Cosmopoética

Cosmopoética

  Íbamos con tiempo suficiente a la lectura que tendría lugar a las doce y media en el patio del ayuntamiento de la feria del libro. De esta forma, podríamos pasear tranquilamente por la feria del libro haciendo tiempo hasta que empezara el evento. Pasamos por delante de una exposición organizada para Cosmopoética y como fuera que íbamos pronto decidimos entrar a echar un vistazo. La exposición en cuestión tenía por título “Metáforas en[caja]das” y era obra de un tal Goval, alguien a quien no conozco pero que debe ser muy importante, teniendo en cuenta que no se menciona en ninguna parte su nombre o apellidos ―después he podido saber que se llama José Gómez Valera―. La exposición forma parte de un ciclo llamado “Poesía de los ojos” que pone en relación la poesía con diversos artes plásticos como la pintura, la escultura o el cine. En ella se pueden contemplar una serie de “artefactos poéticos” que muestran dentro de cajas objetos cotidianos que se han manipulado y descontextualizado para despertar el extrañamiento del espectador, al modo de los clásicos ready-mades. Utilizando como eje el humor y la ironía critica la sociedad actual, la época del franquismo, la política exterior estadounidense o simplemente las relaciones humanas. Algunas de ellas tienen su gracia, o incluso dan que pensar, pero es inevitable pensar que el abismo que separa a la poesía de esta forma de expresión es insondable. La mera inclusión de estos ejercicios de reflexión en el territorio del arte ya podría ser cuestionable, ofreciendo un debate que permanece abierto, como se ha podido comprobar en la feria de ARCO.

   Después de ver por encima algunas de las casetas de la feria del libro nos dirigimos al patio del ayuntamiento, en donde se desarrollaría una lectura de poesía con la participación de Shlomo Avayou, Miguel Casado, Kjell Espmark, Eduardo García, María Rosal y Julio Trujillo. De todos ellos fue Kjell Espmark uno de los más interesantes, con una serie de poemas no demasiado largos que demuestran un amplio bagaje cultural en una traducción impecablemente sonora. El resto de participantes estuvieron correctos, sin que ninguno de ellos llamara mi atención.

   Antes de ir a la lectura de la Fundación Antonio Gala, que era a las siete de la tarde, nos dimos un paseo más tranquilo por la feria del libro, comprando algunos volúmenes. Para nuestra sorpresa sólo una caseta valía la pena, la única que vendía libros de poesía y que tenía por tanto algún vínculo con el festival de Cosmopoética. Ya se sabe que las ferias del libro son un evento más comercial que cultural, pero teniendo en cuenta la presencia de Cosmopoética en la ciudad resulta vergonzoso el minúsculo espacio que se ha dedicado a la poesía, que prácticamente ha brillado por su ausencia. Aunque bien abastecida, esta sola caseta no fue capaz de responder a nuestra demanda, en concreto el libro que Luis García Montero presentaba por la tarde, Poesía (1980-2005). Es decir, que esta desastrosa feria del libro no sólo carecía de poesía cuando se celebraba al mismo tiempo que un festival internacional de poesía sino que además, no disponía de ejemplares de un libro que se presentaba en esa misma feria por la tarde. Los organizadores de Cosmopoética deberían haber puesto mayor interés en que la poesía tuviera un lugar relevante en la feria del libro, ya que su intención era acercar este género literario al público en general.

   En fin, algo más cargados, llegamos por fin a la Fundación Antonio Gala para una lectura de poesía en la que participarían Ana Blandiana, Gabriel Frasca, Hugo Mújica, Jaime Siles y una poeta india llamada Arundhathi Subramaniam. El mayor interés era Jaime Siles ―además de una cierta curiosidad por Ana Blandiana, de la que se ha oído hablar mucho en Cosmopoética―, pero desgraciadamente esta lectura pisaba la presentación en la feria del libro del libro de Luis García Montero que ya he mencionado. Así que, como estábamos más interesados en el libro de Montero y la lectura empezaba a resultar cargante nos fuimos antes de ver recitar a Jaime Siles, a quien por otra parte podríamos ver al día siguiente por la mañana. Antes de irnos tuvimos la oportunidad de ver recitar a Ana Blandiana y a Gabriel Frasca. Ana Blandiana estuvo correcta, aunque no cumplió las expectativas, quizá a falta de una lectura más completa y detenida. Sus versos en lengua original, sin embargo, estaban llenos de una musicalidad que llenó la sala dando una sensación que era mezcla de liturgia y ritual secreto. Gabriel Frasca, por otra parte, nos ofreció el momento más denso y agotador de todo el festival. Este poeta italiano, como todos sus compañeros, disponía supuestamente de diez minutos, un tiempo que pasó casi exclusivamente recitando un único poema primero en traducción y después en lengua original. Lo insoportable no fue tener que soportar un mismo poema durante casi diez minutos, sino el hecho de que el poema carecía de la más mínima musicalidad. El poeta, adrede, había eliminado las pausas entre verso y verso, dando la sensación de una prosa rala, más parecida a un trabalenguas que a cualquier texto literario. No existían en realidad diferencias significativas en cuanto a comprensibilidad entre el poema en español y el poema en italiano. Agotados y defraudados nos fuimos dejando a un público visiblemente aburrido para asistir a un acto mucho más interesante, la presentación del libro de Luis García Montero.

   Como es natural en la presentación de un libro de poesía reunida se perfiló un breve recorrido por toda la trayectora de Luis García Montero a modo de entrevista. En realidad el cometido de este agradable diálogo era ir engarzando algunos de los poemas más significativos de la obra de García Montero, leídos por el propio autor. Sin embargo, personalmente me parecieron más interesantes las palabras con que el poeta unía, justificaba y explicaba los poemas, porque en ellas esbozó una teoría poética que abarcaba los aspectos más diversos de la creación artística: la identificación del poema con un espacio público con reglas propias donde confluyen lector y escritor, la necesidad de diferenciar entre el poeta y la voz lírica que aparece en los poemas, la idea becqueriana de la imposibilidad de escribir cuando se siente y del alejamiento del sentimiento pasional para llevar a cabo la creación o su intento por unir la poética culturalista de los novísimos con aquella de cariz más comprometido. Aunque nunca me ha atraído demasiado Luis García Montero debo admitir que pasamos en su compañía uno de los ratos agradables de Cosmopoética.

   Predispuestos de forma negativa por la experiencia que habíamos tenido la noche anterior en la sesión de trovadores nos pasamos por el palacio de Orive sin demasiado interés. Cuando llegamos estaba actuando Mercedes Ferrer ante un entusiasmado aforo que desbordaba el patio. Aunque la música de Ferrer resultaba agradable sus letras eran repetitivas y banales. Por eso, después de escuchar un par de canciones decidimos marcharnos directamente sin ir a la sesión trasnoche. Una vez más la sesión de trovadores había sido un rotundo éxito en cuanto a asistencia de público, mucho más que la lectura de por la mañana en la feria del libro o la presentación del libro de García Montero. La música se convierte en una forma de intentar enganchar a la poesía a un público no especializado, pero hay que tener mucho cuidado con ella porque puede convertirse en arma de doble filo, puesto que en muchas ocasiones la canción es a la poesía lo que el best seller a la novela.

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