Todos estamos familiarizados con la noción de aprender una palabra nueva al encontrarla en un contexto conocido. Al ver un término desconocido rodeado de palabras que ya conocemos, podemos identificar de manera general el significado del nuevo término por inferencia. A medida que esa palabra volvemos a verla, en contextos distintos, su significado se precisa, hasta ser capaces de entenderla e incluso de usarla correctamente. ¿Qué pasaría si aplicáramos este principio a todo un idioma que no se conoce?
Con esta premisa, la de aprender un idioma nuevo simplemente leyendo una novela, casi sin darnos cuenta, Giacomo Miceli creó una curiosa edición de Las aventuras de Pinocho. Se trata de una novela que en realidad son dos libros en uno: la traducción en inglés del libro va mezclándose gradualmente con su versión original en italiano. En las primeras páginas van apareciendo algunas palabras en italiano de vez en cuando, resaltadas además al estar escritas en cursiva. Gradualmente van apareciendo cada vez más palabras en italiano, mezcladas en el texto en inglés. A partir del primer cuarto del libro empiezan a aparecer oraciones cortas en italiano. Cuando llegamos a la mitad de la novela, la mitad de las palabras están en inglés y la otra mitad en italiano. Finalmente, el libro acaba en su idioma original, no solo en italiano sino en italiano del siglo XIX.
La elección de Pinocho, cuyo original es mucho más oscuro que cualquier versión que se haya hecho posteriormente, no es casual, explica Miceli. Hay un intencionado paralelismo entre el deseo de Pinocho de convertirse en un niño de verdad y la aspiración de cualquier traducción de ser lo más cercana posible al original. En cierto sentido, lo real puede disfrutarse al final del libro.
¿Logra su objetivo Miceli, es decir, se puede aprender italiano leyendo el libro? Lo cierto es que no. Ciento sesenta páginas no son suficientes para alcanzar una meta tan ambiciosa, pero al menos es un comienzo. El propio Miceli dice, probablemente en broma, que aplicará el mismo método a En busca del tiempo perdido para que con sus 2.215 páginas aprender francés sí puede ser una realidad.
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