2001: Odisea en el espacio es considerada una de las mejores obras de ciencia ficción de la historia. Se trata de una adaptación del cuento El centinela, del escritor inglés Arthur C. Clarke. Fue dirigida y coescrita por el director norteamericano Stanley Kubrick y estrenada en 1968, justo un año antes de la llegada del hombre a la luna en 1969. 

El guión fue escrito en colaboración con el propio Clarke, quien paralelamente escribió una novela donde se detallaron muchas cuestiones que en la película no quedaban del todo claras. Es que la película es pura imagen y música. Los diálogos apenas aparecen y se nos cuenta más a través de deslumbrantes escenarios y efectos audiovisuales. De hecho, si no hubiera sido porque había leído antes la novela, estoy segura de que habría entendido poco y nada.

Lo que volvió grandiosa a esta película no fue solamente su lenguaje audiovisual sino también la innovación en los efectos especiales, que para los años sesenta eran impensados. De hecho, bien podría parecer que la película es más actual debido a la increíble calidad de la imagen y del sonido. 

La historia inicia en una sabana de África hace unos cuatro millones de años, donde vive un grupo de simios antropoides.  Se trata de nuestros ancestros, los australopithecus, un género que precedió al nuestro (el Homo). Estos simios vivían en la sabana africana y habían desarrollado el bipedismo: la capacidad para andar a dos patas. Sin embargo, vivían una vida dura: pasaban hambre y miedo, el agua escaseaba y debían protegerse de depredadores que rondaban por allí.

Pero en un determinado momento, estos simios tuvieron que adaptarse al entorno natural y desarrollaron así nuevas habilidades y características físicas que a la larga dieron lugar al género humano. Es lo que conocemos como evolución, que opera a través de un mecanismo llamado selección natural, concepto desarrollado por el biólogo inglés Charles Darwin en el siglo XIX. Según esta teoría, los cambios del entorno natural ejercen presiones sobre los animales, generando adaptación al medio ambiente y por lo tanto, variaciones genéticas que dejarán en ciertos grupos más descendencia que otros que no puedan adaptarse a esas presiones.

Ahora bien, ¿qué factor natural seleccionó a estos simios para que evolucionaran hacia una especie más avanzada? ¿Fue la naturaleza u obra de algún ser superior? Y esto es lo maravilloso de la historia de Clarke. Porque lo que se plantea, más que una selección natural, es que ocurrió una selección artificial. Cuando los simios antropoides se encuentran con un monolito que aparece de la nada en el sitio donde viven, comienzan a desarrollar nuevas habilidades: empiezan a crear herramientas y a cazar animales. Ya no viven con miedo ni hambre y han superado a otros grupos de simios. En definitiva, comienza un proceso de evolución. 

Aquí es cuando la película da un salto y nos lleva millones de años hasta el presente, precisamente, al año 1999. Nos encontramos con un escenario completamente diferente: estamos en el espacio y el hombre ha colonizado la luna. La relación del hombre con la tecnología ha llegado al máximo. Lo que ocurre es que astronautas norteamericanos han descubierto un monolito enterrado en la luna, pero las investigaciones dan cuenta de que no se trata de un fenómeno natural, sino que fue colocado allí a propósito. Cuando un grupo de científicos va a explorarlo, el monolito produce una señal de radio a causa del contacto con la luz solar. Los científicos pronto analizan esta señal y descubren que fue emitida hacia Júpiter. 

En este punto nos surge la pregunta: si este monolito fue puesto intencionalmente en la luna, ¿no habrá sido el monolito de la sabana de hace cuatro millones de años, también una intención de seres extraterrestres?

Dieciocho meses después del descubrimiento del monolito, en el año 2001, se prepara una misión: la Discovery, con destino a Júpiter, para averiguar quién es el emisor del monolito. Dos astronautas a bordo, tres en hibernación y el computador inteligente Hal 9000 son los encargados de viajar en esta misión. En este punto vamos a pasar de largo una de las tramas principales que ocurre mientras la tripulación realiza el viaje: el rol de Hal 9000 y los enigmas de la inteligencia artificial. Pero eso es un capítulo aparte.

Nos trasladamos al final de la película. Cuando uno de los astronautas, Dave Bowman (el único que ha sobrevivido), llega finalmente a las inmediaciones de Júpiter, descubre un nuevo monolito. Pero al acercarse, se ve absorbido por fuerzas desconocidas del cosmos e ingresa al mundo de las estrellas, donde hay colores y formas extrañas e increíbles. En un viaje psicodélico, Dave llega de pronto a una habitación: se trata de una habitación construida al estilo de los humanos, aunque en realidad es una imitación que han hecho otros seres acerca del mundo humano, que pudieron realizar a partir de la señal de radio que se había emitido un tiempo atrás.

Dave queda encerrado en la habitación y de repente empieza a envejecer muy rápidamente. Hasta que alcanza una edad mayor, se encuentra en la cama a punto de morir. En ese momento, se encuentra nuevamente con el monolito, y se transforma en un embrión. Pero no cualquier embrión: es una nueva especie más evolucionada. Entonces, así como el monolito llevó en su momento a los simios a evolucionar hacia los humanos, ahora lleva a los mismos humanos a evolucionar a un «superhombre», una especie superior que es enviada de regreso a la Tierra. Aunque no sabemos qué hará a continuación.

Esta nueva especie está inspirada en el concepto de «superhombre» desarrollado por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en su obra Así habló Zaratustra. De hecho, la música principal de la película es un poema sinfónico del compositor alemán Richard Strauss, basado justamente en la obra de Nietzsche. El concepto del «superhombre» de Nietzsche refiere a la capacidad del hombre de superarse a sí mismo y crear su propio sistema de valores. Una de estas formas del superhombre es el niño, que representa un estado de pureza en el que se crea algo nuevo. Por eso, la escena final nos muestra a este niño llegando a la Tierra.

De este modo, unos de los temas centrales es la evolución, nuestra relación con la tecnología y el cosmos. ¿Qué impulsa realmente nuestra evolución a lo largo de millones de años? ¿Somos obra de la selección natural o más bien una selección artificial orquestada por seres extraterrestres? Algo interesante de la película es que nunca nos muestran a estos seres superiores; eso refleja un poco la inmensidad del universo, las fuerzas desconocidas que viven más allá de lo que podemos percibir en el espacio. Por más avances científicos que hayamos logrado, el infinito del cosmos siempre será inmenso y desconocido para nosotros. Tanto que hasta cabría que seamos experimento y resultado de la obra de seres extraterrestres de los confines de nuestra galaxia o incluso más allá.

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