Acaso sea vanidad, pero intuyo que pocas personas han sentido alguna vez algo parecido.
Venir te va a venir. Hagas lo que hagas. No importa si te acabas de levantar, si estás charlando con un amigo, si son la cuatro de la madrugada, si estás escuchando la Solemne Obertura 1812 de Tchaikosky o si estás entregado a los labios de la mujer que amas. Nada importa. Porque venir te va a venir. Y entonces lo dejarás todo. Todo por eso que no sabes qué es, y que acaso nunca sea. Dejarás a un lado el desayuno, pedirás a tu amigo que se calle, te levantarás en plena noche, o te apartarás de los labios amados –ella debe de estar acostumbrada sin duda a tus excentricidades y es por eso que te ama–. Lo que viene tal vez pueda ser algo grande. Quizá sea una nueva falsa alarma, algo sin importancia. Pero también puede ocurrir que no, y no puedes correr ese riesgo. El ritmo de la Solemne Obertura 1812 va despertando poco a poco, se va haciendo cada vez más vivo y veloz.
Llevas tres meses pensando en ese poema, dándole vueltas a la forma. Poco a poco ese fantasma de versos omnipresentes se ha ido colando por todos los rincones de tu vida hasta ocuparlo todo. Ahora no puedes dejar de pensar en él. Te quedaste atascado en el octavo verso, y no habías encontrado forma posible de seguirlo.
A lo largo de estos tres meses tal vez hayan pasado cientos de versos por tu cabeza. Muchos de ellos tuvieron osadías de tinta y papel, otros se quedaron en vagas ideas. Pero ninguno era el exacto, ninguno de ellos era la llave: no eran lo que querías decir. Después de tres meses ese poema se había convertido en una obsesión, en un reto, en una metáfora de ti mismo, buscándote, intentando saber quién eres. Ya era más que una cuestión de honor acabar el poema, era una necesidad.
Eres de los que piensa que a la inspiración hay que conquistarla, que las Musas no son unas prostitutas, y no se venden a cualquiera. A veces incluso llegaste a jugar a los dados con el lenguaje, quizá pensando que el azar te daría lo que tú no habías sido capaz de encontrar. Pero nada funcionaba. No aparecía el noveno verso, el poema no podía seguir; y a pesar de todo, jamás te rendiste.
En autobuses, en el metro, mientras comías, antes de dormir y después de despertar, caminando por la calle, viendo la televisión, conversando con otras personas. Ese poema siempre estaba presente, como una amenaza, como un deseo, como una forma abstracta a la que había que darle nombre. ¿Es esa la locura del poeta? El poema poco a poco se va apoderando de tu vida, como una amante celosa, te va asfixiando. Y tú no puedes hacer nada. A pesar de todo, lo amas, lo deseas. Lo reconoces como tu hijo, tal vez imperfecto, inacabado. Te está llamando, ¿no lo oyes?
Pero esa mañana de domingo pasa algo. Mientras la Solemne Obertura 1812 crece, se vuelve violenta e inmensa, un destello te atraviesa las sienes. Crees haber visto algo, pero todavía no eres capaz de comprenderlo, o tal vez no estás preparado para hacerlo. Luchas con el lenguaje, en una batalla campal, temiendo que pudiera ser otro de esos cientos espejismos que te engañaron en estos tres meses. En el fondo sabes que no te queda otra alternativa, más te vale arriesgar.
Y entonces, de un doloroso parto, nace. Al principio no lo comprendes del todo, como tampoco comprendía Kipling a veces lo que escribía, pero ya es demasiado tarde. Tus labios ya lo pronunciaron. Ya salió de ti, ya no es tuyo. Y ya se está perdiendo en el aire. No puedes creerlo. Eso que acabas de decir era lo que durante tres meses había ocupado horas y horas en tu pensamiento. Es el noveno verso.
Suena a joven, a misterioso, a profundo. Sabes, o tienes la certeza, de que nadie antes lo dijo, que es la primera vez que esas palabras se unieron para decir lo que dicen, lo que querías que dijeran. No sabes de dónde viene, de dónde salió, ni si alguien te lo dijo; pero sabes que has conquistado a las Musas, a fuerza de lágrimas, de sangre y de tiempo.
Albricias. Todo se abre y se cierra. El principio y el fin en fa sostenido. Pero qué grande es todo, qué maravilla. Un cáliz rebosante que te espera. No soy digno de ti. Como las estrellas del cielo, el mismo misterio y la misma luz. Aleluya: la epifanía. Como hacer el amor en guíglico.
Al fin has encontrado tu Grial. De fondo, la Solemne Obertura 1812 alcanza su momento sublime. El nacimiento del noveno verso se acompaña de trompetas épicas, de bombas, de aviones y tambores guerreros. Como había dicho Pedro Salinas, y todo se pobló / de carne y de banderas. Y lo recibes como al hijo pródigo, con amor, y más que con amor, con idolatría. Y saltas de alegría, y cantas, y lloras, y casi te desmayas. Por fin lo tienes. Es lo mejor que te ha pasado en toda tu vida. Las bombas caen y tu verso suena, el noveno verso, el perfecto —otro hubiera sido una mentira o una máscara—, el que dice lo que sentías. Jamás habías sido tan feliz. La Solemne Obertura 1812 suena para ti, para tu verso, para darle la bienvenida al mundo. Y el noveno verso suena, y suena, y suena; y tú sientes la dicha de ser Creador. Aún no lo comprendes, pero ya está escrito.
Acaso sea vanidad, pero intuyo que pocas personas han sentido alguna vez algo parecido.
P.D.: Este verso existe, es el noveno verso de mi poema «La otra», luego está basado en algo parcialmente real. Espero que os guste
Me hubiera gustado subir al menos un fragmento de la Solemne Obertura 1812 para ambientar la lectura, pero no lo he podido encontrar. Lo siento mucho.
Oh santi está sensacionalmente sensacional… Te juro me gusto muchisisisisisisisisisísimo.
Buenitos que estes muy bien te quiero mucho y besines y byes
«[…] Acaso sea vanidad, pero intuyo que pocas personas han sentido alguna vez algo parecido»
Cuando sucede es tan sublime que no albergo vanidad alguna… ¡Oh, cuando sucede! Es tan extraño, infrecuente… es milagroso y no soy una más. Nadie más en el mundo: mi poema y yo. Por ello no hay vanidad, mas sí, en cambio, tanto ardor, tanta ansia que se desdobla mi pensamiento, mi locura febril y desaparece la ampulosa frustración.
Cuando lo consigues, oh, Santino… cuando dejas de alumbrar hijos de estéril inspiración… entonces todo vuelve a recobrar sentido y los ojos abiertos ven y en el pecho tañen compases de gloria; tu gloria, al compás de la Solemne Obertura 1812…
Apasionante. Muchas gracias por tan poética y vibrante exposición.
Simplemente…
-Hannah
Enamorarse de un verso, de un poema. Quererlo más por sus defectos que por sus virtudes,comprenderlo antes de que él nos comprenda a nosotros y sea demasiado tarde.
Es una batalla deseada y angustiosa que mantengo con cada verso que siempre me llega a poco, las palabras son mi limite. Algoe scrito de corazón siempre permanece vivo. Hay tantas cosas dentro y hay tantas maneras de decir una misma cosa.
Me ha gustado mucho tu «vivencia» Santino, muy bien escrito ilustrado 😀 ¡Sigue con el ritmo! jeje
Gracias Gabrielle 🙂
Magnífico comentario, Hannah, casi podría haber sido una prolongación de mi texto, porque la idea va exactamente hacia el mismo sentido.
Gracias Jorge. Lo que he querido ilustrar creo que va más allá de la simple inspiración, aunque es evidente que la inspiración juega un papel fundamental. Pero creo que raras veces un buen poema se algo que se pueda escribir al cabo de unas horas -incluso un poema de escasos versos-. Muy por el contrario sé por experiencia que la lucha con el lenguaje se hace necesaria e imprescindible. Digamos que este texto está escrito contra aquellos poemas que surgen de golpe -o contra una buena parte de ellos-, de aquellos poemas que se escriben en minutos. No voy a entrar en valoraciones de mejor o peor, simplemente describo mi manera de trabajar. Pero hasta el momento, ha sido la forma de trabajar que me ha dado resultados más satisfactorios.
Si supieras la emoción que he vivido leyendo lo que has escrito… te darías cuenta que no tengo palabras para describir lo que siento. Por este motivo no me extenderé más… aunque si lo hago será ‘cara a cara’ -más bien letra contra letra =)- contigo.
Extraordiario.
¡Besazos!
Sencillamente brillante. La luz del alumbramiento es la redención de días, semanas, meses de ese largo proceso de fermentación, frustación y oscuros deseos.
Diez puntos por el acompañamiento musical, aunque seguramente yo hubiera puesto la Appassionata, =).
He estado leyendo la versión de hace unos meses (al final fue el febrero pasado… jajaja) ¡y me gusta mucho más ahora!. Progresando día a día, como con todo 😛
¡¡Muchos besos!!
Yo también recuerdo haber leído eso hace tiempo, «aún por pulir», si mal no recuerdo, y te ha quedado realmente… (busco un adjetivo)…. increíble (que no era éste).
Una sincera enhorabuena, me parece precioso.
Muchas gracias por todos vuestros amables comentarios 😀
Pronto intentaré subir la aplicación práctica de esto.
Armand, no creas que me he olvidado de la Appassionata, pero esa me la reservo para otro momento 😉
¡ Sin lugar a dudas, el fa sostenido que se escucha a veces, no me pertenece solo a mi, sino que se ha generalizado por así decirlo en bastas palabras del hombre que se sabe más allá de un espejo….!