La muerte es uno de los temas artísticos más representados a lo largo de la historia. Desde esqueletos y calaveras hasta los propios cementerios, hay muchas tradiciones en el arte que tienen como objetivo demostrar la belleza de la muerte. Una de estas tradiciones proviene de Japón y muestra con gran detalle el proceso de descomposición del cuerpo humano. Esta tradición, llamada Kusôzu, consiste en pinturas de acuarela que representan la lenta descomposición de un cuerpo, generalmente femenino, desde el primer momento de la muerte hasta su etapa final, con todos los pasos intermedios. El Kusôzu comenzó a practicarse en Japón en el siglo VIII y fue popular hasta el siglo XIX, durante el período Edo, apareciendo en diferentes formatos, como pergaminos o libros impresos.

El Kusôzu estaba inspirado en las creencias budistas, que instaban a la meditación sobre la naturaleza temporal de la vida y del mundo físico, centrándose en la descomposición del cuerpo después de la muerte. Uno de los principales objetivos de esta meditación era superar los deseos carnales y el apetito sexual y alcanzar la iluminación. ¿Qué mejor manera de hacerlo que mirando un cadáver mientras se pudre lentamente? De hecho, en el Japón medieval, si un monje sentía algún tipo de deseo corporal, siempre podía ir a un cementerio y observar cuerpos en descomposición, ya que el enterramiento no se practicó hasta finales del siglo XIV. Es decir, no era extraño que los cuerpos estuvieran expuestos a animales y a los elementos. Esto explica por qué estas representaciones lograron tanta autenticidad en la representación de sus detalles.

La primera mención a las etapas de la descomposición se pueden encontrar en china en textos como el Discurso de la Gran Sabiduría, del 405, que identificó las nueve etapas de la descomposición corporal que más tarde aparecerían en el arte Kusôzu, con ligeras adaptaciones y variaciones por parte de Japón. La secuencia china es la siguiente: distensión, ruptura, exudación de sangre, putrefacción, decoloración y desecación, consumo por animales y aves, desmembramiento, huesos y reseco hasta el polvo. A finales del siglo VI, otros textos, como el Discurso sobre la meditación y la contemplación del Mahayana, utilizaron estas nueve etapas para promover la idea de la impermanencia humana, centrándose en la naturaleza transitoria de la vida humana. En el siglo VIII estos textos se difundieron por toda Asia, llearon a Japón y se convirtieron en poemas, conocidos como Kusōkan. La palabra japonesa kusō se traduce como ‘nueve etapas’ o ‘nueve pensamientos’, y kan se traduce como ‘contemplación’ o ‘meditación’. Kusōkan significa ‘contemplación de las nueve etapas de un cadáver en descomposición’ para alcanzar la iluminación espiritual. Muchas de estas piezas representan a una mujer hermosa que muere y se descompone lentamente. Esto ha llevado a interpretaciones occidentales de este arte con el erotismo. Las mujeres que mueren se muestran parcial o totalmente desnudas inmediatamente después de la muerte.

1. Morir

2. Recién fallecido

3. Decoloración de la piel e hinchazón

4. Fuga de la sangre

5. Deslizamiento de la piel

6. Derrumbe de la cavidad abdominal y exposición de los órganos internos

7. Cuerpo convertido en carroña para animales

8. Esqueleto

9. Descomposición extrema

Este arte, que permitía meditar sobre la creencia budista de la trascedencia y de la impermanencia y que fue tan popular en Japón, no ha perdido un ápice de vigencia. Según un estudio de la Universidad de Essex y de la Asociación de Ciencias Psicológicas, la contemplación de la muerte y del morir nos hace vivir la vida con más autenticidad, ya que cuando las personas piensan en ello como algo concreto y personal acaban conectándose más consigo mismas y con sus vidas. Laura E.R. Blackie, estudiante de doctorado a cargo de la investigación, concluyó que la muerte es una motivación muy poderosa, porque hace que la gente sea consciente de que su vida es limitada.

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