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Que la Inteligencia Artificial está poniendo patas arriba el mundo editorial, entre muchos otros sectores, es una realidad de la que ya hemos hablado. Amazon, en lo que se refiere a su servicio de autopublicación, el Amazon Kindle Direct Publishing, ha sido lógicamente uno de los primeros afectados. Ya hemos tenido la ocasión de ver, por ejemplo, cómo la IA ha permitido hacer un uso fraudulento de esta herramienta, que ha tenido como consecuencia que la plataforma retirara varios libros falsamente atribuidos (en agosto, la autora Jane Friedman se quejó de que varios libros, aparentemente creados con IA, aparecían como escritos por ella).

Amazon anunció que está analizando la rápida evolución de la IA y el impacto que esta está teniendo en la lectura, la escritura y la publicación y que sigue comprometida por mejorar las compras, las lecturas y la publicación para autores y lectores. Para cumplir con este objetivo, la compañía ha establecido nuevas directrices para KDP en los últimos días.

El más significativo es que a partir de ahora cuando se publique un nuevo título o se hagan modificaciones y se vuelva a publicar un título ya existente se preguntará si su contenido está generado por IA, entendiendo que ha sido así cuando texto, imágenes o traducciones han sido creadas por una herramienta basada en IA, incluso si posteriormente se realizan cambios sustanciales. Son los propios usuarios los responsables de comprobar que, en el caso de que hayan utilizado una IA para generar contenidos, esta no se haya basado en obras que están protegidas por derechos de autor.

Este tipo de contenidos ha sido diferenciado del que ha sido creado por un ser humano pero utilizando la ayuda de una IA para realizar las labores de edición, comprobación de errores, corrección o cualquier otro tipo de mejora. Este tipo de herramientas se pueden utilizar, por ejemplo, para generar lluvia de ideas, siempre y cuando el texto y las imágenes hayan sido creados en última instancia por un autor humano. En estos últimos casos, no habrá obligación de comunicar la intervención de la IA.

Además, para evitar la avalancha de títulos generados por IA, la plataforma ha limitado el volumen de nuevos títulos que un usuario puede publicar, reduciéndose a tres diarios y han anunciado que es posible que después de un tiempo puedan limitarlo todavía más.

Sin embargo, aunque todos estos cambios deben interpretarse como algo necesario y positivo, todavía hay puntos oscuros que Amazon no acaba de aclarar. Por una parte, la plataforma, que precisamente no es famosa por su transparencia, no ha aclarado si va a revelar a los compradores esa información proporcionada por los vendedores acerca del contenido que ha sido generado por IA. Por otra, tampoco queda claro qué va a ocurrir con los libros que ya han sido publicados. Desde el año pasado se ha producido una gran afluencia de títulos de mala calidad generados por IA que se han mezclado con obras creadas por humanos. No se sabe si el gigante de la publicación permitirá que los lectores puedan filtrar el contenido generado por IA de los resultados cuando busquen libros.

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