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Los mayores desarrolladores de inteligencia artificial generativa de Silicon Valley están buscando un nuevo tipo de trabajador: poetas. En realidad están reclutando no solo a poetas sino a novelistas, a dramaturgos y a escritores en general, y no solo en inglés sino en otros idiomas como hindi o japonés. El objetivo es que escriban historias cortas sobre temas determinados para incorporar esa información a los modelos de IA, así como proporcionar comentarios sobre la calidad literaria del texto generado por la IA.
Este interés ilustra la conexión, no siempre tan evidente, entre las capacidades de la IA generativa y el trabajo creativo e invisible que las impulsa. El hecho de que se busquen poetas demuestra que los desarrolladores de IA entienden que la fluidez de las formas poéticas son una prioridad para refinar la escritura generativa, incluso en idiomas distintos al inglés, ya que ponerse a la cabeza de la IA en países con otros idiomas puede suponer grandes oportunidades de mercado.
Entrenar una herramienta de inteligencia artificial para generar escritura literaria de alta calidad, como es la poesía, no es un desafío menor. Pocos son los modelos de lenguajes que son capaces de ser creativos. Por eso, uno de los criterios utilizados por los investigadores de IA para juzgar la creatividad es la novedad: qué tan diferente es la escritura generada por un modelo de lo que ya existe en el mundo. Pero no hay que olvidar que herramientas como ChatGPT se crearon para imitar y reproducir la escritura humana, no para innovar ni ser geniales.
La razón por la que muchas de las primeras historias escritas por AI y publicadas por medios fueron resúmenes de partidos de fútbol o informes de noticias financieras es que estos son tipos de escritura que a menudo siguen formatos fácilmente replicables y rara vez requieren originalidad. En cambio, la poesía es conocida por su capacidad para tejer imágenes de maneras sorprendentes o evocar un determinado estado de ánimo. De hecho, cuando ChatGPT escribe poesía trata de imitar la estructura y el ritmo de grandes poetas, cuando muchos de ellos son precisamente conocidos por romper con las normas literarias. Un estudio reciente determinó que ChatGPT no es capaz de reproducir el estilo de Walt Whitman, con sus versos fluidos y no estructurados. Y el problema es todavía mayor cuando se le pide a ChatGPT que produzca escritos poéticos en otros idiomas distintos al inglés.
En los últimos meses hemos visto cómo trabajadores de las industrias creativas han protestado sobre el poco respeto que los desarrolladores de IA muestran hacia las leyes de derechos de autor, llegando incluso a materializarse en forma de demandas colectivas contra OpenAI. Afirman que su trabajo, protegido por derechos de autor, se incluyó en los datos de ChatGPT sin permiso, lo que se demuestra por el hecho de que la herramienta pueda resumir con precisión su trabajo e imitar su estilo. Ahora bien, si los textos utilizados están escritos específicamente para esas empresas, son de su propiedad. Si, como parece, vamos camino de que no se pueda incluir material protegido por derechos de autor en modelos de IA para alimentarlos, la solución parece ser generar escritura creativa ex profeso y venderla a esas empresas. Parece que al final no estaba tan acertado Antonio Gamoneda cuando afirmó aquello de que la poesía no sirve para nada en nuestra sociedad.
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