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El paso del papiro, de fabricación laboriosa, al papel, mucho más accesible, versátil y fácil de elaborar, supuso una verdadera revolución en la difusión de la información, que permitió que la lectura y la escritura se expandieran de formas nunca vistas hasta ese momento. Sin embargo, fue la aparición del ordenador y la digitalización de la información lo que abrió una nueva era, proporcionando una capacidad sin precedentes para almacenar, procesar y transmitir datos de manera rápida y eficiente. Ahora bien, este avance tecnológico que ha revolucionado la forma en que interactuamos con la información y que ha ampliado enormemente nuestras posibilidades de comunicación a nivel global, no es nada en comparación de lo que cabe esperar de la Inteligencia Artificial. La pregunta que hay que hacerse, en el ámbito de la creación artística, es si esta nueva tecnología puede reemplazar el arte de la expresión literaria creativa.

Uno de los ejemplos más recientes de novela escrita por IA es la irónicamente titulada Death of an Author, publicada por Pushkin, bajo el control del escritor Stephen Marche. Esta no es ni mucho menos el primer libro escrito por una máquina, ya que desde hace varios meses los libros electrónicos escritos por IA han estado en auge en Amazon. Pero lo que hace que esta novela destaque es que, según una reseña de The New York Times, es al menos «medianamente legible». Si bien el 95% de la novela fue generada por IA, Marche admitió que el proceso no fue lineal. El autor usó diferentes herramientas, entre las que mencionó ChatGPT-4, Jasper y Sudowriter.

Para comprender si este sofisticado software puede reemplazar a los escritores antes hay que tratar de comprender de dónde proviene su «creatividad». Como dijo el autor y científico Cal Newport en un artículo del New Yorker, debemos evitar tratar a ChatGPT como si fuera una misteriosa caja negra y analizar cómo funciona esta tecnología.

En el centro de cada modelo de idioma, incluyendo ChatGPT, se encuentra el sistema de autocompletado, el mismo mecanismo que sugiere la siguiente palabra al escribir mensajes. La diferencia está en las cantidades masivas de datos con los que se ha alimentado y entrenado la IA, que forman el modelo más grande que ha existido hasta el momento. Lo que el algoritmo de la IA hace es realizar referencias cruzadas, mezclando y combinando fragmentos de texto, a través de miles de millones de parámetros que aprendió al estudiar las palabras del conjunto de datos elaborados por autores humanos. Como un loro muy inteligente que no puede pensar por sí mismo, ChatGPT es excelente para imitar el lenguaje humano.

Pero, ¿no es todo el arte arte derivado al fin y al cabo? Es difícil minimizar el papel de las influencias culturales en el trabajo creativo, ya sea como inspiración divina o como una compleja sinergia de neuronas. Históricamente, la literatura es algo autorreferencial, con autores que reinventan los mismas historias y los mismos tropos una y otra vez. En ese sentido, ChatGPT también puede recontextualizar obras existentes y encontrar nuevas perspectivas. Sin embargo, sus habilidades están limitadas al conjunto de datos de su entrenamiento, razón por la que suele estar llena de clichés y banalidades.

Por otra parte, la creatividad humana puede aprovechar mucho más que datos textuales, profundizando en el ámbito de las complejas experiencias físicas, emocionales y sociales. En lo que se refiere a la condición humana, los mejores modelos lingüísticos son tan buenos como un loro muy inteligente.

Distinto es el uso de IA como ayuda en la generación de fórmulas, tramas y conflictos externos. Pero, ¿querrían los escritores este tipo de ayuda? A juzgar por la reacción al lanzamiento de Sudowrite por parte de la comunidad de Twitter, no lo harán. Muchos escritores perciben las herramientas de IA como una ofensa a su trabajo, llegando incluso a acusarlas de atrofiar la expresión humana. Como dijo la periodista y escritora Adi Robertson en la reseña que hizo de Sudowrite para The Verge: «Escribir es un pasatiempo que disfruto y que me ha llevado a muchos lugares fascinantes, incluso aunque el resultado final no sea vendido ni leído por nadie más […] Me gusta idear una buena frase o explorar las motivaciones de un personaje. Disfruto sentir que he hecho algo algo inesperado o, por el contrario, que he escrito un pastiche de estilo. No me importa que una IA me reemplace de la misma manera que no me preocupa que una máquina de tejer industrial reemplace mis chales hechos a mano: el proceso es lo importante».

Lo cierto es que la IA ha llegado para quedarse y se utilizará y aprovechará de una forma u otra. La pregunta que hay que hacerse necesariamente para determinar si los robots podrían reemplazar a la expresión literaria humana es por qué leemos y por qué escribimos. Si a los lectores no les importa leer trabajos producidos por IA, a sabiendas de que están producidos por IA, ya es otra cuestión. Pero, al menos por el momento, parece que ese tipo de textos están todavía lejos de permitir sentir la emoción de conectarse con otro ser humano a través de sus palabras. No parece que la reproducción mecánica pueda reemplazar por completo al trabajo creativo y original. Es esa parte no pragmática del arte que se resiste a ser mercantilizada.

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