Si bien es cierto que las antiguas prácticas geopolíticas no van a desaparecer, lo que si va a cambiar es la forma de abordarlas. Tras el fin de la Guerra Fría es muy difícil que la geopolítica «pueda volver alguna vez al mundo dado por sentado de la política del poder del que surgió» (Taylor y Flint, 2002, p. 111) pues las variables a tener en consideración tras dicho conflicto son numerosas y diversas (geopolítica, geoeconomía, geotecnología, globalización, Internet…) como para aglutinarlas bajo un mismo marco teórico y de análisis. En éste contexto nace la geopolítica crítica, una teoría geográfico-política que trata de superar el enfoque realista propio de la política del poder y dejar a un lado la «dimensión ideológica» de las investigaciones. Ésta teoría, que parte de un giro post-estructuralista inspirado en la metodología deconstructivista y postmodernista de (entre otros) Michel Foucault y Jacques Derrida, se caracteriza principalmente por: cuestionar la imaginación geopolítica moderna prestando atención a las distintas formas en que se diseña la geopolítica del poder, deconstruir las narrativas histórico-espaciales dominantes identificando y analizando históricamente su geoconstrucción (social), estudiar los significados implícitos y explícitos que se dan a los lugares para justificar las acciones geopolíticas, no privilegiar a los Estados como únicos actores y advertir de los peligros e inconvenientes de crear «burdas reterritorializaciones que traten de recrear representaciones estables simples en un mundo fluido de enormes cambios sociales» (Taylor y Flint, 2002, p. 112).
La geopolítica crítica sostiene que es posible al mismo tiempo descubrir nuevas prácticas espaciales que produzcan y/o modifiquen los imaginarios socio-espaciales sin perder de vista en ningún momento la constante (re)producción de una geopolítica del poder. Es por esto que la geopolítica ya no puede ser considerada como una unidad singular sino como una unidad plural que permita, sin abandonar la idea convencional de la geopolítica como un conjunto de prácticas espaciales del Estado, atender a una serie de prácticas emitidas por distintas formas de expresión tanto populares como profesionales/elitistas/convencionales. Para ello, será Ó Tuathail (2006, p. 9) quien propondrá la siguiente división de perspectivas geopolíticas para comprender la elaboración del conocimiento y razonamientos geopolíticos: (1) Geopolítica práctica: aquella que se ocupa de la actividad estatal que espacializa el mundo y es ejecutada por la burocracia de los Estados, es decir, aquella que se refiere a las narrativas, discursos políticos y prácticas diplomáticas, políticas, militares, etc., llevadas a cabo por funcionarios, militares, foreign policy makers, diplomáticos, etc., en virtud del ejercicio de sus funciones (en materia de defensa, cooperación internacional, seguridad…) y los distintos códigos geopolíticos con los que operen. (2) Geopolítica formal: aquella que hace referencia a la elaboración de teorías, enfoques, modelos, doctrinas y estrategias geopolíticas para guiar y justificar las actividades y acciones geopolíticas de un Estado. Bien podría decirse que es aquella que justifica a la geopolítica práctica. Dicha elaboración de teorías es llevada a cabo por los «intelectuales de Estado» pero que no se encuentran en su estructura formal (organismos especializados relacionados con la administración pública pero también think tanks, departamentos universitarios, etc…). (3) Geopolítica popular: aquella que está formada por múltiples expresiones de la cultura popular, es decir, se trata de una geopolítica que aglutina todos aquellos razonamientos geopolíticos generados por el cine, la literatura, los medios de comunicación, los periódicos, los videojuegos, etc., pues todos estos, geopolíticamente hablando, funcionan como fuentes de información, comunicación, circulación, consumo del imaginario geopolítico colectivo e incluso de creación de motivaciones (populares) geopolíticas. En definitiva, se trata del sentido común geopolítico de los ciudadanos.
Las tres perspectivas geopolíticas anteriores no son excluyentes las unas de las otras sino que se complementan entre sí. Por ejemplo: los diseños elaborados por y desde la geopolítica formal pueden buscar influir sobre la geopolítica práctica para que ésta actúe de una u otra manera; y la actitud, el comportamiento y los resultados alcanzados por dicha geopolítica práctica será la que establezca una determinada comprensión del mundo en el sentido común o imaginación geopolíticos de la opinión pública, ciudadanos, masas, etc., asentando de esta forma una geopolítica popular (los ciudadanos tendrán de esta manera una determinada opinión geopolítica, exigirán a sus líderes determinados compromisos geopolíticos, etc…). Dicho esto, veamos éste complementarse citado anteriormente entre las tres geopolíticas con el fenómeno de la guerra contra el terrorismo o guerra al terror. Ésta se refiere a la campaña bélica emprendida por los Estados Unidos bajo la presidencia de George W. Bush en 2001 tras los atentados del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001 con el objetivo de acabar con el terrorismo internacional (véanse los actuales Al Qaeda, Estado Islámico, Frente Al- Nusra…) y que ha ahondado enormemente en la geopolítica práctica de los Estados, caracterizado a numerosos estudios e investigaciones propios de la geopolítica formal e influenciado inmensamente en la geopolítica popular mundial.
Si bien es cierto que la guerra contra el terrorismo se circunscribe en un nuevo orden y funcionamiento geopolítico mundial (globalización, desterritorialización, disolución de las fronteras…) no puede obviarse que sigue una clara continuación del sistema binario ideológico propio de la Guerra Fría, es decir, que la territorialización binaria no es entre dos bloques bien diferenciados y estatales (Estados Unidos y sus aliados frente a la Unión Soviética y sus aliados) sino entre el Bien y el Mal (siendo éste último el terrorismo). Tras los atentados del 11S, la administración Bush movilizó una cantidad ingente de recursos de todo tipo que de una u otra manera «despertaron» a las tres perspectivas geopolíticas de Ó Tuathail: (1) Con respecto a la geopolítica práctica: a pesar de que el comportamiento geopolítico de los grupos terroristas internacionales no era tradicional, pues éstos no estaban sujetos a un determinado Estado ni reclamaban la soberanía de un territorio concreto (será el Estado Islámico uno de los primeros que lo haga), Estados Unidos respondió a los atentados del 11S de una manera clásica mediante la invasión y ocupación de Afganistán y luego de Irak (Estado versus Estado). Sin embargo, la respuesta geopolítica también fue interna debido a la elaboración de leyes como la USA Patriot Act que permitían la violación y limitación de derechos de los ciudadanos (sobre todo si estos parecían estética, cultural e ideológicamente musulmanes). (2) Con respecto a la geopolítica formal: podemos destacar la elaboración de numerosas teorías y doctrinas como la de la contrainsurgencia para paliar los errores geopolítico-prácticos cometidos por Estados Unidos a la hora de combatir a un enemigo no estatal con medios estatales. (3) Con respecto a la geopolítica popular: la llamaba al patriotismo y a la unidad en contra del terrorismo se extendió rápidamente al mercado. Destacan la producción masiva propagandística de videojuegos como Blackwater (2013) y películas como 13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi (2016) que naturalizan la inestabilidad de determinados países extranjeros y justifican la presencia militar estadounidense en los mismos para combatir al enemigo terrorista afianzando así una geopolítica popular, en este caso estadounidense, que acepta y defiende la política exterior de su país. Para terminar, queda claro que las tres geopolíticas se complementan entre ellas pero también a la (geo)política de poder tradicional: véase como la práctica requiere de la formal para mejorarse y de la popular para justificarse.
Bibliografía utilizada
Ó Tuathail, G.; Dalby, S.; y Routledge, P. (eds.) (2006). Geopolitics Reader. Nueva York: Routledge.
Taylor, P. J. y Flint, C. (2002). Geografía política. Economía-mundo, estado-nación y localidad. Madrid: Trama Editorial.
Foto de portada
Anónimo (1914). Kill That Eagle. Londres: Geographia. Disponible en: https://exhibits.stanford.edu/ruderman/catalog/wj962vt7652.
No hay comentarios