Hoy en día, gracias a los avances en comunicación y a las nuevas tecnologías, mantenerse en contacto es muy fácil, pero no siempre fue así. En el pasado, incluso cuando una pareja vivía a solo unos kilómetros de distancia, verse era difícil. Para llegar a casa de su amante, en ocasiones había que hacer a pie esos kilómetros o montar a caballo durante horas. Esto, en invierno, con las inclemencias del tiempo y el frío, podía volverse todavía más complicado. Por eso, una vez que el hombre llegaba a su destino, no siempre le era posible volver a casa directamente y tenía que quedarse hasta la mañana siguiente. Si añadimos que las casas eran pequeñas, que no había muchas camas y que las habitaciones podían ser muy frías, no parece tan descabellado que durante la noche dos amantes pudieran acurrucarse juntos en una misma cama.
Esta práctica, conocida como bundling, era practicada mayoritariamente por las clases bajas y aunque parezca algo insólito hace siglos, tiene también una base bíblica: en el Libro de Rut está escrito que Rut y Booz se acostaron juntos en el suelo toda la noche y más tarde se casaron. Y además de las razones prácticas señaladas, también tenía otro objetivo importante: que la pareja se conociera mejor. El hombre tenía el consentimiento de los padres de ella para compartir cama y poder cortejarla. La pareja se quitaría solo la ropa exterior y se quedaría con la interior para evitar tentaciones. Otro método para evitar que tuvieran relaciones sexuales era colocar una tabla baja o un almohadón en medio de la cama, e incluso se llegó a amarrar los tobillos de la mujer. Se suponía que hablarían y nada más.
Pero no era extraño que hubiera algo más que palabras. Donde esto ocurría, la novia solía dar a luz pocos meses después de la boda. Esto solo ocurría con relaciones serias, que se iban a casar de todos modos, pero, en cualquier caso, si una mujer quedaba embarazada el hombre no tenía más remedio que casarse para no hacer de ella una mujer deshonesta. Aunque, según parece, en algunas partes de Estados Unidos se decía si se iban a casar o no después de pasar la noche juntos, como una especie de método de cortejo extraño. Así lo describió el reverendo Andrew Burnaby en su libro de 1775 Travels in Notrh America.
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