Fábula de la liebre y la tortuga

Fábula de la liebre y la tortuga

   Si cada novela es un mundo cada novelista debe de ser un universo. Cada uno tiene sus rutinas ‒algunas de las más extravagantes se describen en Escribir es un tic‒ y no existen recetas precocinadas que garanticen obras maestras. Hay escritores tortugas, que entre documentación, redacción y revisión pueden tardar años en publicar un libro. Pero también los hay que se sientan y escriben todo lo que tienen que escribir de un tirón, quizá en un intento por mantener la intensidad y la tensión narrativa. Algunos son capaces de escribir varios libros al año, y no siempre cantidad y calidad tiene por qué estar reñidos. A continuación unos cuantos ejemplos de novelas que fueron escritas en un tiempo récord.

   Hay que tener en cuenta que existen algunos escritores consagrados como Charles Dickens o Alexandre Dumas ‒los más grandes de las novelas de folletines‒ que cobran por palabras. Una alta velocidad de escritura garantizaba unos generosos ingresos a final de mes. Tanta era la velocidad de escritura de Dumas ‒que como se sabe usaba ayudantes‒ que apostó una considerable suma de dinero a que era capaz de escribir el primer volumen de El caballero de la casa roja en tres días. Al final lo escribió en seis horas. Baste decir que sus manuscritos suelen estar llenos de manchas de café.

   Si se pudiera conceder un premio a la escritura más veloz bien podría recaer en John Boyne y su novela El niño con el pijama de rayas. Dos días y medio de frenética escritura convirtió el proceso en una especie de calvario casi sin tiempo para comer o dormir. Boyne comentó que sus novelas normalmente suelen llevarle meses entre la planificación y la escritura. En la misma línea, Stephen King escribió El fugitivo en tres noches, alimentándose casi exclusivamente de cerveza. Después la publicaría bajo el seudónimo de Richard Bachman.

   Alguna vez he hablado del origen onírico de El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Los sueños, por su propia naturaleza volátil, hay que recogerlos rápido o se corre el peligro de perderlos para siempre. Quizá fue eso lo que llevó a Stevenson a escribir su novela corta en seis días, o por lo menos eso fue lo que comentó Lloyd Osbourne, su hijastro. Se dice que Stevenson había quemado la primera copia del manuscrito y rehizo la segunda de cabeza. Después estuvo trabajando en ella entre cuatro y seis semanas antes de dejarla acabada. William Gray en su obra Robert Louis Stevenson: A Literary Life apunta que el autor era adicto a la cocaína.

   La anécdota en torno a Dostoievski y a su novela El jugador es bien conocida. Todo empezó en el otoño de 1866. El escritor ruso se encontraba, como de costumbre, endeudado a causa de su ludopatía. Stellovski, su editor, le exigía, según contrato firmado tiempo atrás, la entrega inmediata de una novela de la que Dostoievski no había escrito ni una sola línea. Como Dostoievski había recibido dinero por anticipado, tenía de plazo hasta el 1 de noviembre para entregarle la novela a Stellovski o este se quedaría con los derechos de autor de todas sus obras. Así fue como Dostoievski escribió El jugador en una semana, con la ayuda de una taquígrafa muy especial, Anna Grigórievna, que más tarde se convertiría en su esposa.

   Muchas han sido las grandes novelas que se han escrito en un periodo aproximado de tres semanas. Ese fue el tiempo que llevó a Conan Doyle escribir Estudio en escarlata, la novela que tiene el honor de haber introducido al personaje de Sherlock Holmes en la literatura. El mismo tiempo le llevó a Burgess escribir ese prodigio lingüístico que es La naranja mecánica. Y es que Burgess además de escribir su novela había inventado un idioma, el nadsat. Aunque el tiempo de escritura a veces es muy relativo. Vale que Jack Kerouac también escribiera En la carretera en tres semanas, pero antes se había pasado siete años viajando por todo Estados Unidos, tomando notas constantemente. Solo fue el trabajo final, la redacción, lo que le llevó menos de un mes. Por otra parte, Kerouac llegó a escribir unos doscientos cuentos cortos en ocho semanas gracias a un estricto régimen de anfetaminas.

   Si subimos un poco más la duración del proceso de escritura, no demasiado, solo seis semanas, podremos incluir Cuento de navidad de Dickens, Mientras agonizo de Faulkner, Las minas del rey Salomón de H. Rider Haggard o El agente confidencial de Graham Greene. Este último libro Greene lo escribió solo por las mañanas, lo más rápido posible y solo para hacer dinero.

   Como puede verse, incluso hablando de escritores de gatillo rápido incluso las motivaciones y dinámicas de cada uno son muy distintas. Algunos planifican en su cabeza con años de antelación, otros se dejan arrebatar por una especie de furor enfermizo y obsesivo, los hay que recurren a las drogas o que necesitan trabajar bajo presión o que se refugian en una estricta y escrupulosa rutina. Sea como fuera, tan atractivo es este modo de escritura que acabó por crear escuela y oficializarse. Hoy en día cualquier escritor puede participar en el Nanowrimo ‒National novel writing month‒, que es un evento que lanza un desafío al autor: escribir una novela de 50000 palabras en un mes. ¿Difícil? Bastante. ¿Imposible? Parece que no.

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