Avalado por importantes publicaciones del género como Locus Online, el debut en novela de Ray Nayler, La montaña en el mar, eleva la ficción especulativa a cotas entre la filosofía y la biología: la comunicación entre seres tan distintos entre sí como humanos y pulpos puede ser la clave para el siguiente gran paso en la historia de la Humanidad.

Empiezan a difundirse rumores sobre una especie de pulpos peligrosa y extraordinariamente inteligente que podría haber desarrollado un lenguaje y una cultura propios. Ha Nguyen, una bióloga marina que ha dedicado la vida a investigar el cerebro de los cefalópodos, hará lo posible para estudiarlos.

DIANIMA, una empresa tecnológica internacional, se ha aislado en el remoto archipiélago de Con Dao, en Vietnam, donde los pulpos han sido avistados. La doctora Nguyen viaja a las islas para unirse al equipo de investigación formado por una agente de seguridad llena de cicatrices de guerra y el primer androide de la historia.

Los pulpos son la clave para realizar descubrimientos sin precedentes sobre la inteligencia animal. Pero hay mucho en juego: quien consiga aprovecharse de dichos hallazgos logrará una gran fortuna. Así pues, mientras la doctora Nguyen intenta comunicarse con la especie recién descubierta, entra en escena una facción más importante que DIANIMA para apoderarse de los pulpos. Sin embargo, nadie les ha preguntado a estas criaturas marinas qué opinan. Ni qué piensan hacer al respecto.

Venimos leyendo últimamente historias que hacen de la ficción especulativa más arraigada en los adelantos científicos, todo un arte. Quizás el pistoletazo de salida en castellano lo diera también Nova con la publicación de la Trilogía de los Tres Cuerpos de Cixin Liu, pero no son pocos los autores que han indagado en esta especie de Edad de Bronce (si se me entiende el chiste) de la ciencia ficción. Especulación científica en su cotas más altas.

Aquí, en La montaña en el mar, el autor nos lanza, con una prosa trabajada y deliberadamente retórica, al misterio. Durante el primer centenar de páginas el lector no sabe qué esperarse. Los personajes desfilan por escenarios que son vagamente conocidos, pero tan cambiados que podrían pasar por países y ciudades imaginarias. El exotismo de componer un mundo que ha cambiado, que el lector aún puede reconocer, pero cuyas normas y códigos se le escapan, y hacerlo sin exposición: no hay farragosos e innecesarios diálogos en que los personajes expliquen qué sucede, cómo sucede. Aquí la narración fluye como las corrientes marinas, algo a lo que deberemos acostumbrarnos o renunciar. Ray Nayler sabe perfectamente lo que se hace y cómo hacerlo. Y lo hace muy bien. Los personajes se definen a través de sus propias voces (especialmente esa maravillosa IA que parece sacada de Matrix y que pone en apuros éticos en más de una ocasión a la protagonista), pero también lo hace la propia trama. Algo tan surrealista como pulpos que cometen crímenes o que se comunican con los humanos a través de manchas en la piel, resulta no solo verosímil, sino inquietantemente posible.

Por momentos, la novela recuerda al buen Stanislaw Lem (esos intentos de comunicarse con un océano, algo tan diferente a un ser humano que ni siquiera pensaríamos que está vivo). Los problemas de la comunicación real con otras especies (en este caso animales de la propia Tierra en lugar de extraterrestres) resulta estimulante, tanto en su planteamiento como en su resolución (de la que no mencionaré nada). Imposible que la imaginación no nos lleve leyendo La montaña en el mar hacia otro grande de la ciencia ficción que toma el lenguaje como eje vertebrador de la historia: me refiero, claro, a La historia de tu vida de Ted Chiang, maravillosamente adaptada por Dennis Villenueve. El lenguaje toma la fuerza narrativa de la historia: la comunicación entre animales de distintas especies; la comunicación como primer signo de inteligencia, pero también el lenguaje mediante el que se entienden humanos y máquinas… Se podría decir que todos los miedos inmediatos del futuro se recogen en esta obra.

Ahora bien, creo que lo que más diferencia a esta de otras obras similares (o, al menos, que se enfocan en miedos parecidos), es el optimismo que destila. El mundo que nos presenta parece cansado, como si hubiera pasado mucho tiempo desde los buenos tiempos. Un aire a Blade Runner, si se quiere, pero más tangible. Y, sin embargo, los personajes destilan optimismo. Ya sea investigando una serie de asesinatos que a todas luces parecen cometidos por un pulpo, o como esclavo en un barco, viendo cómo todos los amigos son engullidos por el mar. Hay una nota de esperanza que subyace toda la novela, y que se eleva en las páginas finales, cuando parece que todo va a ir mal, cuando parece que el nudo de la trama está tan tenso que romperá la cuerda… Pese a todo, hay un poso de esperanza que no deja huérfano al lector. Una recompensa por creer en unos personajes grises, bien construidos, llenos de aristas y matices.

Una lectura muy interesante y muy disfrutable que, desde aquí apuesto, arrasará en los premios de género por todo el globo.

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