Fábula de la liebre y la tortuga

Fábula de la liebre y la tortuga

   Si ayer hablaba sobre novelas que se han escrito en un tiempo récord, hoy querría hacer justamente lo contrario. El proceso de escritura a veces puede llegar a alargarse años. Hay autores tan lentos que han llegado a escribir una sola novela en toda su vida, lo que no les ha impedido en muchos casos entrar en la historia de la literatura. Los motivos, una vez más, son de lo más variados.

   Por supuesto, conviene huir de excusas tipo «no tengo tiempo para escribir». Si un escritor se plantea eso en algún momento más le vale dejar de intentarlo. Algunos autores han llegado a unos niveles de exigencia o de imaginación para ajustar horarios de escritura en su apretada agenda que son dignos de admiración. El escritor británico de obras de misterio, que ejercía de abogado, Michael Gilbert escribió veintitrés libros en el tren, de camino a su trabajo. En el trayecto, que duraba unos cincuenta minutos, escribía entre dos y dos páginas y media. Arthur Trollope, en cambio, trabajó toda su vida en el servicio de correos con un horario que iba de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Como se encontraba más cómodo por las mañanas se levantaba a las cinco y escribía hasta las ocho. Siguiendo esta rutina llegó a escribir cuarenta y seis libros.

   No, desde luego la falta de tiempo no es excusa para que un escritor se retrase. Aunque cosa distinta es la planificación. Vicente Blasco Ibáñez escribió: «Yo llevo en mí mi novela durante mucho tiempo, a veces dos o tres años, y, cuando llega el momento del parto, me asalta como una fiebre y escribo mi libro». Gabriel García Márquez ha comentado varias veces que lo que más tiempo le lleva en sus novelas es la primera página, que de alguna manera tiene que contener toda la información de la novela.

   Entre quince y diecisiete años tardó Víctor Hugo en escribir Los miserables. Un tiempo muy parecido, casi dieciséis años, al que pasó Tolkien trabajando en El Señor de los Anillos después de publicar El Hobbit. Comenzó a escribir algunas partes en 1936 y pasó más de diez años simplemente con la narración principal y los anexos. Terminó la novela por fin en 1952. Doce años estuvo trabajando John Fowles en su primera novela, El coleccionista.

   Muchas han sido las novelas cuya gestación se ha prolongado durante una década. Antes incluso del nacimiento de la novela, en 1380 Chaucer tardó diez años en escribir los Cuentos de Canterbury y al final decidió abandonarlos. Si damos un salto al siglo XX, Margaret Mitchell tardó otros diez años en escribir Lo que el viento se llevó, que por cierto fue su única novela. Aunque si hay un escritor de décadas por excelencia ese es Alistair Macleod. Este escritor canadiense tiene tres obras en total: dos libros de cuentos y una novela. Los dos primeros volúmenes le llevaron diez años, mientras que el tercero trece.

   Ocho años se pasó Michael Crichton investigando y escribiendo Parque Jurásico y J.K. Rowling tardó unos seis años en escribir Harry Potter y la piedra filosofal, entre 1990 y 1996. Si tenemos en cuenta los siete libros de la saga Rowling le ha dedicado diecisiete años de su vida a desarrollar las aventuras del joven mago. Algo menos, unos cinco años, tardó Flaubert en escribir Madame Bovary. En su abundante correspondencia Flaubert deja un testimonio valiosísimo, casi único, del lento proceso de escritura de su novela y del oficio de escritor en general. El escritor francés nos muestra una cara del trabajo «deliciosamente atroz», midiendo milimétricamente cada palabra, tachando, corrigiendo, volviendo atrás, y rehaciendo cada frase. Un esfuerzo físico e intelectual a la altura de los resultados.

   Ahora bien, casos como el de Jane Austen con Orgullo y prejuicio demuestran lo complicado que es cronometrar el proceso de creación de una novela. La joven Austen escribió el primer borrador titulado inicialmente Primeras impresiones cuando apenas contaba con veinte años, entre 1796 y 1797. Entre 1809 y 1812 todavía le haría varias revisiones más, hasta acabar convertida en el Orgullo y prejuicio que fue publicado en 1813. Pero Austen no estuvo ni mucho menos trabajando en la novela esos diecisiete años. Es más, entre medias escribió Sentido y sensibilidad.

   En fin, es difícil decir cuánto tiempo se puede tardar en escribir una obra maestra. Cada libro y cada autor tienen su propio tempo, su ritmo interno, su cadencia particular. Seguramente en no pocos casos tendrá que producirse una dichosa confluencia de oficio y de misterio. Algo así como lo que escribió Lawrence Durrell: «Pasé quince años esperando a que el Cuarteto de Alejandría llegara. Recibí señales que anunciaban que venía, fue una especie de sentimiento premonitorio de que un día uno iba a poner toda su fuerza en un golpe particular. Pero había que ser paciente y esperar y dejar que se formara y no moverlo cuando estaba en la primera etapa gelatinosa y podía uno arruinarlo trabajándolo antes de tiempo. Eso explica por qué he permanecido tanto tiempo en el servicio diplomático, escribiendo otras cosas para mantener la máquina funcionando pero esperando pacientemente, hasta que de pronto sentí que había llegado y ¡pum!». ¿Acaso puede ser otra cosa escribir una novela?

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