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A algunas personas les encanta consumir terror. A pesar de que el miedo no es precisamente una emoción positiva, disfrutan acurrucándose en la cama mientras leen un libro o ven una película de terror, temblando mientras la oscuridad les rodea. ¿Qué tiene el terror que atrae tanto a las personas? ¿Por qué hay personas dispuestas a gastar dinero y tiempo en experiencias terroríficas mientras otros hacen todo lo posible por evitarlo?

Una de las razones por las que consumimos terror es para experimentar cierto tipo de estímulo intenso. La exposición a actos aterradores, o incluso la participación en ellos, puede estimularlos tanto mental como físicamente, de formas opuestas. De manera negativa, en forma de miedo o ansiedad, y de manera positiva, en forma de emoción o alegría. Por ejemplo, ver un vídeo de terror activa al mismo tiempo ambos tipos de estimulación, experimentando el mayor placer en el momento más aterrador. La bioquímica de nuestros cuerpos cambia cuando consumimos terror. Un susto puede liberar adrenalina, lo que se traduce en sensaciones intensificadas y energía creciente.

Otra razón por la que buscamos el terror es para obtener experiencias novedosas. Las historias de terror apocalípticas, por ejemplo, nos permiten vivir realidades alternativas, desde brotes de zombis hasta invasiones alienígenas. Algunas experiencias novedosas pueden contribuir a generar una sensación de logro, como visitar una famosa casa encantada. Esta clase de aventuras nos hacen sentir más atrevidos.

Por último, el terror puede ayudarnos, de una manera segura, a satisfacer nuestra curiosidad sobre el lado oscuro de la psique humana. Después de todo, en la vida real es más que probable que no tengamos la oportunidad de conocer a un asesino en serie. Como especie intrínsecamente curiosa que somos, muchos de nosotros nos sentimos fascinados por lo que nuestra propia especie es capaz de hacer. Observar tramas en las que los personajes deben enfrentarse a las peores partes de sí mismos sirve como una especie de estudio de las partes más oscuras de la condición humana.

Eso sí, para poder disfrutar de la experiencia, necesitamos poseer un marco psicológico protector. En primer lugar, tenemos que sentirnos físicamente seguros. Por ejemplo, aunque el ser malvado de turno esté cometiendo actos aterradores ante nuestros ojos, podemos obtener placer del horror siempre y cuando sintamos que esa entidad está físicamente distante y que por tanto no puede causarnos daño. Sin embargo, si empezamos a pensar que esa entidad malvada puede salir de la historia, la experiencia dejará de ser divertida. Por otra parte, para que exista un marco protector también debemos sentir desapego, desconectándonos psicológicamente de la experiencia (es lo que hacemos cuando pensamos que la historia de terror es solo ficción).

La ausencia de estos marcos de protección psicológica reduce la preferencia por el consumo de terror, lo que explica por qué muchas personas prefieren mantenerse alejadas de libros y películas de terror y de toda clase de eventos espeluznantes.

Las personas con una mayor necesidad de experimentar emoción y excitación son las que tienden a buscar y a disfrutar más las experiencias relacionadas con el terror. Por otra parte, la empatía también tiene que ver con el disfrute del terror. Los que no son tan empáticos pueden disfrutar más del género, ya que aquellos que tienen un mayor nivel de empatía tienden a sentirse peor en situaciones de angustia experimentadas por otros. El género y la edad también parecen ser determinantes. Según una encuesta, las personas más jóvenes tienden a sentirse más atraídas por el terror y los hombres son más propensos que las mujeres a disfrutar de estas historias.

Ahora bien, ¿hay algún beneficio en consumir terror? Más allá del placer que genere, existen algunos beneficios añadidos. Compartir una experiencia terrorífica con otra persona puede afianzar vínculos afectivos. De hecho, consumir terror en grupo es una excelente manera de conectarnos con una comunidad. La oxitocina que se libera en una experiencia terrorífica facilita sentimientos de cercanía y afinidad con los miembros del grupo.

Por último, después de una experiencia terrorífica, se produce una sensación de alivio, siempre que se haya concluido de forma positiva. Esto libera endorfinas en nuestro cerebro que hacen que nos sintamos relajados y renovados.

Comprender la psicología que hay detrás del consumo de terror nos permite disfrutar más de este género. Nos permite, por ejemplo, entender la importancia de preparar adecuadamente el marco psicológico protector para hacer que sumergirnos en un libro o en una película de terror sea más placentero.

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