Hablar en público contra lo que se cree que es un pensamiento mayoritario es siempre difícil. Por un lado está el miedo a la respuesta, no siempre educada o pacífica, de una oposición estática. Por otro, está el hecho de que quien empieza a hablar sobre un tema puede pensar que este no importa a nadie. “No hay deporte de riesgo más extremo que pensar a contracorriente y argumentarlo públicamente”, escribía hace unos minutos el profesor Jon E. Illescas.

como nace un movimiento social

En ese momento, mi mente ha vinculado dos elementos: el artículo que escribí la semana pasada sobre la ignorancia pluralista, pensar que todo el mundo tiene una opinión que en realidad no es mayoritaria, y el vídeo “Lecciones de liderazgo del chico bailarín”. Si no lo has visto, te aconsejo que eches un vistazo en youTube. Pero he aquí un breve resumen de la situación:

Todo ocurre en un concierto al aire libre a plena luz del día. La mayoría de la gente descansa plácidamente sobre la hierba mientras alguien, probablemente bajo los efectos de las drogas, baila de forma absurda. También parece evidente que es el alcohol el que ha eliminado las barreras que suelen prevenir estos comportamientos. Al principio, todo el mundo le ignora. Solo es un borracho más, y parece haber bastantes entre la multitud. Sin embargo, algo mágico ocurre. Le siguen.

Un primer seguidor entra en escena, imitando a la primera persona. Parece que tiene algo más de coordinación que el bailarín original. Bailan juntos y aparece en escena el segundo seguidor. Esto lo cambia todo. Sí, siguen siendo tres personas en un concierto de miles, pero ahora son un grupo. Un movimiento. “Hemos conseguido el impulso”, dice la voz en off del vídeo cuyo original puede consultarse aquí. “A medida que se unen más personas, va desapareciendo el riesgo”.

“Parece que me estoy leyendo a mí mismo”, me acaba de citar Sergio Fernández, vocal de distrito, a raíz de un hilo sobre el cambio hacia ciertos hábitos necesarios pero aún muy criticados. Lo que no sabe Sergio es que horas antes yo había leído el suyo, y me había sentido tan identificado que necesitaba exteriorizar mi experiencia.

Todos los movimientos sociales que han logrado cambiar algo alguna vez han empezaro así, aunque algunas con muertes de por medio, especialmente las que se oponen a grandes poderes. La lucha contra las coronas en centroeuropa, la demanda de derechos laborales, la lucha por los derechos civiles, los movimientos LGTB o la Revuelta Escolar, un movimiento que lucha por entornos escolares seguros y saludables con menos coches, contaminación y ruido.

El movimiento de Revuelta Escolar se inició con una pequeña protesta en Barcelona en diciembre de 2020. Decir que es un movimiento joven es quedarse cortos, aunque en su espíritu hay argumentos que se remontan a Jane Jacobs. En cuestión de pocas semanas, se habían adherido a la protesta varios centros educativos y varias decenas de asociaciones. Al finalizar el año había 100 centros movilizados en 17 ciudades de toda España. Y la lista sigue creciendo.

“La Revuelta Escolar nos ha ayudado a acelerar medidas como la pacificación de muchas calles junto a los colegios. Y es un movimiento tan transversal que casi nadie se atreve a criticarlo”, comentaba Janet Sanz, teniente de alcalde de Barcelona. Sin embargo, sí hubo críticas a esta protesta. Los primeros alzamientos de voz fueron duramente criticados por aquellas personas que no están dispuestas al cambio. El inicio de los movimientos sociales suele ser doloroso.

Pero, una vez ganan inercia, son imparables. Y cuando han cambiado por completo la percepción de la sociedad respecto a un tema dado, volver atrás suele ser considerado un retroceso inadmisible. El primer paso es alguien alzando la voz, a la espera de los primeros seguidores.

 

Imágenes | Sam te Kiefte

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