Publicaciones clandestinas polacas de la década de 1980 (Fuente).

¿Qué tienen en común Doctor Zhivago de Boris Pasternak y El archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn? Hoy son de los libros más importantes del siglo XX, con millones de copias vendidas; sin embargo, en su día los lectores soviéticos no los conocieron por primera vez en las estanterías de las librerías sino en copias clandestinas, hechas a mano, que pasaban a escondidas de unos lectores a otros. Gracias al Samizdat, las obras de Pasternak y de Solzhenitsyn, así como muchas otras novelas, poemas, canciones y libros en general, lograron ser conocidos entre los lectores de la Unión Soviética.

La URSS siempre tuvo una censura severa y aunque hubo una cierta relajación durante la Segunda Guerra Mundial, en líneas generales la situación no cambió demasiado. La Dirección General para la Protección de los Secretos de Estado en la Prensa realizaba una censura prelimiar de todos los libros y publicaciones y controlaba la literatura importada para evitar que se difundiera todo aquello que desacreditara el orden soviético o que pareciera propaganda antisoviética. Si bien es cierto que en la época de Stalin a nadie se le hubiera ocurrido distribuir libros y revistas de forma ilegal, con el deshielo de Nikita Jruschov surgió un movimiento disidente, al tiempo que la demanda de veracidad en la transmisión de información y el interés por una literatura sin censuras no hacen sino aumentar. En este contexto surgió el Samizdat, la copia y distribución clandestina de literatura prohibida por la censura del régimen. Curiosamente, el Discurso secreto de Jruschov contra Stalin ante el XX Congreso del PCUS fue uno de los primeros documentos publicados como Samizdat.

Este tipo de obras se distribuían como manuscritos o como documentos mecanografiados. Se hacían muy pocas copias al mismo tiempo y de forma espontánea la obra se iba distribuyendo a través de copias de las copias, a menudo mediante calcos manuscritos. Y no solo eran obras sino también revistas. La más famosas de ellas fue La crónica de la actualidad, que se publicó en diferentes momentos a lo largo de quince años, porque más de la mitad de sus directores fueron condenados o enviados al exilio. En la década de los setenta el proceso se agilizó gracias a las copias impresas y a las fotocopias. Aquellos que formaban parte de este proceso, ya fuera como distribuidores o como meros lectores, se arriesgaban a recibir duros castigos que podían incluir despidos, arrestos domiciliarios o incluso encarcelamientos.

Publicación samizdat La crónica de la actualidad de 1969 (Fuente).

Por otra parte, frente al concepto de Samizdat también tuvieron mucha difusión entre los lectores soviéticos las lecturas de Tamizdat, que eran obras sin censurar que se enviaban al extranjero para que fueran publicadas allí y a continuación volvían a la URSS. Uno de los casos penales de Tamizdat más infames fue el juicio de los escritores Andrei Sinyavsky y Yuli Daniel, condenados como miles de personas entre 1956 y 1987 por el artículo 70 del Código Penal que hacía alusión a la agitación y propaganda antisoviética.

El valor del Samizdat fue indudable. Los lectores soviéticos no solo accedieron a novelas prohibidas y tuvieron la oportunidad de conocer otros puntos de vista sobre temas políticos, sino que también leyeron a los poetas de la Edad de Plata por primera vez, porque muchos de ellos estaban prohibidos en la URSS o simplemente no eran publicados por las editoriales estatales. Aunque el contenido de algunos de los libros del Samizdat se fue volviendo cada vez más politizado, dejando a un lado a la literatura de entretenimiento, en las décadas de 1970 y 1980 no solo los disidentes con el régimen formaban parte del Samizdat. Este tipo de literatura también era habitual entre estudiantes y amantes de la buena literatura y de la música. Y a pesar de que las autoridades mantenían un severo control sobre todos los medios de reproducción existentes, como imprentas o fotocopiadoras, el Samizdat alcanzó elevados niveles de circulación y difusión.

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