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Todo parece indicar que la IA va a suponer un antes y un después en el mundo laboral y el ámbito de la escritura será uno de los primeros afectados. ¿Qué ocurre cuando existe una herramienta capaz de producir textos a demanda con diversos grados de precisión? Una primera respuesta bastante obvia sería tratar de vender esos textos. Quizá se quiera vender en algún lugar en el que no importe el grado de precisión, o incluso en donde esa inexactitud juegue a convertirse en ficción. Un lugar donde los usuarios pagan directamente, aunque sea en pequeñas cantidades. Es por eso que el mercado de los libros, de ficción o no, se está convirtiendo en la puerta de entrada de la IA en la esfera de la publicación.

Legalmente hablando no se debería poder vender un texto generado por IA, ya que normalmente no está sujeto a derechos de autor. Sin embargo, es algo que ya está ocurriendo. No se habla de ello públicamente, pero muchas editoriales ya están investigando formas de utilizar la IA, algo que enciende las alarmas de muchos escritores, que lo perciben como una amenaza a su oficio.

Los primeros ejemplos pudimos verlos a principios de año, cuando varias revistas de ciencia ficción informaron que estaban siendo inundadas con trabajos escritos por IA. En diciembre de 2022, explicó Neil Clarke, editor de Clarksworld, la revista recibió 50 envíos fraudulentos y en la primera quincena de 2023 eran casi 350. En aquel momento se pensó que había corrido la idea de que usar IA para generar ideas cortas y luego venderlas daba mucho dinero.

En julio, el Gremio de Autores de Estados Unidos comenzó a mostrar preocupación. Los modelos de lenguaje se entrenan a partir de grandes pilas de texto y en ocasiones entre esos textos se encuentran grandes colecciones de libros pirateados. ¿Hasta qué punto eso no es ya una infracción de los derechos de autor? Así lo expresó el Gremio de Autores en una carta abierta a los directores ejecutivos de varias compañías de IA. La carta pedía, además, que se obtuvieran los permisos adecuados para usar protegido por derechos de autor y se compensara a los escritores por el uso pasado y actual de su trabajo a través de la IA. En julio los autores Christopher Ggolden y Richard Kadrey se unieron a Sarah Silverman para presentar una demanda colectiva contra OpenAI y Meta alegando que esas empresas utilizaron varios de sus libros como entrenamiento de sus IA.

Después llegó la idea con la que estamos lidiando hoy en día: vender libros electrónicos generados por IA en Amazon. Basta con apuntar a un nicho en particular y aprovechar la IA para producir varios libros rápidamente mientras se acumulan las ventas y los beneficios. Todo parece estar permitido en este juego, incluso hacerse pasar por otros autores. Es lo que le pasó recientemente a la escritora Jane Friedman, que se dio cuenta de que libros que ella no había escrito se vendían en su nombre a través de Amazon. Libros de muy baja calidad, que parecen escritos directamente por ChatGPT, sin revisión siquiera. Basta con entrenar a una IA en el corpus de Friedman, lógicamente sin ningún tipo de compensación, para generar un nuevo texto e incluso venderlo a su nombre.

No hay nada nuevo en este esquema. Siempre ha habido libros basura a la venta en Amazon. Libros plagiados, con textos robados o que se pasan por el filtro de Google Translate y dan como resultado un engrudo sin sentido. Como tampoco es extraño que esos libros tengan la firma de un autor más conocido para engañar a lectores desprevenidos. Ni siquiera es raro que se envíen textos plagiados a revistas literarias. Lo nuevo es la escala en la que se realiza esta operación. La IA permite que todo esto se haga en muy poco tiempo y en enormes cantidades.

Según el New York Times, solo durante el año pasado se lanzaron unas 50 empresas que utilizan IA para crear, editar y comercializar libros. El problema de esto es que el negocio de la publicación ya de por sí tiene unos márgenes bastante bajos y con esta competencia desleal serán todavía más bajos. La escritura tradicionalmente se ha visto bastante subestimada como oficio con el que ganarse la vida; antes bien, está muy extendida la idea de que es un pasatiempo apasionante que no merece remuneración alguna. Ahora, la IA se ha convertido en una poderosa herramienta para que todavía sea más difícil conseguir la escasa remuneración a la que aspiran los escritores.

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