population Reference Bureau de Washington, que actualiza cada pocos años su estudio al respccto.
Teniendo en cuenta índices de natalidad estimados de 80 nacimientos por cada 1000 habitantes, que empezaron a bajar hace unos 2000 años, hacia el 1 e.c., este grupo de trabajo llegó a la conclusión de que hacia 1995 había 19,6 muertos por cada vivo, una cifra que no ha dejado de, ¿decrecer?
La búsqueda de datos de tasas de nacimiento fue lo más complicado de aquella investigación, y es que solo se conocen con fiabilidad los datos del 1 % del tiempo estimado. No tenemos ni idea de qué pasó hace diez milenios. Sí sabemos que en 1995 había 31 nacimientos por cada 1000 personas, mientras que en 1995 había 40. A medida que se viaja hacia atrás en el tiempo, la cifra aumenta hasta los 80 mencionados. Pero tampoco es del todo seguro que sea así, así que son cálculos que cuentan con un margen de error de grandes dimensiones.
Hacia 1995, la Population Reference Bureau estimaba que hasta encontes habían vivido unos 107 000 millones de personas, de las cuales solo 7000 millones estaban vivas. No era muy difícil darse cuenta que, se hiciesen como se hiciesen los cálculos, y se empezase a contar desde donde se empezase a contar, los resultados eran inequívocos: hay más esqueletos rodeados de tierra que de carne. Sin embargo, la cifra sigue cambiando año tras año, por motivos obvios.
Uno de ellos es el crecimiento explosivo de la humanidad en los últimos siglos. Se estima que, cuando Arthur C. Clarke realizó su estimación, estaba vivo el 2,3 % de los humanos que alguna vez habían existido. Dicho de otra forma, para entonces cada humano contaba con 43 fantasmas a sus espaldas. Pero en 1995 habían bajado a 19, en 2011 rontaban los 16, en 2020 eran unos 15, y se estima que hacia 2035 la ratio será de 13. Si las proyecciones son correctas, en 2050 habrá ‘solo’ 12 fantasmas por humano vivo. Cosillas de los crecimientos exponenciales.
Sin embargo, el mundo es finito y la población crece cada vez más despacio. Llegará un momento que la ratio dejará de bajar, y empezará a subir. No se tiene claro en qué momento ocurrirá esto, pero probablemente pase hacia 2070 o 2080. La recesión de la población congelará el número de humanos vivos en el planeta, y estos acumularán cada vez más fantasmas. Apenas un siglo de pirámide invertida después, la ratio crecerá con fuerza y los fantasmas se multiplicarán.
En 2050 habrá unos 10 000 millones de seres humanos en el planeta, y si la cifra (por fin) empieza a bajar o se estanca, implicará que el número de muertos crecerá una barbaridad para el número de vivos que hay. De modo que en menos de tres generaciones es posible que se alcancen cifras de 30 fantasmas por vivo.
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