En febrero de 1973 el doctor Bernard Beitman se encontraba sobre el fregadero de su cocina en una antigua casa victoriana en San Francisco ahogándose sin control. Durante varios minutos no fue capaz de recuperar el aliento. Al día siguiente, su hermano lo llamó para decirle que casi a 5000 kilómetros de distancia, su padre había muerto, después de haber sangrado por la garganta, ahogándose en su propia sangre, al mismo tiempo que el misterioso episodio de Beitman. Superado por el asombro y la emoción, Beitman quedó fascinado con lo que él llamó una coincidencia significativa. Después de convertirse en profesor de psiquiatría en la Universidad de Missouri-Columbia, y publicar varios artículos y dos libros sobre el tema, fundó una organización sin ánimo de lucro, el Coincidence Project, para alentar a las personas a compartir sus coincidencias.
Hay quien piensa, como Beitman, que las coincidencias sugieren una conexión entre nuestra mente y el mundo material más profunda de lo que la ciencia moderna puede explicar. Otros las ven como puras probabilidades matemáticas, similares al teorema del mono infinito, que establece que si un mono golpea las teclas de una máquina de escribir al azar durante una cantidad infinita de tiempo al final acabará escribiendo las obras de Shakespeare. Tal vez improbable, pero no inexplicable. De cualquier forma, la mayoría de personas que analizan las coincidencias están de acuerdo en que darse cuenta de ellas y tratar de entenderlas nos ayuda a obtener un mayor conocimiento de cómo funciona el mundo. Imagina, por ejemplo, la coincidencia que te puede llevar a ganar varias veces seguidas en apuestas deportivas en USA.
Beitman define una coincidencia como «dos eventos que se unen aparentemente sin una explicación causal», como su experiencia con su padre o como cuando suena en la radio la canción favorita de un ser querido justo cuando estamos pensando en él. El elemento sorpresa es esencial, como si hubiera un desajuste, dijo Mark Johansen, profesor de psicología en la Universidad de Cardiff en Gales.
Si bien Beitman siempre se sintió fascinado por las coincidencias, no fue hasta el final de su carrera académica que comenzó a estudiarlas de forma más pormenorizada (hasta ese momento, su investigación se había centrado en la relación entre el dolor de pecho y el trastorno de pánico). A partir de 2006 desarrolló la Encuesta de Coincidencias Extrañas, para determinar qué tipos de coincidencias se observan con mayor frecuencia, qué tipos de personalidad están más correlacionados con percibirlas y cómo la mayoría de las personas las explican. Unas 3.000 personas han completado la encuesta hasta el momento.
Aunque Beitman todavía está recopilando datos, ya ha sacado algunas conclusiones. Las coincidencias más reportadas están asociadas con los medios de comunicación: una persona piensa en una idea y luego la escucha o la ve en la televisión, la radio o Internet. Pensar en alguien y luego que esa persona llame inesperadamente es lo siguiente en la lista, seguido de estar en el lugar correcto en el momento correcto para avanzar en el trabajo, la carrera o la educación. Las personas que se describen a sí mismas como espirituales o religiosas dicen notar coincidencias más significativas que aquellas que no lo hacen, y es más probable que las personas experimenten coincidencias cuando se encuentran en un estado emocional elevado, tal vez bajo estrés. La explicación más popular entre los encuestados para las misteriosas coincidencias es Dios o el destino. La segunda explicación es la aleatoriedad y la tercera que nuestras mentes están conectadas entre sí o, en la cuarta explicación, que nuestras mentes están conectadas con el medio ambiente.
Beitman está particularmente interesado en lo que llama simulpatía, que sería sentir el dolor de un ser querido a distancia, como cree que le pasó con su padre. La ciencia actualmente no puede explicar cómo puede ocurrir, pero él ofrece alguna explicación no científica, como la existencia de la psicosfera, una especie de atmósfera mental a través de la cual la información y la energía pueden viajar entre dos personas emocionalmente cercanas aunque físicamente distante. En su nuevo libro, Coincidencias significativas: cómo y por qué suceden la sincronicidad y la serendipia, comparte la historia de un joven que pretendía acabar con su vida a la orilla de un lago aislado. Mientras estaba sentado llorando en su coche, otro coche se detuvo y fue su hermano quien se bajó de él. Cuando el joven le preguntó cómo sabía lo que estaba pasando, el hermano simplemente dijo que no sabía por qué se subió al coche, a dónde iba, o qué haría cuando llegara allí. Solo sabía que necesitaba subirse al coche y conducir.
David Hand, un estadístico británico y autor del libro de 2014 El principio de improbabilidad: por qué las coincidencias, los milagros y los eventos raros suceden todos los días se encuentra en el extremo opuesto a Beitman, afirmando que la mayoría de las coincidencias son bastante fáciles de explicar y se especializa en desmitificar incluso las más extrañas. Un ejemplo podría ser ganar la lotería dos veces. Si hay una probabilidad de 1 entre 100 millones de ganar la lotería una vez, entonces la probabilidad de ganar dos veces es de 1 en 100 millones al cuadrado, un evento aparentemente imposible. Pero si considera la cantidad de personas que juegan a la lotería y la cantidad de veces que compran décimos, es casi seguro que alguien, en algún lugar, ganará dos veces y, de hecho, ha ocurrido alguna vez. Hand llama a esto la ley de los números verdaderamente grandes. «Tomas algo que tiene muy pocas posibilidades de suceder y le das muchas, muchas, muchas oportunidades para que suceda», dijo. Es, al fin y al cabo, una versión del teorema del mono infinito.
Johansen, profesor de psicología en Cardiff, y su colega Magda Osman, profesora de toma de decisiones básica y aplicada en la Universidad de Cambridge, están particularmente interesados en cómo determinamos si una coincidencia es un evento fortuito o no. Prestar atención a las coincidencias, dicen Osman y Johansen, es una parte esencial de cómo los humanos dan sentido al mundo. Confiamos constantemente en nuestra comprensión de causa y efecto para sobrevivir
Charles Zeltzer, psicólogo clínico y analista junguiano, ofrece otra perspectiva. Zeltzer ha pasado 50 años estudiando los escritos de Carl Jung, el psicólogo suizo del siglo XX que introdujo en el mundo occidental moderno la idea de la sincronicidad. Jung definió la sincronicidad como «la coincidencia en el tiempo de dos o más eventos causalmente no relacionados que tienen el mismo significado». Una de las historias sincrónicas más icónicas de Jung se refería a una paciente que un día le contaba un sueño en el que había visto un escarabajo de oro. En ese momento, Jung escuchó un suave golpeteo en la ventana, la abrió y un escarabajo entró volando en la habitación. Jung arrancó el insecto del aire y se lo presentó a su paciente. «Aquí está tu escarabajo», dijo. La experiencia resultó terapéutica porque le demostró a la paciente que el mundo no siempre es racional y que hay que estar más abierto a la vida emocional. Al igual que Jung, Zeltzer cree que las coincidencias significativas pueden alentar a las personas a reconocer lo irracional y misterioso.
Hermoso artículo.