
The Mirage tras su venta (Fuente).
En 1976 la periodista Pam Zekman estaba bien familiarizada con la corrupción de Chicago. Al fin y al cabo, la ciudad era tan conocida por sus tratos turbios que la expresión «política al estilo de Chicago» pasó a usarse para hablar de la corrupción gubernamental. Zekman formaba parte en el Chicago Tribune de un equipo de investigación de cuatro personas, ganadores del Premio Pulitzer. A sus espaldas tenían diferentes trabajos de investigación encubierta: en un asilo de ancianos, en un hospital o en un recinto electoral. En todos ellos se exponían malas praxis.
Cuando Zekman fue contratada por un periódico rival, el Chicago Sun-Times, ella propuso un audaz proyecto que pasaría a los anales de la historia del periodismo como proeza de información y como encendido debate ético. Durante años, Zekman había estado recopilando información sobre funcionarios públicos que obtenían sobornos de empresarios locales, pero no conseguía pruebas que lo demostraran. Así que pensó que la forma de obtener esas pruebas era montar un bar. En 1977 convenció a su periódico para comprar un bar en ruinas que estaba en River North.
Zekman y el investigador jefe de la Better Government Association, Bill Recktenwald, compraron el bar bajo los seudónimos de Sr. y Sra. Ray Patterson. El periodista Zay N. Smith, que escribiría la historia, y el investigador de la BGA Jeff Allen se hicieron pasar por el camarero y el gerente, respectivamente. Los fotógrafos del Sun-Times Gene Pesek y Jim Frost se hicieron pasar por reparadores y estaban a cargo de fotografiar las actividades del bar desde una sección oculta de la taberna construida sobre los baños
Las prácticas corruptas abarcaron toda una gama de irregularidades, desde extorsiones hasta fraude fiscal. Las cantidades eran pequeños, generalmente de menos de 100 dólares, seguramente para hacer que los negocios ilegales fueran más seguros, lo que hizo que los periodistas lo calificaran como «el enfoque de los supermercados del soborno: precios bajos, gran volumen».
Paradójicamente, algunas de esas irregularidades estaban centradas en el propio bar. Un inspector eléctrico acordó pasar por alto el cableado defectuoso del local. Un teniente del departamento de bomberos accedió a firmar la apertura del a pesar del cableado eléctrico suelto que colgaba de las vigas y de tener un sótano lleno de basura en contra de las normas. Un inspector de salud ignoró la existencia de gusanos y de desagües de fregaderos que llenaban de agua el suelo del sótano. Un inspector estatal ignoró las moscas en el alcohol. El bar corrigió todas sus violaciones del código tras sus correspondientes sobornos extorsión.
Después dos meses de investigación se puso fin a la tapadera y el periódico publicó sus hallazgos en 1978 en una serie de 25 partes. Y aunque nadie fue a la cárcel, varios empleados municipales y estatales fueron despedidos o suspendidos, y algunos incluso fueron condenados acusados de soborno. La serie fue nominada para el Premio Pulitzer, pero la junta del premio decidió desestimarlo después de que el editor Ben Bradlee, del Washington Post, argumentara que los periodistas habían usado reportajes encubiertos, una forma de engaño, para relatar la historia.
Sin embargo, el trabajo desarrollado en The Mirage dio lugar a importantes reformas, incluyendo revisiones en las ordenanzas de la ciudad, nuevos procedimientos en las inspecciones e investigaciones a nivel federal, estatal y municipal. Una veintena de agentes fueron enviados para observar más de cerca el fraude fiscal llevado a cabo. El Departamento de Ingresos de Illinois formó una nueva unidad de investigación: la Unidad de Auditoría de Mirage. Gracias a su trabajo se consiguió poner freno a la corrupción de la ciudad, al menos por un tiempo.
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