En Glasgow, Escocia, a fines del siglo XIX, la firma de David Bryce and Son siempre se mantuvo a la búsqueda de los últimos avances tecnológicos en impresión para producir libros en miniatura. Este tipo de libros engloba a aquellos volúmenes que tienen menos de ocho centímetros de alto, pero Bryce quería en imprimir miniaturas de aproximadamente dos centímetros y medio. Estos ejemplares se conocen como microminiaturas.
La fotolitografía, un tipo de proceso de fotorreducción, permitía reducir volúmenes más grandes al tamaño más pequeño imaginable. Así, Bryce comenzó a editar los que entonces se conocieron como los libros más pequeños del mundo. Entre ellos figuraba el diccionario de inglés más pequeño, la Biblia completa más pequeña o el cancionero más pequeño. El Nuevo Testamento más pequeño medía solo entre siete y medio y diez centímetros de alto por entre casi trece y más de veinte centímetros de ancho. Todas las microminiaturas se alojaron y vendieron en medallones cubiertos de metal plateado o latón, con una pequeña lupa insertada para facilitar la lectura.
Entre las más famosas de todas las publicaciones de Bryce se encuentra el Corán en árabe, impreso en delgado papel de seda y encuadernado en elaborado cuero rojo con estampado en oro. Lo más sorprendente es que el texto está completo, con sus 114 suras, que según la tradición están ordenados del más largo al más corto y en el orden en que le fueron revelados a Mahoma. Gracias a un relicario de latón con anillo sujeto a una cadena, los soldados otomanos musulmanes pudieron llevar el Corán alrededor del cuello durante la Primera Guerra Mundial. El libro y el relicario se consideraban un talismán protector y los aliados los distribuyeron para cimentar la lealtad a su causa. Cuenta la leyenda que los soldados que luchaban con Lawrence de Arabia en los desiertos estaban entre los que llevaban el Corán de Bryce.
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