La piedra de Sísifo nació en 2004 como blog personal con vocación literaria aunque en la actualidad no es ni personal ni ‒exclusivamente‒ literario. Como la literatura sola nos sabía a poco, con el tiempo, la buena voluntad y unas cuantas colaboraciones ocasionales se ha terminado reconvirtiendo en Gabinete de Curiosidades.
Los Gabinetes de Curiosidades fueron lugares creados en el siglo XVI por exploradores y coleccionistas para guardar todo tipo de objetos extraños o extravagantes y que con el tiempo acabaron convirtiéndose en los museos modernos. La heterogénea mezcla combinaba sin ton ni son en el mismo espacio fósiles con sangre de dragón, insectos exóticos con esqueletos de seres mitológicos, plumas y armas de tribus nativas junto a una espina de la corona de Cristo, objetos de importancia histórica o artística al lado de baratijas sin valor alguno.
Eso es precisamente lo que pretende ser este conglomerado de elementos dispares que hemos llamado La piedra de Sísifo. Una visión distinta de la cultura, en un sentido amplio y ecléctico, desordenada y caótica como los tiempos en los que nos ha tocado vivir. Un lugar de encuentro donde cabe de todo: reseñas de libros, anécdotas de escritores, paradojas lógicas, rarezas del mundo de la edición, microrrelatos, reflexiones reconcentradas, asombros artísticos, píldoras filosóficas, enlaces imprescindibles, personajes extravagantes, curiosidades históricas y bromas, muchas bromas. Así, al mogollón, sin ningún orden ni concierto. Si algo nos interesa tarde o temprano terminaremos escribiendo sobre ello.
Nos encantan las palabras sorprendente, admirable, asombroso, extraordinario, increíble, impresionante, maravilloso, extraño, singular, insólito, raro, inverosímil o inaudito. También nos pierden otras como respeto, independencia o libertad. Pretendemos contagiar la pasión que sentimos por la cultura, informar sin aburrir, entretener sin ser superficiales y, en definitiva, hacerte pasar un buen rato de lectura y obligarte a que vuelvas ‒si te suscribes mejor que mejor‒.
Quién sabe, tal vez con el tiempo acabemos convirtiéndonos en museo.